40 años después de su publicación, Salamandra Graphic hace posible disfrutar al fin «El viaje de Shuna» de Hayao Miyazaki.

En una lejana tierra maltratada por su propia naturaleza agreste, «en las profundidades de un antiguo valle excavado por la erosión de un glaciar, hallamos un reino abandonado por el tiempo», las impresionantes acuarelas de Hayao Miyazaki que construyen este libro nos presentan a su protagonista: Shuna, futuro heredero de las penurias de este pequeño país donde todo logro parece condenado a conseguirse sólo sufriendo. En una tierra tan poco benévola que apenas les otorga escasas cosechas con las que personas y animales pasan más hambre que alegrías, es Shuna quien, un día, encuentra a un anciano forastero vestido con ropajes nunca antes vistos en ese valle. A sabiendas de que no podrá escapar a la muerte, quien se dice también príncipe de otro lejano país al este, le regala a Shuna el que ha sido objeto único de una vida de eterna búsqueda: en una pequeña bolsita, guarda unos granos dorados que Shuna nunca vio antes. El desconocido le explica que otro viajero se los dio a él explicándole que, con esos cereales, su pueblo nunca volvería a pasar hambre. Su origen, en los confines del oeste, dibujan en la mente del joven Shuna la promesa de grandes extensiones de cereal dorado hasta donde alcanza la vista. A partir de ese momento, prepararse para partir y buscar él mismo esa promesa de salvación para su gente es la única obsesión de Shuna hasta lanzarse, solo y escabulléndose sin decirlo a nadie, en el viaje que marcará su vida y la de quienes se encuentren con él.

Acompañar a Shuna en su viaje es una experiencia tan enorme como lo son todos los cuentos de Miyazaki. Incluso en este formato que, completamente diferente a la agilidad del manga, nos permite disfrutar de un arte vistoso y detallado narrado más con textos de apoyo que con los habituales bocadillos. Los japoneses lo denominan emonogatari, o historia ilustrada. Lo que no escapa a ningún seguidor o aficionado de la obra de Miyazaki es que, desde el principio, te sientes en un universo conocido donde queda claro que nacieron las ideas de muchas de las mejores películas del autor. Presentado al gran público a nivel universal cuando El viaje de Chihiro empezó a acumular premios y buenas críticas en todas partes, también es cierto que la popularidad total, en países como el nuestro, se consolidaría para Miyazaki con esa obra maestra que sigue siendo La princesa Mononoke. Y ahí es donde cualquier amante de esta película recordará la historia de otro joven príncipe que debe iniciar un viaje a los confines más alejados de su mundo, a lomos de un ciervo que recuerda enormemente al yakul de Shuna

Quizás aquí el tiempo nos ayude a poner las cosas en su sitio. La cifra da vértigo, desde luego. Hace 40 años. Podría ser la mitad de una vida o una vida entera o la frase ideal para empezar otro cuento. Pero la cuestión es que ha sido, sobre todo y curiosamente, el tiempo necesario para que Hayao Miyazaki se convirtiese en un nombre imprescindible y legendario de la animación japonesa gracias a su trabajo, reconocido y respetado a nivel mundial, con su Studio Ghibli. El viaje de Shuna se publicó en Japón por primera vez en 1983, dos años antes del nacimiento de Studio Ghibli y en un momento crucial en la carrera del artista nipón.

Miyazaki empezó a trabajar en El viaje de Shuna alrededor de 1980, poco después del fracaso comercial de su primer largometraje como director de Lupin III: El castillo de Cagliostro. Sin embargo, obviando la aparente derrota, como tantos de sus propios personajes, Miyazaki aprovechó su inspiración en aquellos días para dar rienda suelta a todas las ideas que necesitaban convertirse en historias. Trabajó en muchas de ellas pensando en nuevas películas que nunca llegaron a nada, pero también convirtió en algo físico los pilares de su arte y su futuro impacto visual y narrativo. Avanzando en la lectura de El viaje de Shuna, lo hacemos también en el mundo yermo que descubre el protagonista, en su mayoría deshabitado o bien ocupado por humanos carentes de los valores más básicos, capaces tanto de devorar a otros seres humanos como de esclavizar pueblos enteros para venderlos al mejor postor. El espíritu siempre defensor de la naturaleza de Miyazaki surge en estos descubrimientos con toda su fuerza, tanto como lo hizo en su conocido manga Nausicaä del Valle del Viento. Miyazaki empezó a dibujar Nausicaä en 1981 y a publicarlo de forma serializada en el número de febrero de 1982 de Animage mientras trabajaba también en su adaptación cinematográfica. En esos años, al mismo tiempo, dibujaba El viaje de Shuna, tan estrechamente vinculado en la descripción de mundos desolados habitados por humanos en su mayoría desalmados. Visto desde la distancia del tiempo y como recuerda Alex Dudok de Wit, periodista, productor de animación y, sobre todo, autor del interesante epílogo que se incluye al final del libro ya que fue el traductor de El viaje de Shuna al inglés, «algunas páginas de El viaje de Shuna apenas se distinguen del arte conceptual publicado en el libro Nausicaä of the Valley of the Wind: Watercolor Impressions.

Cuentacuentos de leyendas

Hayao Miyazaki, como todo buen creador, no es ajeno de las influencias de otros autores. Un poco más allá y conociendo su nivel de detalle y perfeccionismo, sus relatos visuales beben también de la infinita mitología y tradiciones orientales. Y la semilla de El viaje de Shuna se encuentra en una leyenda tibetana en la que se cuenta de forma simbólica el primer encuentro del Tibet con la cebada, cereal que, hoy en día, sigue siendo el principal cultivo y alimento de la región. El joven príncipe Acho roba unas semillas doradas de la guarida del Rey Serpiente con la esperanza de alimentar a su empobrecido pueblo, pero el rey lo captura y lo convierte en perro. No obstante consigue huir y llega a una aldea en la que su destino se cruza con Goman, una doncella que ama a todos los seres vivos y que establece un vínculo especial con Acho convertido en animal. Posteriormente, cuando debe elegir marido en una ceremonia ancestral, elige al perro. De inmediato su pueblo la margina y ridiculiza, pero es entonces cuando Acho habla y le dice a la joven que se irá, sembrando semillas a lo largo de su camino. Ella seguirá la senda de cereales hasta llegar al hogar de Acho, quien ha recuperado su forma humana. Con final feliz en este caso, Acho y Goman se casan y viven en una tierra ahora rica en grano. Textualmente y en referencia a Shuna, Miyazaki sigue declarando abiertamente que «siempre había soñado con adaptar esta leyenda al formato animado». Además, igual que sus películas beberán abiertamente de las ideas gráficas desarrolladas en Shuna, el libro recoge y transforma igualmente muchos momentos de las novelas de Terramar de Ursula K. Le Guin, uno de los proyectos que Miyazaki siempre intentó adaptar a la gran pantalla sin éxito, algo que sólo logró su hijo Goro muchos años después.

La casualidad o el destino nos recuerdan, en todos los casos, la figura de un autor único. La excelente edición de El viaje de Shuna ha coincidido, con pocos días de espera entremedias, con el estreno de la nueva película de Miyazaki como director: El niño y la garza. Dice que ésta será su última película. Por suerte eso ya lo dijo antes y nos sigue regalando su magia, que podemos disfrutar, recuperar y descubrir siempre. Si eres seguidor de Miyazaki coincidirás con la crítica y editores que, creyéndolo de forma equivocada una obra «menor» en la carrera del artista, nos dan la oportunidad en realidad de descubrirle en estado puro; un autor a solas con el papel y sus reconocibles e increíbles colores. Pero sobre todo disfrutar de una historia que te atrapa, te engancha y te traslada, como todas sus obras, a un mundo único de una belleza a la vez cruel y abrumadora. Al final coincidirás en que, de verdad, este es todo un fenómeno editorial que merece ser compartido por todo el mundo.

SOBRE EL AUTOR

Hayao Miyazaki (Tokio, 1941) es un autor y cineasta multipremiado que cofundó Studio Ghibli en 1985 con Isao Takahata. Entre sus once largometrajes de animación, El viaje de Chihiro  (2001) rompió todos los récords de taquilla en Japón y ganó el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín y el Óscar a la Mejor Película de Animación en 2002. El castillo ambulante (2004) recibió el Premio Osella en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 2004. Miyazaki recibió el León de Oro a la Trayectoria en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 2005. El viento se levanta (2013) fue nominada a Mejor Película Animada en los Premios Óscar de 2013. Y, un año más tarde, la Junta de Gobernadores de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas le otorgó el Óscar Honorario por su trayectoria. Su última película, El niño y la garza, se estrenó en Japón el 14 de julio de 2023 e inauguró la 71ª edición del Festival de Cine de San Sebastián.

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