Un abrazo, por Lourdes Márquez Barrios

Un corto para siempre

Seguro es lo inseguro

Constante el cambio

Estable el movimiento

Sólido lo maleable

Intangible lo palpable

Firme lo vulnerable

Incuestionables las dudas

Sutil la torpeza

Volátil lo arraigado

Eternos los finales

Tiempos

Los siempres que, suicidas,

se lanzan al vacío desde tu boca

no saben que no son siempres,

que van a morir recién nacidos.

Tan cortos como esos nuncas,

convertidos en a veces,

en quizases o talveces,

o en inmortales instantes.

Ese tiempo inmedible,

que te arroja a distancias

igual de incalculables

me rellena de vacíos.

En un mañana de estos

yo tendré monosílabos

y consejos de autoayuda

en respuesta a tus ahoras.

Tendré rosarios de miedos,

y paciencias al mayor

para tus lágrimas

y me quedaré esperando.

Llegará el hoy repentino

en el que seré yo de nuevo

y tú volverás a ser tú

y esos dos

se encontrarán sin reconocerse

Un abrazo

Ese abrazo

Bisnieto de otros mil

Muertos antes de nacer

Se queda conmigo.

Esa mano

Tan presentida

Sigue atada

A todos mis dilemas

Ese rostro

Tranquilo y presagiado

Se metió en mis pupilas

Y en los sueños de ayer

Esas frases

Verdades malditas

Resuenan en mi caja

Con eco largo y sonoro

Ese adiós

Con rostro de hasta pronto

Se fue contigo

Pero quedó tu sombra

Hoy no

Si fuera el instante

de montañas rusas,

ires y venires

cargas extremas

sacrificios vagos

trabajos forzados

te convocaría

Si quisiera ver

tus oscuridades

salvarte,

que me salves

meterme de nuevo

en tus descaminos

te escribiría

Si me complaciera

pulsar tus dilemas

sacarte las cuentas

restarme contigo

hundirme en tus dudas

tejer soluciones

te llamaría

Si hoy contemplara

descontar minutos

otorgar segundos

forjar lágrimas

clavarte en mis ojos

herir mi garganta

descoser mi boca

te buscaría

Pero justo ahora

que el cuerpo es más mío,

tallado en caricias

lleno de alegrías

caliente y confiado

si tocas mi puerta

no te la abriría

Lucía

Si antes fui capaz

de dar mi corazón

completo

y en trocitos

a quienes

me habían querido

y a quienes no.

A los que venían

o se iban

amigos

pequeños

mentores

compañeros

amores

gentes buenas

y malas

Hoy que has venido

con tu enorme luz

de cocuyito

con esos ojos

negros

y esas manos

Que me miras

desde la imagen

con tu carita

recién llegada

asombrada

curiosa

más hermosa

que todo lo que he visto

Lo que queda de él

de mi corazón

con sus remiendos

cicatrices

abultamientos

abollamientos

dulzuras

y amarguras

es todo para ti

Lucía

Justo antes

El tiempo es tan inasible,

impalpable y vaporoso

que los momentos de felicidad

pasan como una ráfaga.

Dejan,

como mucho,

el dibujo de una sonrisa en el rostro,

ansiedad porque se hagan eternos

e incluso, a veces,

cansancio.

Por eso disfruto tanto

del final de nuestros encuentros,

la frontera entre tenerte y no tenerte:

ese minuto de camino justo antes

de desearnos un buen día;

ese lapso de duración indefinida

que transcurre al filo de la inconsciencia

cuando estamos a punto

de quedarnos dormidos

y las caricias se hacen leves y lentas

porque el cuerpo ya no responde;

el instante de silencio

al otro lado de la línea

cuando sabemos que no hay

nada más qué decir;

la postdata de besos

antes de alejarme por unos días.

El amor que siento en esos ratos

de inminente adiós

es tan fuerte,

que quisiera seguir despidiéndome de ti

una y otra vez,

para sentirlo siempre.

Y, a la vez, desearía

no tener que volver a hacerlo.