No sabía lo que puede llegar a doler, incluso, la buena intención de la gente; que te digan: bah! Venga si eso no es nada, o, esto se te pasa en dos días. Y si es algo, sea lo que sea para mí, para el otro es su problema o su premio, y es el más del mundo, y no sé cuándo va a terminar, así que ponerle fecha de caducidad a ese sentimiento o a esa situación es difícil. De modo que he aprendido a preguntar «¿qué te ocurre?» y escuchar, mientras pienso qué palabras, siempre sinceras, puedo decir para, al menos, reconfortar a esa persona; aunque sepa que, con casi total seguridad, no voy a solucionar nada.
Texto: Clara Viñarás