Para muchas personas seguir vivos es una simple cuestión de no rendirse. Complicarnos la existencia es algo intrínseco a todo ser humano. Siempre habrá un momento en qué tomemos la opción equivocada o nos enamoremos de la persona que no nos conviene. Y pese a saberlo, lo haremos. Cómo salir luego de esos atolladeros normalmente más mentales que físicos es lo que nos define a cada uno. Hay quien, con el vaso casi vacío acaba ahogándose y quien con el mismo vaso lleno y sin saber nadar, acaba aferrándose al borde para saltar al otro lado. Muchas de estas ideas te volverán a la cabeza una y otra vez si te adentras en Elia, la nueva novela gráfica de Fermín Solís, toda una sorpresa especialmente original que nos deja asomarnos, durante casi 300 páginas a un momento en la vida de Elia Fuentesperanza, una joven escritora a quien conocemos durante y después de un profundo desengaño amoroso que la lleva, a golpe de vida pero fiel a su apellido, a cambiar su realidad y su forma de enfrentarse a ella.
La siempre acogedora y amable ciudad de Cáceres es el primer escenario en que se nos descubre que Elia es una brillante y prometedora escritora y ensayista. Aunque curiosamente el tono de tinta elegido por el autor evita que pensemos en que gran parte del relato y lugares transcurren cerca del invierno. Habilidoso como pocos en el dibujo y creación de personajes, Fermín Solís construye un elenco de protagonistas y secundarios alrededor de Elia tan importantes como creíbles. Hasta tal punto es así, que la sencillez de toque infantil del trazo no evita en ningún momento que te sumerjas en la historia sin querer cerrar el libro hasta el final. Tal vez esa sea una de las mayores sorpresas y paradojas de Elia : asistir a un relato verdaderamente profundo, serio, bien tallado, que refleja tan bien la perdida como la ilusión; pero todo ello bajo el prisma de ese estilo único como dibujante de Fermín Solís, tan desarrollado en su trabajo como ilustrador infantil. De este modo, el autor y su personaje nos recuerdan la importancia de saber afrontar como adultos cualquier pequeño o gran revés de la vida, sin olvidar jamás la importancia del optimismo, de la energía vital que nos mueve cuando somos jóvenes, que nos empuja a seguir adelante, a pensar que siempre hay otra oportunidad, que la siguiente vez lo haremos mejor o que ésa será la buena o la definitiva. Elia nos recuerda que, tras la lluvia, siempre sale el sol si somos capaces de asomarnos a la ventana.
No es la primera vez que, aún asistiendo a los recuerdos o invenciones de Fermín Solís, uno sale indemne de las penas para enfrentarse al día siguiente. Sus recuerdos disfrazados de Martín Mostaza, ese personaje alter ego del autor, siempre dejaban el mismo sabor a victoria incluso tras las anécdotas más crudas. Hasta la dureza que dibuja el trasfondo realista de su popular Buñuel en el laberinto de las tortugas, esa obra con la que a este veterano saboreó la miel del reconocimiento cuando fue finalista del Premio Nacional de Cómic o cuando obtuvo el Goya a mejor película de animación en su versión adaptada, conserva cierto optimismo inevitable. Hay mil formas de contar historias y Fermín Solís parece ser capaz de vislumbrar la luz que se esconde, débil, hasta en las tragedias.
Lo cierto es que el viaje de Elia , desde Córdoba a Cáceres, pasando por una pequeña aldea gallega, se hace tan corto y ameno como duro y a la vez esperanzador. Fermín Solís es un excelente pintor de silencios, un retratista nato de la naturaleza interior de personajes y un dibujante cuidadoso y detallista con los rincones de ciudades y paisajes. Y Elia es una novela gráfica que se disfruta tanto esa primera vez en que no sabemos qué puede pasar, como cuando sí lo sabemos y aún así caemos en releerla. Una historia para disfrutar en cualquier época del año que no debes dejar pasar.
ENTREVISTA CON FERMÍN SOLÍS
Eres dibujante, bajista y músico, diseñador gráfico, escritor… ¿tú qué te consideras? ¿Cómo te definirías realmente?
Nunca me habían hecho esa pregunta sobre cómo usar un solo adjetivo para mi obra, pero yo creo que me consideraría como contador de historias. Me gusta contar historias con diferentes herramientas: la novela, la novela gráfica, la ilustración y escribir canciones para Hombre Tigre, mi grupo. Pero lo que me gusta es contar historias, da igual como lo haga si dibujando o escribiendo. Lo importante es sacarla de la cabeza y compartirla con la gente.
Elia nace de la idea de hacernos llegar un mensaje o, como estabas diciendo ahora mismo, simplemente como una historia que merece ser conocida y contada.
Yo creo que más la segunda opción. Nunca he escrito desde el punto de vista de lanzar un mensaje o intentar cambiar el mundo. Cosas así se me escapan de las manos. Quizás lo hago un poco porque me apetece contar historias sencillas, de gente cotidiana, no superhéroes. Me gusta meterme en la vida de una persona durante un período corto de su tiempo, contar un fragmento de la vida de esa persona por decirlo de alguna forma. Y aunque he experimentado con personajes mitológicos como Medea o personajes históricos como Buñuel, esas dos obras son rara avis dentro de mi trayectoria y algo experimentales. Con Elia vuelvo a contar la historia de gente anónima que hacia yo con Un pie tras otro, El perrito. Esos cómics que antes no se llamaban todavía novela gráfica. Eran cómics porque a lo mejor no tenían el suficiente número de páginas o no habían dado el paso a romper la barrera de la librería especializada y pasar a la librería generalizada donde llegaba mucha más gente y empiezan a aparecer las primeras novelas gráficas importantes como Maus, Persépolis…
Siguiendo tu trayectoria profesional eres un cuentacuentos visual infantil nato, con un dibujo que además dice muchísimo, aunque nunca, ni en tus novelas gráficas ni en tus trabajos infantiles ha sido para nada realista. Llama mucho la atención el estilo empleado después del minimalismo que empleaste en Medea. ¿Qué te llevó a experimentar con el tipo de dibujo que finalmente podemos disfrutar en Elia?
Yo creo que fueron una serie de factores porque con Elia empezaba un cómic desde cero. Hacia mucho tiempo que no empezaba una novela gráfica para adultos, pueden ser diez o doce años. Porque Buñuel fue una reedición en color de algo que ya hice y Medea a la deriva fue un proyecto que tenía ya empezado de hace diez años que tenía ya esa línea gráfica y que cuando lo terminé hace un par de años no podía romper con el estilo gráfico y lo continué. Y Elia lo empiezo desde un folio en blanco. Quería… no es que quisiese, es que es la línea que llevo ahora un poco de dibujo, la línea de dibujo actual. Ahí sí que tengo que agradecer a Jaume Boufil, editor de Reservoir que le pedí que ejerciese de editor y que éste fuese un libro perfecto, para mi lo más redondo posible y que él estuviese atento tanto en el guión como en la parte gráfica. Y no dijo nada, salvo que quizás habría que simplificar un poquito la línea, una línea más finita y me sentí muy cómodo con ese estilo y ahora estoy haciendo nuevos proyectos y sigo con esa línea gráfica de momento.
Te lo decía porque, sin revelar nada de la historia, ya que lo sorprendente de Elia es cuando no sabes nada de la historia que vas a encontrar, el estilo de dibujo resulta del todo optimista, incluso en el diseño del personaje principal y los colores, pero claro, si por un momento trasladas la historia a personajes de carne y hueso ésta seria bastante dura en ciertos momentos cuando aparecen temas como el feminismo, la homosexualidad, los malos tratos. La historia es totalmente realista.
Sí, pero yo creo que siempre, toda mi obra está llevada desde la perspectiva del humor, aunque sea humor negro, o bien del optimismo, y fíjate que yo soy una persona que ve el vaso medio vacío, pero a lo mejor por eso intento buscar en mis personajes que tengan esa vía de escape y ese momento de decir, mira nos ha ido todo mal, pero todo el mundo tiene una segunda oportunidad e incluso una tercera y una cuarta. En Buñuel por ejemplo fue algo más evidente porque es una historia muy triste de muerte, de hambre, de miseria y hay bastante humor. Y en Elia también son temas duros, pero creo que hay esa chispa de humor. En cuanto al tono infantil, llevo diez años haciendo libros infantiles, entonces es muy difícil quitarse de encima ese lastre, que tampoco es malo, porque siempre he intentado hacer libros, como pasa con los infantiles, siempre me gustó y creo que lo conseguí por lo que me llegó de padres que disfrutaron también esos libros con sus niños. Elia no es una historia para niños, pero sí un adolescente puede leerlo perfectamente. Por eso no me gusta la clasificación por géneros a las que nos tienen sometidos las editoriales que nos tiene encasillados: esto es para esta edad, esto para esta otra, esto para este género. Creo que eso debe ser más libre, cada uno tiene que elegir lo que quiere leer simplemente porque le guste desde la portada, o porque ha leído una buena crítica o porque le apetece leer algo así. Pero es una lucha que se está teniendo ahora con las editoriales, que tienen todo muy compartimentado por edad, poniéndole etiqueta a todo. Con la portada ya me dijeron que me había quedado un poco infantil, que parecía un libro infantil, pero yo la veía bien, una portada que nos quedó bonita y llamativa por mucho que tenga aspecto de libro infantil también.
Es correcto que, aunque fuese un proyecto de hace tiempo, las primeras páginas de Medea aún las tenías dibujadas a mano pero que fue con ese libro con el que te pasaste completamente al digital.
Sí, Medea es un libro que comienzo a escribir hace diez años y en esa época todavía me manejaba con tinta china y papel en formato físico, Pero al dilatarse casi una década me pasé a la Wacom y al final lo acabé en el Ipad, que es mi herramienta actual de trabajo el Ipad Pro, que es grande como un folio y es como trabajo ahora mismo. Nos da mucha libertad de trabajo. Yo Elia lo hice íntegramente en el Ipad las casi 300 páginas que ocupa. Una vez terminado ahí lo envío a la nube, lo comparto con mi editor, lo revisa, si está todo ok va a la imprenta, me dan el previo en pdf con la maqueta, le doy yo el ok y ya está. Todo con un solo espacio de trabajo que vas aprovechando cuando vas a presentaciones. Lo he hecho prácticamente entre aeropuertos, trenes, estaciones, cafeterías. Lo he dibujado en un montón de sitios. Es el libro que menos he dibujado en mi estudio de todos los que he hecho.
Fíjate si ha viajado que cuando ya tenía el libro bastante avanzado con el título de Elia y me quedaba la parte de Galicia y quería viajar a un sitio concreto, del que no pongo el nombre porque tampoco quería levantar mi llegada entre la gente de ese pueblo, porque ésta es una historia ficticia. Cuando iba a viajar a ese pueblo para documentarme de la parte de las casas, del puerto, de las tabernas, me invitaron a un viaje a Grecia a un festival de cine a la isla de Siros, que es un isla pesquera muy pequeña que sólo tiene una ciudad que es la de Siros y que no tiene nada que ver con Mykonos y ese otro tipo de isla, de hecho es una isla un poco más apartada. El caso es que cuando llegué allí vi que el pueblo, las casas, eran lo que buscaba para el pueblo de Elia , así que empecé a documentarme, hasta el punto de hacer tres mil fotos. Y allí fui a una zona que se llama Nusiros que son unas casitas alrededor de una montaña en la que no hay carretera ni nada, son casas que van unidas una a otra con escaleras, con cuestecitas. Y al llegar a la última casa que era un apartamento turístico, se llamaba la casa “Elia”. Para mi fue como un flash: el título de mi libro en el pueblo que yo pensaba. Y en las últimas viñetas, cuando Elia pone esa placa en su negocio es la misma placa que estaba allí en ese pueblo de Grecia. Así que toda la documentación está sacada de allí lo que pasa que da el pego por un pueblo gallego.
Lo cierto es que por sencilla que sea tu línea de dibujo, el detalle con que dibujas los lugares, por ejemplo, cuando el personaje de Elia viaja también a Cáceres, te transporta completamente a esos lugares y a la historia.
Bueno, en Cáceres no lo necesitaba porque es la ciudad en la que llevo viviendo cincuenta años. Ahí lo que hago es un homenaje a mi ciudad con cariño y con crítica y autocrítica. Me gustaría presentar mi libro en Cáceres porque conozco a todos los libreros, pero por eso, claro, todo el mundo se enfada sino lo hago en su librería. Me estoy planteando hacer una presentación que sea una ruta por los lugares que salen en el cómic. Y así hacer una presentación original porque creo que las presentaciones tradicionales ya están un poco agotadas.
Al haber trabajado en todos los medios a los que un artista tiene acceso, un poco como le pasó a Paco Roca con Arrugas, cuando salió su novela gráfica él tuvo premios y reconocimiento, pero posteriormente cuando se estrenó el largometraje fue un boom definitivo del cómic y del autor. ¿Tú notaste y consideras una suerte todo lo que vino después del Goya al largometraje animado de Buñuel en la isla de las tortugas? ¿Crees que este tipo de fenómenos ayudan a que el cómic se tome aún más en serio como fuente de inspiración de tantas cosas posibles?
Sí, bueno, todo evidentemente ayuda. A mi lo de la película no fue tanto como a Paco, que a Paco sí le cambió completamente la vida. Yo he seguido trabajando un poco a mi ritmo, no he notado un aumento de trabajo porque haya ganado el Goya. Lo que más agradezco del Goya son pequeños detalles. Por ejemplo: cuando ahora me piden encartes, antes me pedían muchísimos cambios, ahora cuando ya he hecho un par de cambios les digo: “oye que he ganado un Goya”. (Risas) a ver si me vale para que tengan en cuenta mi trabajo y no te den tanto la tabarra pidiéndote cambios, algo que todos los ilustradores sabrán. Luego está el tema de los festivales, sin ir más lejos lo de Grecia fue un festival en el que me invitaron a presentar Buñuel. Viajes a festivales de cine donde conoces a mucha gente, gente relacionada con Buñuel como el Instituto Buñuel de Los Ángeles, que me han encargado hacer algo con un guión sobre Buñuel que me están preparando ellos. La posibilidad de presentarlo por todo Estados Unidos. En el trabajo yo no noté un gran volumen de trabajo. Si es cierto que el cómic, independientemente de las películas y de las adaptaciones, ya antes estaba llegando a un público mucho más general. Creo que Elia está llegando a gente que habitualmente no compran cómics, pero por el feedback que me está llegando, sobre todo mujeres y mujeres de una cierta edad también. Y cuando voy a dar charlas a institutos, que suelo hacerlo a menudo por motivar a los chavales, muchos profesores me dicen también que están descubriendo un filón en la novela gráfica porque esa agilidad que no te permite un libro, que puedes tardar a lo mejor dos meses según tu ritmo lector, la novela gráfica tienes mucho donde elegir y no es cuestión de tanto tiempo. Creo que está funcionando muy bien independientemente de las películas y todo lo demás.
Muestra de ello es la exposición que de tu obra se está llevando a cabo en el Museo de Arte Contemporáneo de Badajoz, que es todo un logro porque, como comenta el comisario de la exposición, acogieron una muestra itinerante de cómic, pero realmente la primera exposición de cómic en el museo es con tu obra.
Para mí es un honor que el primer autor de cómics que expone en el MEIAC sea extremeño. Cáceres y Badajoz son como el agua y el aceite, pero yo voy mucho, me gusta y tengo muy buenos amigos allí. Hace poco estaba en una bienal de arte en Cáceres, en “Cáceres abierto” con un montón de artistas e ilustradoras que estaban presentando allí y me llamó la atención que uno es profesor, otro es abogado, otro es arquitecto, otro es funcionario. Hasta el punto de que me decía: de los que hay aquí el único que vive del arte soy yo. Yo soy ilustrador, pero parece que nuestro arte no es un arte con mayúsculas. Te hace sentir un poco como el hermano pequeño. Y da un poco de rabia. Por eso cuando un museo de esas características realiza una exposición de cómic, independientemente de que sea mío o no es un paso adelante para nosotros en el fondo.
¿Te ha llamado la atención el mundo de la animación desde el éxito del largometraje de Buñuel? Porque pareces estar involucrado en el “Proyecto Frankenstein”, ¿qué es lo que has hecho ahí exactamente?
Yo en Buñuel no trabajé en nada. Colaboré un poco en la parte del guión, asesoramiento y poco más. Porque yo no sé animar, tendría que empezar de cero y no me llama mucho la atención la animación. Sin embargo, en el piloto de “La Pandilla VHS”, que va de unos niños que viven en un videoclub en los 90, que es de los padres que viven en la parte de arriba de la casa y que genera una serie de aventuras en torno al cine clásico y de terror, ahí sí estoy más implicado, con el diseño de personajes por ejemplo, los guiones, que giran sobre el terror y la serie B. Aquí sí me he implicado mucho más a nivel gráfico y creativo, pero no a nivel de animar, que animar es una ciencia y un arte muy complicado y necesita mucho tiempo. Yo llevo muchísimos años trabajando solo, al final te haces un lobo solitario en el cómic y en la ilustración. Lo de trabajar en equipo, no tengo problema, pero no estoy acostumbrado. Es otra situación y otro ritmo.
Retomando esa idea de que puedes vivir de tu arte y teniendo en cuenta el punto en que te encuentras de tu carrera, ¿Cómo ves haber empezado en pequeños fanzines en los años 90 y haber acabado colaborando en proyectos internacionales y con ilustraciones para editoriales en otros países, casi de medio mundo? ¿Cómo te ves habiendo logrado eso?
Yo soy una persona que no suele presumir y la gente que me conoce sabe que soy bastante feliz simplemente con no poner el despertador por la mañana y levantarme a la hora que me apetece y ponerme a dibujar. Eso ya para mi es lo mejor del mundo. Lo del Goya muchos amigos míos lo utilizan para ligar. De lo que más presumo es de que nunca nadie me regaló nada en esta profesión. Cuando comencé a finales de los 90 mi padre me decía: “¿pero qué está haciendo mi hijo aquí? ¿A dónde espera llegar con esto”. Y ha sido un trabajo en el fondo de mucho esfuerzo, de trabajar, enviando los dibujos a editoriales, metiendo fotocopias en sobres de Correos, luego ya online y hacer todo lo posible para que alguien te publicase. Y luego ya cuando empiezas a meter cabeza, te das cuenta de que nadie te regaló nada. Fue el trabajo de sentarme a dibujar y luchar por conseguir lo que quería, que es lo que intento transmitir a los chavales cuando voy a los institutos. Si uno quiere ser actriz, bailarina, poeta, dramaturgo, que lo intenten, que lo hagan con pasión y traten de ser el mejor en lo que hacen, como decía Lobezno “soy el mejor en lo que hago” (risas). Que lo hagan o lo intenten.
Curioso ahora que lo menciones, siendo una de las influencias de tu personaje Martín Mostaza y supongo que tuyas también, todas aquellas influencias de tebeos de toda clase que leíste de pequeño.
Ya me gustaría. A mi me encantaría hacer un Spiderman, que es mi personaje favorito, pero es que me siento incapaz de dibujar edificios estilo Nueva York, el rollo realista. Y me encantaría hacer un Western como Blueberry, pero soy incapaz de dibujar caballos (risas). Me encanta la ciencia ficción, pero igual… Al final lo que se me da bien es dibujar gente en ambientes cotidianos, pero me encantaría hacer algo para Marvel. Pero al final todos esos referentes infantiles también están ahí. De hecho, la escuela Bruguera con la que crecimos nosotros: Peñarroya, Vázquez, Ibáñez, no tienen nada que envidiar a muchos de los autores de Nueva York de esa época, aunque no fueran igual de reconocidos, pero básicamente eran igual de potentes.
Permítenos que aprovechemos, pero LH somos una veterana publicación musical que llevamos “sólo” veinte años difundiendo bandas y música y claro, resulta inevitable preguntarte por tu banda Hombre Tigre, que habéis publicado ya dos sencillos, “Después del desastre” y “Cadaqués” de lo que va a ser un disco completo por fin este año, ¿Qué nos puedes contar?
Pues nos viene muy bien porque a Hombre Tigre lo que nos falta es que nos conozcan un poco fuera de Extremadura, donde todo el mundo nos conoce y somos uno de los grupos que más ha crecido en los últimos diez años. Pero tenemos que romper la barrera extremeña y empezar a tocar en otros sitios, sobre todo en Madrid. Grabamos un EP con Guillermo Mostaza hace ya un par de añitos y estamos muy contentos y por eso estamos grabando ahora el disco con él. Hemos grabado cinco canciones de las que hemos adelantado dos y después del verano, si todo va bien, grabaremos el resto para publicar el LP a final de año o principios del siguiente. No tenemos mucha prisa porque hoy en día un LP no tiene el mismo sentido que antes, pero iremos sacando singles, haciendo vídeos. Hemos hecho un par de vídeos con presupuesto, uno con Fran Gas, que es un tío que ha hecho vídeos para Viva Suecia y a lo mejor los siguientes vídeos los hacemos un poco en plan casero, porque nos gusta hacer los vídeos un poco cutres, los “cutrevídeos” como decían El Último de la Fila cuando hacían sus primeros videoclips, que son los que más gustan luego a la gente. Y estamos muy felices con nuestro proyecto. Somos tres: Emilio, Carlos y yo. Nos compenetramos muy bien y estamos orgullosos de nuestro proyecto, pero necesitamos que nos den una patada para sacarnos de Extremadura y empezar a tocar fuera.
¿Posibilidades de presentaros, aunque sea en festivales fuera de Extremadura?
No sabemos muy bien como entrar en festivales porque todo es a base de promotores y también a base de dinero. Ya el hecho de grabar con Guille nos cuesta mucho dinero. Entonces estamos viendo las posibilidades. Estamos empezando a trabajar con un manager y a ver si entramos en algún circuito de festivales. De momento tenemos que plantearnos el otoño para reencontrar al público de Madrid, que curiosamente es el que más nos sigue cuando vemos las estadísticas de Spotify, el público que tenemos está en Madrid. Tenemos que empezar por salas pequeñas y hacer que empiece a sonar nuestro nombre y a ver si eso también nos da el empujón que necesitamos.
SOBRE EL AUTOR
Fermín Solís (Madroñera, 1972) es historietista e ilustrador. Sus primeras páginas se publicaron en los fanzines Subterfuge y Cabezabajo, a las que siguieron obras de más largo aliento, de entre las que destaca el ciclo protagonizado por su alter ego Martín Mostaza: Los días más largos (2003; le valió el premio al autor revelación en el Salón del Cómic de Barcelona 2004), El año que vimos nevar (2006) y Mi organismo en obras (2011). Fermín Solís se consolidó como uno de los autores españoles con más proyección internacional y de futuro con la publicación de la novela gráfica Buñuel en el laberinto de las tortugas (2008), finalista del Premio Nacional de Cómic y reeditada en color en 2019. Tras abandonar durante una década el cómic para dedicarse al libro infantil –es autor de las colecciones de cómic Astro-ratón y Bombillita y La Tribu Chatarra, así como de las novelas de la serie Harry y Cerdon,– ha regresado a la novela gráfica para adultos con Medea a la deriva (2021). Sus libros se han traducido y publicado en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania y Francia.