Da igual el momento en que leas esto: ya sea al final o al principio de cualquier año. A veces no importa tanto el cuándo como el dónde. Y en eso, hay pocos viajeros más expertos que Corto Maltés, más curtidos en enseñarnos rincones y momentos del mundo en los que, sin él, quizás nunca nos habríamos fijado. Su creador, Hugo Pratt, nos hizo soñar con su trazo sencillo viajes que sólo las páginas de sus cómics podían recrear. Pero incluso tras su partida, somos muchos los que agradecemos poder seguir la sorpresa de cada descubrimiento en la mirada de Corto Maltés a día de hoy. Pratt y quienes protegen el legado e importancia de su personaje entendieron siempre que, en la superación del personaje a su autor, el mejor regalo a su universalidad sería mantenerlo vivo en las manos correctas de quienes supiesen seguir dándole vida sobre el papel. Martin Quenehen y el prodigioso Bastien Vivès se han atrevido, con éxito, a traer al personaje a nuestros días en dos aventuras editadas aquí por Norma Editorial: Océano negro y La reina de Babilonia. Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero, por su parte, dos de nuestros autores consagrados más internacionales, han llevado a Corto Maltés gracias a su maestría clásica para contar historias, a contemplar los hielos de Alaska en Bajo el sol de medianoche; las selvas del continente africano agitado por el colonialismo en Equatòria; las agitadas aguas del Pacífico en El día de Taroweano o las sombras de la Alemania de 1924 en Nocturno berlinés. Para suerte de quienes admiramos a ambos autores, podemos disfrutar ya de una nueva odisea de uno de los viajeros más populares del mundo de las viñetas: La línea de la vida que, en esta ocasión, nos adentra en un período de México convulso pero poco conocido, el de las guerras cristeras.
La Revolución Cristera fue otra guerra sin cuartel que tuvo lugar en México una década después de la que emprendieron Pancho Villa y Emiliano Zapata, y que opuso al ejército mexicano contra milicias de insurgentes católicos que se oponían a la legislación anticlerical de la constitución de 1917. Este conflicto, que tuvo lugar entre los años 1926 y 1929, alcanzó dimensión internacional, puesto que la iglesia católica recibía el apoyo de bancos y empresas extranjeras. Como recuerda Benoît Mouchart, director editorial de Éditions Casterman en el prólogo a este nuevo libro, «muchos campesinos católicos toman las armas contra las leyes anticlericales decretadas por el muy ateo presidente Calles. Durante tres años, esta Cristiada devastará México, y ataques de inhumana crueldad serán perpetrados con similar monstruosidad por ambos bandos». El nombre de Cristeros proviene del grito de guerra de los insurgentes: «¡Viva Cristo Rey!».
El guionista Juan Díaz Canales reflexionaba acerca de la elección del escenario de La línea de la vida explicando que «si bien en los tomos anteriores nos habíamos dedicado un poco a rellenar los espacios vacíos de la cronología del personaje, desde Nocturno berlinés hemos iniciado, digamos, una huida hacia delante. No ha sido algo querido, pero de repente este tema está muy, muy de actualidad, una vez más, con lo que estamos viendo en en Palestina. Es muy chocante cuando ves que ya en plena mitad de siglo XX casi, y hoy en día bien avanzado el siglo XXI, cuando el mundo se ha convertido en una sociedad súper compleja y la tecnología lo abarca todo y parece que hemos llegado a un desarrollo técnico y cultural increíble, es muy chocante, como digo, ver hasta qué punto la, la fe y las creencias todavía tienen una importancia vital en cualquier sociedad humana».
Pero antes de sumergirse de lleno y una vez más en un conflicto ante el que Corto Maltés tiene las ideas claras («no hay nada más inhumano que la guerra. Pero una vez dentro, tenemos el sagrado deber de sobrevivir»), nos reencontramos con uno de esos carismáticos personajes femeninos que pueblan el imaginario del personaje desde hace tiempo: la hechicera Boca Dorada. Y es que, pese a lo idílico de un inicio con Corto repintando en una playa paradisíaca el nombre de su barco, ‘La Niña de Gibraltar’, homenaje a su madre, lo cierto es que Boca Dorada sabe que Corto necesita dinero, de modo que le hace una oferta a la que su espíritu aventurero no podrá rechazar: sólo tiene que convencer al arqueólogo Herbert Thompson, quien lleva años expoliando la ciudad maya de Chichén Itza, de que le venda la colección de objetos de Jade que ha encontrado y atesorado. Aunque la verdadera clave de gran parte de La línea de la vida está en la lectura que la mujer hace de la mano del aventurero: «la muerte te acecha y habla español», le augura.
Y es así como conocemos al alter ego de Corto, Everett Hale, que despega al personaje de su característica indumentaria y ropa de marinero para ofrecernos a alguien preparado mental y físicamente para hacer frente a un país de colores anaranjados y amarillos donde el sol, el calor y los desiertos tienen tanta o más importancia que las exuberantes selvas donde descansan poderosas ruinas de imperios vencidos. En este tomo más que en ninguno de los hasta ahora creados por Canales y Pellejero, Corto parece haber cobrado vida, por un lado como personaje mortal, más consciente de sus propias debilidades; por el otro como dibujo y creación en plena simbiosis con los encargados de narrar sus nuevas aventuras. Ya desde la composición de las primeras páginas y según avanza la historia, Rubén Pellejero prescinde aquí especialmente de la fórmula de cuatro hileras de viñetas por página para dar rienda suelta a un dominio de la precisión narrativa aquí espectacular en viñetas enormes o en una planificación de páginas realmente magníficas y dinámicas. Sin duda y como aporta Rubén Pellejero, «es una carta que que juega a favor a nivel narrativo porque nos da oportunidad para narrar cosas de otro modo que antes quedábamos más encorsetados en la tira habitual».
Por si fuera poco, observamos a Corto lejos de su uniforme habitual, un punto innovador que ha llevado a un suceso único: por primera vez las portadas de las ediciones en Francia, Italia y España del nuevo Corto son completamente diferentes entre sí. «Le estuvimos dando vueltas -explicaba al respecto el editor de cómic europeo Norma–, porque en un principio la idea de Casterman era hacer la misma cubierta que hemos terminado haciendo nosotros. Pero ellos al final digamos que optaron por una opción un poco más conservadora de que saliera el Corto clásico. Después en la edición italiana la cubierta es mucho más alegórica y bueno, a nosotros sí que nos apeteció recuperar esta primera idea de Rubén y Juan, de hacer una cubierta un poco más más rompedora».
Como en todas sus últimas peripecias dibujadas, leer y disfrutar del dibujo del Corto de Canales y Pellejero es un viaje intenso, donde a cada página nos encontramos en un nuevo rincón desconocido y maravilloso en el que uno y otro nos mantienen agarrados al libro como si acompañásemos literalmente a Corto, que del disfraz de comprador de museo tendrá que cambiar de registro cuando se vea enredado en una operación clandestina de tráfico de armas para las milicias cristeras donde además nuevos viejos conocidos entran en escena: por un lado, el bueno de Rasputín; y por otro un inesperado viejo amor que Corto creía perdido en Irlanda. Una vez más, Díaz Canales mezcla ficción y realidad históricas con un dominio capaz de construir escenarios y vidas del todo creíbles.
Junto al breve prólogo de Benoît Mouchart, director editorial de Éditions Casterman, se incluyen también en esta ocasión varios extras al principio de La línea de la vida, como una anotación histórica, espectaculares bocetos y estudios de personajes de Rubén Pellejero y un apartado dedicado a personajes históricos reales como el célebre aviador Charles Lindbergh, que aparecen a lo largo del libro. Sobre ellos, Juan Díaz Canales recuerda que «cualquier decisión que tomamos de ese estilo, de meter una referencia a un personaje histórico, o de retomar un personaje del universo de Pratt nunca puede ser una decisión banal, siempre tiene que aportar algo, siempre tiene que tener una función narrativa. Siempre es una decisión con la intención de que la historia siga hacia delante».
Edición en Blanco y Negro de La línea de la vida.
Siguiendo la sana tradición de raigambre europea de editar ciertas novedades de maestros del dibujo a la vez en edición regular a color y en edición especial en blanco y negro, Norma Editorial es algo que, para deleite de los muchos seguidores del trazo de Rubén Pellejero, hemos podido disfrutar habitualmente en todos los nuevos títulos de Corto Maltés, incluyendo este flamante La línea de la vida. Seas purista, simple admirador de Pellejero o reconoces que el blanco y negro es el alma que define la verdadera labor de los auténticos maestros, te recomendamos que te pasees por las páginas de esta edición si estás decidido a hacerte sí o sí con este libro. Al tamaño mayor (24×32 cm. en lugar del habitual 22,5×30 cm. del álbum europeo), se unen un papel diferente, donde las tintas perfilan aún más la historia en toda su crudeza y, sobre todo, la sensación de tener entre las manos algo diferente y único.
Aunque claro, no son lo mismo las páginas de bocetos o dibujos sueltos que saber que todo el cómic será editado completamente pensando en el contraste de la tinta negra. De ahí que Rubén Pellejero explique que «la edición en blanco y negro te supone una serie de complicaciones con respecto a la del color para resolver todo tipo de situaciones. Puede parecer que no lo es, porque en blanco y negro digamos que también utilizo la la la sensación de limpieza pero puede resultar que en estos aspectos sea una edición mucho más complicada. Mi línea siempre ha sido a ir un poco a la síntesis, no al máximo que puedo. Por eso ahí tengo que tener este estudio previo, cuando ya estoy dibujando, y tengo más o menos ya pensado el story board, para saber qué es lo que me va a dar, digamos, juego para el color y juego para blanco y negro».
Sea con la pureza de la línea clara de Rubén Pellejero o bien disfrutando igualmente de su meditada elección de colores para conducirnos a los paisajes más indomables del interior de un México salvaje y revolucionario, La línea de la vida es un cómic imprescindible para todo amante de los viajes, de Corto Maltés y también de las aventuras que sólo los tiempos pasados nos permiten imaginar hoy en día. Un cómic llamado a perdurar por encima de la misma atemporalidad que mantiene vivo al legendario personaje.
SOBRE LOS AUTORES
JUAN DÍAZ CANALES
Es nuestro guionista más internacional. Aficionado desde la infancia a los tebeos y a los dibujos animados, se formó en una escuela de animadores y fue miembro fundador de la compañía Tridente Animation. Sin embargo, la consagración le llegó en el campo de la historieta. Su celebridad está ligada estrechamente a la figura del dibujante granadino Juanjo Guarnido, a quien conoció en el campo de la animación y con quien creó la serie Blacksad, convertida en un éxito instantáneo de crítica y público desde su aparición en 2000. Este título ha merecido los más encendidos elogios y los galardones más distinguidos, incluyendo el premio a la mejor serie en el festival de Angoulême, el premio Eisner a la mejor edición de material internacional, el premio a la mejor obra en el Salón de Barcelona y el Premio Nacional del cómic. Aparte su colaboración con Guarnido, el mercado francés ha acogido otros trabajos de Díaz Canales junto a dibujantes españoles. Con Gabor realizó Los patricios (2009). Con José Luis Munuera creó Fraternity (2011). Y en solitario firmó la novela gráfica Como viaja el agua (2016). Pero su trabajo más popular en los últimos tiempos ha sido la nueva encarnación de Corto Maltés, que desarrolla en compañía del dibujante Rubén Pellejero y de la que se han publicado hasta la fecha los álbumes Bajo el sol de medianoche, Equatoria y El día de Tarowean. Se trata de un trabajo delicado que rinde homenaje a la obra de Hugo Pratt sin renunciar por ello a imprimirle un sello personal.
RUBÉN PELLEJERO
Es un artista de rango internacional. Formado en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, se curte profesionalmente trabajando para una agencia donde alterna la ilustración publicitaria y el dibujo de historietas destinadas al mercado extranjero. En 1981 debuta en el mercado español con la serie Historias de una Barcelona, publicada en la revista Cimoc. Al año siguiente inicia una fructífera colaboración de más de dos décadas con el guionista argentino Jorge Zentner. De su amplia y diversa bibliografía conjunta destacan la serie Dieter Lumpen (1985-1994) y el álbum El silencio de Malka (1994), galardonado en 1997 con el premio Alpha-Art al mejor álbum extranjero publicado en Francia. A comienzos del siglo XXI, Pellejero empieza a colaborar con otros guionistas. Junto a Denis Lapière aborda el drama romántico en Un poco de humo azul (2003). Junto a Frank Giraud ensaya el fresco histórico con En carne viva (2006). Junto a Jean Dufaux se adentra en el western con Lobo de lluvia. Y en compañía de Christophe plantea una road movie en El largo y tortuoso camino (2016). En 2015 afronta uno de los retos más difíciles de su carrera: continuar las aventuras del legendario Corto Maltés junto al guionista Juan Díaz Canales. Con tres álbumes a las espaldas (Bajo el sol de medianoche, Equatoria y El día de Tarowean), han demostrado con creces que el marinero de Hugo Pratt está en las mejores manos.