Nunca leerás nada parecido a La tierra yerma, porque gran parte de las cosas que aquí ha inventado Carla Berrocal no existían hasta que ella las ha dibujado. ¿Qué es imposible negar las influencias que construyen el espíritu de una artista o de su obra? Por supuesto, y ella es la primera que, antes de que su novela gráfica viese la luz, nos regaló en sus redes sociales (aún puedes encontrarlo siguiendo a @pintamonas en twitter, por ejemplo) con una extensa lista de referencias audiovisuales y literarias que tienen eco en La tierra yerma. A fin de cuentas, ella nunca ha negado el sabor a western que destilan sus páginas teñidas de amarillo tierra. Sin embargo en un panorama en el que, pecando de optimista supongo, cada vez resulta más fácil leer el nombre y las historias de mujeres expresándose a través de viñetas, La tierra yerma se separa de lo habitual y de muchos arquetipos y crea una mitología y narrativa propias, con sabor femenino y resultado universal.
Con verdadero espíritu cinematográfico, pero también obvia influencia de la manera en que los manga japoneses nos arrastran a veces desde su primera página, Carla Berrocal nos seduce con un prólogo donde nos cuenta la tradición charra que marca desde su nacimiento la vida de las mujeres de la casa de Salvatierra. Evitando la salvaje selección no natural de los espartanos, pero evidenciando la dureza natural de su estirpe, las Salvatierra son llevadas a la implacable dehesa donde un pinchazo en el índice de las recién nacidas, derrama unas gotas de sangre sobre la tierra yerma, señalando y marcando su destino. Ninguna Salvatierra lloró nunca: «llevaron su carga en silencio, igual que una bestia».
Las siguientes páginas nos descolocan de nuevo y nos presentan a una desconocida en la que podría ser cualquier cantina al oeste de cualquier sitio, aparentemente vencida por algo que aún no entendemos, enfrentada a la amenaza de ese mismo paisaje desolador, donde además algo extraño está atacando e infectando al ganado de la región. Cuando quieres darte cuenta, tu mirada ya forma parte inevitable de la historia y el relato nos lleva al pasado, al lugar en el que todo empezó, una verbena donde coinciden las dos grandes protagonistas de La tierra yerma: Isabel y Leonor, las hijas y herederas de las dos grandes familias de ese escenario que es tan castellano y tan atemporal a la vez, que podría estar en cualquier parte del planeta en el que la vida humana simplemente trata de sobrevivir a las ausencias de vida provocadas por la sequía.
«Para el proceso de la escritura – explica la autora -, yo lo que hice para empaparme un poco más del ambiente, porque yo me creo así como Hemingway (risas), me fui a un pueblito muy pequeño muy pequeño de Salamanca, cerca de Vitigudino. Era invierno, pero la idea era empaparme un poco de lo que era la zona. Anochecía antes, era todo un poco oscuro y quería ver cómo era la gente, el paisaje. Ver qué me decía todo aquello. Allí escribí la versión más definitiva del guión y cuando realmente me planteé todo».
La tierra yerma es un libro que mezcla temas como el legado familiar, el miedo, el amor, alternado con escenas de acción e incluso con escenarios donde tienen lugar hasta lo sobrenatural y lo mágico. En esas baldías llanuras habitadas sólo por mujeres, la única presencia con nombre masculino son los «Ellos», unas criaturas de las que el relato nos irá dando pistas y mostrando su oscura presencia como parte de una trama en la que la indomable Leonor Salvatierra es capaz de alejarse de su familia con tal de acercarse todo lo posible a Isabel, enigmática y hermosa heredera de la familia de Isla Perdida quienes, a diferencia de las Salvatierra, marcan simbólicamente su tierra con lágrimas. Con un marcado paso narrativo donde nada es fortuito y los acontecimientos aceleran el ritmo de la historia, el amor que desata chispas e incluso tormentas entre las dos mujeres, se entremezcla con la llegada y oscuro despertar definitivo de los «Ellos».
¿Quién te gustaría leyese La tierra yerma? ¿En qué tipo de lectora o lector pensabas cuando ideaste, dibujaste y llegaste a la última página de tu obra?
Cualquier tipo de lectora o lector. Yo creo que cuando el autor escribe una obra tampoco escribe pensando en a quién va dirigida, creo que es más un tebeo que me apetecía contar a mí, que me apetecía narrar y que me parecía sobre todo divertida la mezcla tan extraña que tenía de cosas que me gustaban o de cosas que me hubiera gustado ver de adolescente intensa. Pero creo que es más una obra sin pensar a quien va dirigida. A quien va dirigida una obra es al autor. Luego ya digamos que aquello despega y son los lectores los que deciden, pero hasta ese momento yo lo único que me planteé fue pasármelo bien y hacer una historia de cosas que en un principio me gustan.
Una de las cosas, entre muchas, que más llama la atención, es el lado gráfico y la apariencia final de La tierra yerma. Con tamaño casi de manga, ¿por qué en papel de un amarillo tan vivo (salvo en apenas unas recuadros blancos al final del libro)?
Toda la decisión del libro la hablé mucho con Jaume Bonfill, que es mi editor. Yo siempre tuve la idea de homenajear en su formato al cómic japonés, al manga, porque el cómic es en su concepto un manga: muy poca viñeta por página, una narración rápida. En realidad es muy muy manga. Entonces hablando con él yo le dije que quería un formato pequeño muy parecido al de Hierba de Keum Suk y él me dijo que sin problema. Y el tema del amarillo tuvimos muchas conversaciones con respecto a este tema porque yo en principio quería que el cómic empezara en amarillo y terminara en blanco, porque la idea era hacer alusión a que se acaba la sequía. Como técnicamente era muy complejo seguimos hablando y llegamos a la conclusión de que igual lo mejor era hacerlo todo en amarillo porque le daba un rollo más al estilo de las revistas japonesas como el Shonen Jump y todas esas, que tienen papeles de colores muy baratos y me hacia gracia homenajear eso y luego, desde el punto de vista conceptual, como aludiendo al campo charro, a la sequía y a todo eso. Fue un proceso muy de la mano con él y me gustó mucho porque cuando trabajas de la mano con un editor que entiende y que respeta mucho el sentido de la obra, como que lo compacta mucho.
La idea por ejemplo del rojo de la portada también fue una alegoría al manga. Porque yo soy muy fan de Akira y no se si justo el séptimo u octavo tomo tiene un rojo estilo mercromina. La portada ya estaba hecha y era un atardecer muy intenso y le dije «yo quiero que ese rojo sea un rojo como el de Akira«, un poco flúor, un poco que queme las retinas pero que llame bien la atención y que esté lo suficientemente medido como para que no sea exagerado, sino que sea un atardecer bonito. Jaume lo pilló todo enseguida y además el departamento técnico ha trabajado muy bien, todo, la imprenta, la producción, todo ha sido fantástico.
En cuanto al trabajo en sí, ¿lo hiciste en digital o de modo tradicional? En una de tus primeras entrevistas aparecían imágenes en tu estudio con ilustraciones de la novela sobre papel blanco.
Dibujo en tradicional, sí. Yo soy una enamorada todavía de lo analógico, aunque hay algunos trabajos que estoy haciendo en digital porque ahorras bastante tiempo ya que el proceso de abocetado es mucho más rápido porque puedes cortar, pegar, corregir algo muy rápidamente y calcar algo si te interesa. Pero en el caso de los cómics soy una enamorada del proceso tradicional y me niego mucho a hacerlo en digital porque no siento las páginas de la misma manera y hay algo en el papel que me crea un apego muy fuerte, mucho más que en la ilustración. Para mí la ilustración es una forma de supervivencia, de ganarme la vida y de tener un sueldo, pero realmente el cómic es lo que me enamora. Intento hacerlo de la forma que más me gusta, que más la disfruto, que es la analógica. A mi me gusta entintar a mano, encuentro mucha satisfacción en el proceso manual. Es verdad que luego evidentemente en las páginas hay muchos fallos. Los fallos incluso los corrijo con guasch blanco, por ejemplo. Tú ves la página y ves que hay algunas correcciones con blanco. Pero hay veces también que la página la retoco mucho o por ejemplo una vez escaneada y pasada al ordenador pues cambio alguna cosa, retoco otra, afino alguna porque también tengo mucha obsesión con los detalles más pequeños, más finos, para que queden un poco geométricos pero la base de todo siempre es el analógico.
¿Cuánto te llevó escribir el guión antes de ponerte a dibujar, o en tu caso es un proceso que marcha de la mano según avanzas capítulos?
La parte técnica de abocetado, dibujo y entintado me llevó exactamente seis meses, porque pedí una subvención y tenía que ajustarme a la fecha de entrega que me pedía el Ministerio de Cultura y sino cumplía me tocaba devolver la subvención, con todo lo que eso significa par alguien que se dedica a esta profesión. Entonces tuve que hacer un poco de pirueta. Es verdad que la subvención me la dieron a final de 2022 y en más o menos mayo-junio de 2023 estuve como haciendo muchos curros y ahorrando, y de finales de mayo a más o menos octubre sin parar dibujando todos los días sin exagerarte de 9 de la mañana a 9 de la noche, haciendo una media de 10 páginas a la semana, una burrada. Luego lo comparaba con la forma que tienen de producir los mangas japoneses, el cómic japonés funciona también así. De hecho, ellos creo que llegan a las veinte páginas a la semana. Con ritmos de trabajo exagerados y muy salvajes. Me sentí como mangaka por un tiempo. También te voy a decir que todo lo intenso que fue, me lo pasé en grande. De verdad que todas las páginas, todas las cosas que dibujé las hice con ganas, que es algo que no sentía hacía muchos años, porque Doña Concha era tan riguroso y tan documental y tan realista que no tenía esa parte más libre de hacer un poco lo que te diera la gana. Y en este cómic sí que tuve esa sensación todo el rato.
Cuando estaba haciendo el guión me dio una especie de crisis con el final, que en principio iba a ser mucho más de acción, de tiroteos y pensé que no era el final que le pegaba a la obra. Le di muchas vueltas, tuve como una crisis justo cuando lo estaba dibujando y lo reescribí. Pero ¿sabes qué? Que cuanto más pasa el tiempo y cuantos más cómics hago, me estoy dando cuenta de que el proceso creativo es mucho más orgánico y más vivo de lo que yo pensaba, osea que no son espacio estancos: no es guión, story, dibujos… sino que de repente estás haciendo una página y te das cuenta de que la narración te pide una página más o estás viendo que hay una escena que te sobra. Incluso en el momento de escribir los diálogos, que es lo último que pongo, porque voy siguiendo el guión que he hecho y luego lo paso al ordenador y ya en el ordenador pongo los bocadillos. Cuando estaba en esa parte del proceso me pasaba un poco lo mismo, me asombraba de la magia que hay en el proceso creativo, como de ver que de repente la escena cambia o que aprovechaba las viñetas y cambiaba los diálogos. Había cosas ahí como muy destinadas a cambiarse, pero de forma como muy natural. Y evidentemente muchísima inseguridad, porque todo proceso creativo lleva la toma de decisiones y hay algunas que igual te siguen dejando un poco de inseguridad.
¿Disfrutas de la farándula asociada al cómic que ha ido a mayores en España por suerte en los últimos años? Me refiero a salones de cómic, presentaciones, firmas, charlas, encuentros con aficionados?
Yo lo disfruto pero también lo sufro. En general, lo que a mi me pasa es que las personas que somos creativas, en especial las que nos dedicamos al mundo del cómic no tenemos que tener habilidades sociales o saber hablar en público precisamente porque tenemos nuestro mundo, estamos para eso, para crear a través de nuestras manos y que luego entre en contacto con el público y ya está. Es verdad que en un mundo como éste tienes que salir a vender tu trabajo porque vivimos en este hipercapitalismo terrorífico donde ayuda que los autores vayan a estos sitios. Yo me lo paso bien pero es agotador y creo que aunque soy una persona muy sociable y muy comunicativa creo que estas cosas me agotan la pila muchísimo y luego necesito muchísimo tiempo a solas, porque para mí la soledad es fundamental, para trabajar y para estar investigando en mis cosas, viendo cosas que me den ideas. La soledad es una herramienta muy necesaria para el trabajo creativo y es verdad que a mi me hace pasármelo bien y lo disfruto y tengo charlas y me río, pero también creo indispensable estar a solas, con mi gato, viendo películas y sin hablar con nadie porque sino sería una psicópata (risas).
Hoy en día, ¿se puede ser autora de cómics o novelas gráficas sin aprovechar la visibilidad que da la relativa popularidad de una artista como tú? No sólo por ser cabeza visible de entidades tan importantes y necesarias como el Colectivo de Autoras de Cómic. ¿Crees necesario separar el arte que puede ser divertimento y el que es arma de denuncia social? ¿O pueden convivir juntos y aprovecharse una cosa de la otra?
La forma que yo creo ser artista o ser dibujante va muy asociada al activismo. La tierra yerma no es un libro político pero sí tiene cosas muy políticas, creo que para mí es la forma en que lo cuentes. Podría hacer un cómic sobre memoria histórica pero creo que no lo disfrutaría. El tono periodístico me gusta para algunas cosas pero no para las obras que yo hago. Me gusta que tengas cosas de activismo, que tampoco es mucho, tener personajes LGTBIQ ya es algo que se considera activismo cuando debería ser considerado normal que existan ese tipo de personajes en una ficción. Pero desgraciadamente se considera activismo. Y creo que sigue siendo necesario, por supuesto. Posicionarse es una actitud política también. Creo que por mi misma condición de persona LGTBIQ ya me tengo que posicionar de una manera con respecto al mundo. Pero lo hago de la forma que me gusta, que es contando historias y normalizando el tema y haciendo que sea una cosa más no “La cosa”, que esto sucede también mucho dentro de la ficción. Que muchas veces la ficción toma este tipo de personajes y considera su sexualidad una parte inherente de la trama, cuando en realidad no. Debería ser algo totalmente normalizado. Y también que haya personajes LGTBIQ que sean hijos de puta, osea que no se romantice y se piense que todo es bonito y bueno. Yo me considero que sí tengo mi punto activista. No centraliza todo el espectro ni de mi trabajo ni de lo que hago, pero sí que de vez en cuando te piden algún cartel o alguna cosa lo haces y ya está.
Mirando alrededor, hoy en día, y no creo que sea una falsa sensación si revisas los listados de novedades mensuales de muchas editoriales, por fin se empiezan a leer al menos tantos nombres de autoras como de autores. Hablando con editoras, además, por suerte no es una cuestión de cupo, sino de calidad. Como cualquier lucha, nunca se puede bajar la guardia y siempre quedará por hacer, pero ¿crees que la parte más difícil para que esto sea natural ya está hecha?
En la literatura quizás, no sé tampoco el porcentaje de autoras que se editan, pero en el caso del cómic que es como entrar en una habitación con una puerta pequeña y oscura y llena de telarañas. Es complicado. En el cómic seguimos siendo una minoría. Sólo un 20% del cómic que se edita en España está hecho por mujeres y es una batalla bastante dura y bastante difícil. Creo que va para largo aunque hay muchas autoras y cada vez hay más afortunadamente. Pero los premios nacionales sólo dos los han ganado mujeres, los Salones la gran mayoría la gran mayoría quizás salvo el de Barcelona la mayoría son hombres, la mayor parte de las charlas son hombres y es difícil. Es un terreno que es muy masculino, donde las mujeres hemos estado en un territorio muy pequeño yo creo que hasta la llegada del manga. Creo que el manga hizo mucho por incluir a las mujeres. Yo fui consumidora de manga y muchas autoras que ahora estamos editando y que estamos generando obra crecimos en esos años con el manga. Pero estamos muy lejos de la literatura. Habrá que seguir con la lucha con pistolas y caballos y con todo (risas).
SOBRE LA AUTORA
CARLA BERROCAL
Carla Berrocal (1983) estudió ilustración y diseño gráfico en la Escuela de Artes y Oficios N10 de Madrid. Desde 2004 se dedica a la ilustración editorial en medios como eme21magazine, eldiario.es y El País, y en el grupo Vocento. Siempre ha compaginado esta labor, en el ámbito de la ilustración y el cómic, con el activismo feminista, la enseñanza y la divulgación; actualmente colabora en el programa Territorio 9 de Radio 3. Debutó en el cómic ocupándose del dibujo en las obras Hire: el terrible vampiro samurái (2004, junto a Daniel Hartwell) y Mad Trio (2005, con Jason DeGroot), a las que siguió su primer trabajo como autora completa en el volumen misceláneo Quattrocento (2006). Tras años de trabajo, mientras participaba también con historietas breves en recopilatorios y revistas, publicó en 2011 su primera novela gráfica, El brujo, inspirada en la cultura popular chilena y con la que consiguió un amplio reconocimiento entre lectores y crítica. Su siguiente libro fue el cómic experimental Epigrafías (2016), sobre la vida de la poeta estadounidense Nathalie Clifford Barney. Doña Concha (2021), un cruce entre biografía y ensayo cultural, fue el resultado de tres años de dedicación y su incorporación en el catálogo de Reservoir Books, al que ahora sigue La tierra yerma (2024).