No hay final de verano sin que asistamos a un festival. El pasado sábado asistimos a la jornada final de El Jardín de Las Delicias, festival que se celebra en el recinto Cantarranas de Ciudad Universitaria y en el que pudimos disfrutar de parte de lo más granado del panorama musical nacional.
Una cita que no hacía más que darle más fuerza al fin de semana musical en la capital, ya que coincidía con el festival Brava Madrid, pero que supo aglutinar a una importante masa social en su recinto. Con el cartel de TODO VENDIDO colgado desde hacía varios días, nos dispusimos a disfrutar de una jornada cargada de emociones.
Una jornada que comenzaba a la hora del vermú, con la apertura a las 12 de las puertas y con el que pudimos ir haciéndonos al enorme recinto que acoge al Jardín de las Delicias. Nos pudimos perder por el escenario Bosque hasta que a las 16 horas pusimos rumbo hacía el escenario principal para poder ver las evoluciones en directo de Inazio. Un joven proyecto que cada día aparece más asentado en el panorama musical nacional y que congregó a un buen número de público. Malmö 040 tomaron el relevo en este escenario, siendo perfecta cabeza de lanza para la llegada del primer plato fuerte de la tarde. Andy y Lucas se subían al escenario para llevarnos a un viaje en el tiempo y trasladarnos a nuestra adolescencia con sus hits atemporales. Por ahí sonaron ¨Son de Amores¨ o ¨Tanto la Quería¨. Un concierto que daba el pistoletazo de salida a lo que sería una tarde noche de auténtico vértigo.
Desde ahí enfilamos al escenario Bosque donde nos citamos con Merino, sin duda una de las grandes sorpresas del festival por su sonido fresco y una puesta en escena muy trabajada. Es de agradecer la presencia de bandas como Merino en este tipo de festivales, ya que te hacen ver que hay sitio para propuestas menos conocidas, aunque lo de Merino es de traca. Tienen un discazo, ¨Himnos de Guerra¨ que hay que escuchar detenidamente, y en camino tienen otro trabajo que seguro que dará mucho que hablar. De momento nos han citado para el mes de enero en el Circo Price para conocer de primera mano esos nuevos temas.
Rápidamente nos pusimos en marcha para llegar puntuales a nuestra cita con La Oreja de Van Gogh, sin duda uno de los conciertos más esperados. Y los donostiarras no defraudaron a las ingentes hordas de público que se congregaron en su concierto. No dejaron nada en el baúl, lanzaron todos sus grandes clásicos a una audiencia que mezclaba público muy joven y otro, un poquito menos joven, que seguro tuvo en su memoria durante todo el concierto recuerdos de otros tiempos mucho menos agitados. Hubo hasta tiempo de que Diego, cantante de Veintiuno, se subiera a cantar con la banda, la cual ha marcado musicalmente a varias generaciones en este país.
Tocaba reponer fuerzas y asentar las emociones antes de que Viva Suecia se pusiera el mono de trabajo. Hace tiempo que han dejado atrás la vitola de banda emergente y se han asentado como uno de los grandes referentes del indie nacional. Su concierto en el Jardín de las Delicias así lo demuestra. Clase, energía y una puesta en escena que hace que el directo te atrape desde el primer acorde. Repasaron todos sus últimos hits, ¨El Bien¨, ¨La Voz del Presidente¨o ¨No Hemos Aprendido Nada¨, resonaron como un ciclón en la noche madrileña. Muy buen sabor de boca para una banda que no ha dejado de evolucionar con cada disco que han ido publicando.
El fin de fiesta lo pusieron Taburete, increíble lo suyo, desde el poder de convocatoria, hasta la capacidad para emocionar y poner a bailar a todo el recinto. Su concierto ponía punto y final a las hostilidades en el escenario principal y la verdad que no pudo ser más acertada la elección. Nos hicieron bailar, saltar y desear que llegue pronto 2025 para disfrutar de nuevo de El Jardín de las Delicias.
Queremos terminar esta crónica agradeciendo a Ana Medina, jefa de prensa del festival, su trato exquisito con los medios. Al igual que a todo el personal del festival que nos trataron a las mil maravillas y que hicieron de esta experiencia algo muy especial.