Aventuras en el París del siglo XIX: “El oro del tiempo” de Rodolphe y Oriol. Norma Editorial.

Hay hallazgos fortuitos que nacen como promesas y a los que el tiempo convierte en la evidencia de la grandeza que siempre estuvo allí, esperando ser descubierta. El dibujante Oriol fue uno de esos hallazgos para mí. Gracias al imparable trabajo del guionista Zidrou, gracias a quien también conocí en su día a otro genio del dibujo como es Jordi Lafebre, hace más de diez años llegó a mis manos La piel de oso, una obra que le valió por entonces a Oriol el Premio como Autor Revelación del Salón del Cómic de Barcelona en 2013. No era para menos. Como respuesta a los siempre lúcidos, entretenidos y también, todo hay que decirlo, comerciales guiones de Zidrou, Oriol se lanzó al mundo de las viñetas sin hacer concesiones, con un estilo propio y rompedor desde sus primeras páginas: expresionista, de un color y plasticidad fuera de lo común y tremendamente prometedor. Es curioso cómo una técnica como la suya, con páginas donde las viñetas parecen pequeños cuadros con vida propia, su forma de convertir las historias en imágenes nunca ha carecido del dinamismo y ritmo que necesitan las palabras para hacerse cómic. Zidrou le acompañó en sus siguientes joyas: Los tres frutos, Naturalezas muertas y Madriguera, obra que volvía al universo creado en La piel de oso. Todos ellos magistrales y únicos, en un mundo como el del cómic donde, por mucho que nos guste el arte, la continuidad se debe también a las ventas de libros, damos constancia de la buena salud creativa de Oriol con esta nueva, esperada y maravillosa aventura que llega por fin a nuestras manos: El oro del tiempo, que se pone a la venta este próximo 22 de marzo.

El veterano guionista Rodolphe, a quien recuerdo especialmente por su original colaboración con el dibujante Leo en Kenia, Namibia o Mañana, recurre con acierto a una época donde todavía se pueden escribir historias en las que mezclar todo elemento imaginable para crear una buena historia de misterio. ¿Y qué mejor lugar para ello que el París del siglo XIX? A la mente nos vienen enseguida los escenarios urbanos de las aventuras de Adéle Blanc-Sec escritas por Tardi, porque ciertamente Rodolphe recurre a escenarios similares, como el Louvre y decenas de monumentos y rincones de la capital parisina, rendidos en el siglo XIX a una capital cultural única en la que confluyeron tantos hallazgos propios como presencia de culturas ajenas.

Pero centrándonos en El oro del tiempo, lo cierto es que estamos en 1900, en un París que amanece con la Exposición Universal que pintó en su horizonte la Torre Eiffel, y el curioso personaje de Théo Lemoine, cuya mayor ocupación es ser un hombre de mundo, asiste a una espléndida fiesta en la casa de su amigo Hugo de Reuhman, distinguido historiador y egiptólogo. En una velada en la que no faltan presencias que van de Montesquieu a Oscar Wilde, la calma y presentación de personajes se interrumpe en apenas unas páginas por un intento de robo al historiador, que logra frustrar gracias a su amigo. Lo que no puede ocultar mucho más tiempo es que el objeto del robo fallido es una peculiar colección de cartas compradas a un librero parisino. Escritas por Bernardino Drovetti, embajador de Francia en El Cairo, a un amigo aficionado a las antigüedades, en ellas Drovetti describe el descubrimiento de una tumba fenicia que contiene un sarcófago en el que, según se dice, reposan a su vez los restos de Archass-Malik, sacerdote de Moloch.

A partir de ese momento, recordando e incluso aludiendo directamente a otras creaciones, Rodolphe nos adentra en sus reveladoras investigaciones sobre el culto a Moloch y sus ritos, algo que nos sumerge a la vez en el ocultismo y el mundo de los ladrones de arte, con apariciones fantasmales en el Louvre al más puro estilo del Belphegor del folletín de Arthur Bernède, El fantasma de la ópera de Gaston Leroux, e incluso escenas que Rodolphe confiesa sacadas e inspiradas por relatos como Tintín y las 7 bolas de cristal de Hergé o lugares comúnes como el castillo de Cheverny que fue el Moulinsart de los cómics de Hergé. Un poco más allá, incluso cuando la amistad de Théo Lemoine con Hugo de Reuhman ya nos hace pensar en Tintín y su capitán Haddock o en Blake y Mortimer, Rodolphe reconoce alguna escena similar a La marca amarilla de Edgar P. Jacobs. Lo curioso es que, pese a tanta sinceridad en el detalle de sus referencias, como buen profesor de literatura pero también periodista, el relato de El oro del tiempo se muestra como algo completamente nuevo a nuestro ojos gracias a la espléndida y detallada labor al dibujo de Oriol.

Minucioso como Rodolphe en la construcción de su universo a partir de hechos tanto históricos como ficticios, Oriol parece haber tomado como referencia a todos los grandes pintores que habitaron las calles de París en aquella época. Entre ellos, apareciendo de hecho como un personaje más en el relato, Toulouse-Lautrec podría ser una gran influencia con su uso expresionista del color. El resultado, sin perder el ritmo creciente a cada página, convierten infinidad de éstas en un verdadero paseo por imágenes que podrían verse en un museo. El desarrollo y perfección aumentada en el trazo de Oriol es, además, directamente proporcional a su uso justo de las expresiones corporales de sus personajes, recreando no solo de modo impecables escenas de acción trepidante, sino que los momentos de reflexión a la búsqueda de la verdad de un caso cada vez más enrevesado nos transmiten igualmente la sensación de estar al lado de los protagonistas, compartiendo sus dudas, su sufrimiento, sus hallazgos.

El oro del tiempo fue editado originalmente en Francia en dos tomos que, sinceramente, se agradece poder disfrutar aquí en este tomo integral de gran formato (23,5 x 32,5 cm.) donde el trabajo de Oriol se disfruta por partida doble. Tapa dura, letras en relieve en la portada y el lomo del libro, impresión y colores impecables, este cómic supone disfrutar de una gran historia de cómic europeo bajo un punto de vista artístico bastante diferente a la habitual línea clara, el realismo o la apariencia más habitual. Pero al final atravesamos igual, quizás incluso de un modo más creíble gracias a los colores de Oriol, oscuros salones donde tienen lugar espeluznantes sesiones espiritistas; sótanos y pasadizos subterráneos del Louvre; bailes populares y callejuelas de los barrios más recónditos de París; e incluso una casa solariega aislada custodiada por autómatas y una orgiástica fiesta de máscaras en el Bois de Boulogne. El despliegue creativo y visual es una experiencia repleta de sorpresas donde sus autores se muestran verdaderos maestros.

Completando la excelente edición, Norma nos obsequia con un abundante “dossier gráfico” final a cargo de Oriol donde se recogen bocetos, dibujos, estudios de escenas y enormes ilustraciones a toda página que han servido como ex-libris en su edición francesa y que respiran ese París del siglo XIX en cada línea y nota de color, como si toda la increíble historia de Théo Lemoine hubiese transcurrido de verdad a este lado de la realidad y no en el impresionante mundo de ficción escrito por Rodolphe e iluminado magistralmente por la paleta de colores impresionistas de Oriol.

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SOBRE LOS AUTORES

ORIOL

Es uno de los dibujantes con más futuro del cómic español. Estudió en la escuela Joso entre 1996 y 2003, antes de comenzar su carrera profesional en el terreno de la animación. Hoy en día, es profesor de ilustración digital en la misma escuela. Publicó con Zidrou en 2010 por vez primera, en un álbum colectivo de cuentos navideños. Dos años después, en 2012, publicó La piel del oso con el mismo autor, una balada de amor tocada con los instrumentos de la guerra. Este título vio la luz en Norma Editorial junto a Madriguera, Naturalezas muertas, Los tres frutos o el más reciente El oro del tiempo junto a Rodolphe.

Fotografía: Rita Scaglia

RODOLPHE

Fue profesor de literatura, librero y luego periodista, pero su actividad principal es el cómic. Crítico, organizador de eventos y comisario de exposiciones, como guionista ha escrito hasta la fecha más de 80 álbumes, ilustrados por dibujantes de renombre como Ferrandez, Rouge, Juillard, Léo y Florence Magnin, Audincourt, Hyères, Brignais, Solliesville, Maisons-Laffitte, Charleroi, etc. Entre sus principales series figuran Commissaire Raffini, Les Ecluses du Ciel, Kenya, La Maison Dieu, Trent, Gothic, Dock 21, Les Teutoniques y L’Autre Monde, pero también trabaja con niños. Tras escribir guiones para Tom Tom et Nana, anima ocasionalmente el personaje de Mickey y escribe las aventuras de los Moineaux para el periódico Astrapi. En Norma Editorial ha publicado El oro del tiempo junto a Oriol.

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