He tenido la suerte de cruzar camino con muchas creadoras y creadores desde que comencé a escribir sobre la obra de otros. Promesas con nombre y miradas repletas de sueño y también los trazos firmes y aprendidos de veteranos curtidos en mil realidades. Músicos, dibujantes, pintoras, escritoras y guionistas. Los mejores, quienes despertaban especialmente tanto mi admiración como la de mayorías que habían convertido sus nombres en conocidos, coincidían todos en los mismo: para la mayoría la base de su chispa artística, en la manifestación que fuese, partía de su necesidad de expresar lo que llevaban dentro. Lejos de los mercenarios que han hecho de su arte una marca o una empresa que repite la fórmula que siga vendiendo, para estos otros, los auténticos, el reto consistía en hacer lo que ellos querían hacer, sin importarles lo que pensasen sus seguidores incluso ante el posible riesgo de perderlos. María Hesse pertenece sin duda a quienes no dudan en plasmar sus laberintos interiores en su obra.
Verdaderamente nacida con el don de la ilustración en sus manos, el éxito que supuso la publicación de su obra Frida Kahlo. Una biografía (Lumen, 2016), definió gran parte de lo que su magnífica obra es y significa. Frida fue la primera de las muchas mujeres a las que María Hesse ha dotado de nueva vida con sus colores. Volvió a elegir a una mujer que tuvo que sufrir lo indecible para lograr su inmortalidad en Marylin. Una biografía (Lumen, 2020) y dio el protagonismo merecido a las protagonistas de ediciones ilustradas de Sentido y Sensibilidad o Mujercitas. «Pintaba mujeres sin pensarlo -afirmaba la autora presentando otro de sus libros-, era algo salía de forma natural. Luego comencé a hablar de nosotras con una intención clara. Estaba cansada de la narración que se hace de la mujer desde la visión del hombre, según la cual somos amantes, esposas, cuidadoras o sufridoras. Nosotras somos mucho más que todo eso y por suerte ahora estamos reivindicando que se escuchen nuestras voces».
Y eso es algo que ya despuntaba en sus obras aún más personales. Porque aunque los temas elegidos son universales, María Hesse dibuja sus propias experiencias mezcladas con la ficción sin miedo alguno salvo ser capaz de dar forma a lo que quiere expresar. En 2019 lo hizo en El placer (Lumen), donde atravesó todo posible terreno prohibido para hablar de sexo y dibujarlo como mujer: «el sexo ha sido durante mucho tiempo contado por el hombre y pensado por y para él. Algunos no pueden concebir que nuestro sexo no dependa del suyo, al igual que nuestro estado de ánimo». En 2022 con Malas Mujeres reivindicó a personajes femeninos que, contados por hombres, nunca pudieron expresar ni una mínima expresión de su forma verdadera. Como bien afirmaba: «Ahora sabemos que no hay que tener miedo a salirse de esas líneas caprichosas que otros marcaron, y que las que abrieron esas grietas buscando otros horizontes no estaban locas, ni eran perversas ni malos ejemplos para otras. Si acaso fueron mujeres valientes, fuertes, atrevidas, decididas. Rompedoras. Y si las llaman malas mujeres que se lo llamen; las paredes han caído y nosotras ya no estaremos ahí para oírlo».
Mientras tanto, a cada libro, a cada página dibujada con la necesidad de poner las cosas en su sitio y decirlo tantas veces y todo lo alto que hiciese falta en la búsqueda de la igualdad tanto tiempo negada, María Hesse no sólo perfeccionó su capacidad de discurso narrativo, sino mucho más su lado gráfico, convirtiéndose por mérito propio en una forma de ver el mundo buscada por publicaciones y marcas que se identificaban con su visión artística hasta de los objetos comunes. Eso sí, sin olvidar sus principios reafirmados en cada mujer y rostro femenino dibujados: «Vivimos en una sociedad falocrática, en la que se entiende que el arte que hacen los hombres es un arte universal, pero el que hacen las mujeres está solo destinado a las mujeres. Se tiene que abanderar una nueva lucha: Hacer que la sociedad comprenda que el arte que hacen las mujeres es para hombres y mujeres».
Fue entonces, logrado su lugar ganado a pulso por tantas ideas dibujadas por sus manos, que María Hesse dejó salir al exterior una nueva serie de imágenes que, aunque cueste creerlo de una persona de semejante fortaleza de pensamiento, se asomaban a sus debilidades como ser humano: «Esto que ahora es un libro comenzó como un cúmulo de imágenes que se venían a mi cabeza. Llegaron en un momento en que me sentía feliz pero muy cansada, y sin saber muy bien adónde irían a parar esos dibujos, sabía que tenía que hacerlos. Empecé a pintar, lo necesitaba. Quizás podría, en un futuro, organizar con ellos una exposición. Le enseñé estas imágenes a varias personas. Una de ellas fue Lola, mi editora, quien me animó a ponerles palabras».
María Hesse no ha dudado en contar, según se acercaba la fecha en la que el El miedo sería al fin páginas y maravilla visual tangible, como «este libro empezó con imágenes a modo de catarsis. Esas imágenes cobraron vida en mi cabeza y de ahí surgió el cómic. Luego aparecieron los poemas y las canciones de otras, y finalmente, con todo aquello que parecían contar algo, llegó la palabra. La historia de una mujer con unos miedos muy parecidos a los míos , y quizás a los de otras. Ficción y verdad que se entremezclan. Hay un bosque y hay unos monstruos. Hay una fiera que acompaña y protege. Es un libro sin pretensiones, sin una intención. Es un solo dejarme llevar y ver que pasa».
En la gestación de El miedo, María Hesse inventó una ingente cantidad de personajes secundarios, momentos y hechos que tratan de apagar, esconder y negar la existencia de una protagonista que aún desde la fortaleza innata de toda mujer, acaba dándose por vencida hasta el punto de reconocer en las primeras páginas de esta novela gráfica única: «aunque la mayor parte del tiempo he aprendido a convivir con ese ser viscoso, que no es uno solo. Incluso he aprendido a mirarlo a la cara. A todas sus caras».
En la búsqueda de orden de todas las creaciones que pueblan ahora esta pequeña obra maestra que es El miedo, en una meditada y maravillosa edición en tapa dura y papel de excelente gramaje de tono ahuesado, que hace justicia a los tesoros visuales que contiene, el libro se convirtió en una historia a veces narrada y metafóricamente ilustrada, a veces en novela gráfica en su más pura esencia, donde las imágenes prescinden de palabras para expresar y enumerar todos los miedos que, como la autora reconoce, son tanto del personaje como suyos. El viaje al “bosque tenebroso” de la mente de su personaje roza inevitablemente en lo personal a una autora que, en algunos pasajes ha recordado o hecho vivir a la protagonista algunos miedos hasta el punto de hacernos sentir las mismas frustraciones: desde el miedo a la soledad al miedo a la locura, a los cambios, a la precariedad, a las relaciones tóxicas en sus peores manifestaciones, el miedo a la maternidad, a la vejez… a la inevitable muerte…
Ordenar tantos pensamientos convertidos e ilustraciones le llevó a María Hesse finalmente casi cuatro años y medio: «Retomé el cómic donde aparecieron unos personajes y una historia que iba tomando forma mezclando la ficción y lo que estaba sintiendo. Aquello comenzó a transformarse en un libro que necesitaba tiempo para poder comprender, y que me ayudara a comprenderme. Pasó una pandemia por medio y se colaron Marilyn y Malas mujeres». Pero el resultado es una experiencia única donde, para empezar, María Hesse ha colocado el listón aún muy por encima para si misma. La estructura de El miedo es un edificio perfecto de imágenes a las que se unen letras de canciones y poemas de otras con textos elaborados por la autora para su personaje. El propio diseño del libro, su mezcla de prosa y viñetas, fastuosas ilustraciones a doble página y continuos cambios de escenario hacen que la lectura fluya sin pausa mientras los dibujos nos detienen como si cada capítulo fuese una sala diferente en un museo donde contemplar, boquiabiertos en muchos casos, el trabajo de esta artista indudablemente neorenacentista.
Hay que mencionar la belleza especialmente espectacular de los capítulos finales del libro. El personaje conducido por María Hesse por sus peores vivencias, en todos los casos para entenderlas, asumirlas y superarlas para seguir hacia adelante en su viaje vital, llega como mujer al punto de inflexión en que debe decidir sobre su maternidad. «El Miedo no es un libro sobre maternidad -aclara la autora-, pero hay dos capítulos que hablan de la duda y el miedo en torno a ser o no ser madre. No son capítulos fáciles, tampoco dan una respuesta. Simplemente son. Con la maternidad muchos de esos miedos se han removido, han aparecido algunos que no sabía que existían pero que estaban ahí, y han llegado otros nuevos. Otros, de los que sí era consciente, ahora me parecen ridículos, insignificantes. Pero de esos miedos, de mi yo como madre, no va este libro. Esa es otra historia».
Como libro abierto que ha compartido en sus obras y en voz alta lo que realmente piensa de aquello sobre lo que escribe, María Hesse es un admirable libro abierto que comparte y, sobre todo, explica en sus redes sociales muchos de los detalles importantes que rodean a su obra. En la creación de un artista los hechos que rodean su vida son irremediablemente el mismo reflejo de dos realidades. Así, este año y acercándose la fecha de edición de El miedo, reconocía como «hace un año mi pequeño bebé universo se comió a la persona que era yo. Me rompí en mil pedazos para volver a recomponerme. Algunas piezas de ese rompecabezas ya no encajaban y aparecieron otras nuevas».
Quizás por todo eso y por su agradecimiento a “todo lo bonito” que a la autora le ha dado su hijo, iluminan especialmente las últimas páginas una serie de ilustraciones donde ciertamente se evidencian nuevos miedos pero donde el trabajo a color de María Hesse supone un brillante y espectacular broche de oro a una historia donde quizás se puede leer el final feliz que, quien ha superado sus miedos, merece para el siguiente capítulo de su vida. De hecho, el frío bosque en el que nos adentramos al principio de El miedo siguiendo a su personaje, apenas tiene color azul y negro, ocres, árboles secos, algunos posiblemente muertos, en perpetuo otoño e invierno. Sin embargo, en las páginas que preceden al frondoso bosque final, flores, ramas y verdes sustituyen a raíces, grietas y arañas. Y en la vida sufrida y aprendida renace la esperanza con nueva vida a la que siempre querremos evitarle todos los miedos que nosotros vivimos. Sin duda una obra excepcional que recoge una ingente cantidad de trabajo, arte e ilustraciones de una artista a la que descubrir con este libro aprovechando para releer el resto de su obra.
SOBRE LA AUTORA
MARÍA HESSE
María Hesse (Sevillana de adopción 1982). Se convirtió en ilustradora a la tierna edad de 6 años, ella aún no lo sabía, pero su profesora y su madre sí. Unos buenos años después, tras acabar sus estudios en Educación Especial, agarró los lápices y se lanzó a la piscina de la ilustración de manera profesional. Ha trabajado para la editorial Edelvives en la realización de libros de texto. También ha ilustrado para la revistas como Jot Down, El País Semanal, Fashion & Art, Público, El Cultural, Kireii o Glamour, y colaborado con diversas marcas como Louise Boutin, Brugal, Compañía Fantástica y Martini. María ha publicado con diversas editoriales como Orgullo y Prejuicio para Alfaguara y Frida Kahlo. Una biografía con Lumen. En 2020 fue elegida como una de las 100 mejores ilustradoras del mundo por Taschen. Además del trabajo editorial, la obra de María Hesse ha sido expuesta en diversas exposiciones y cuenta con un trabajo personal. Tras el fenómeno editorial que supuso su primer álbum ilustrado, Frida Kahlo. Una biografía, traducido en catorce países y ganadora del Premio de la Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil de Brasil, ha continuado publicado libros que también han sido traducidos a diversos idiomas.
