Entrevistamos al veterano Miguelanxo Prado por su edición integral de «Presas fáciles». Norma Editorial.

Han tenido que pasar ocho años para que Miguelanxo Prado retomase a dos de sus muchos personajes redondos creados a lo largo de su vasta y amplia carrera como autor de cómics. Porque lo cierto es que los inspectores Olga Tabares y Carlos Sotillo, protagonistas indirectos del primer Presas fáciles, editado originalmente en mayo de 2016 y además, en blanco y negro, nos dejaron a todos los habituales de las historias de corte realista del autor con ganas de saber más de una de esas parejas que, en su contradicción natural, acaban atrayéndose como los polos opuestos de un imán. Así que verdaderamente a lo grande, con un formato mayor (de 20×27 cm. pasamos a un gran tomo de 24×31 cm.) Norma Editorial ha editado a finales de mayo de 2024 una edición integral que, bajo el título común de Presas fáciles, incluye la historia original del 2016, titulada ahora Hienas y presentada a todo color, junto a una nueva aventura, titulada Buitres de tan peculiar y lograda pareja policial.

Tanto Hienas como Buitres son dos enormes relatos policíacos ambientados en una muy creíble ciudad de A Coruña donde este autor ganador del Premio Nacional de Cómic en 2013 por su magnífica Ardalén, nos enfrenta a dos crudas realidades en los que se verán involucrados los inspectores Olga Tabares y Carlos Sotillo. El primero, resolver una espeluznante cadena de asesinatos a los que les une su relación con el mundo de la banca en los años en los que el escándalo de las preferentes arruinó e incluso llevó al desahucio de infinidad de gente inocente, especialmente ancianos que perdieron todos sus ahorros gracias a la usura imparable de los bancos. El segundo, tan actual, tan sórdido, coloca a ambos policías ante el asesinato de una menor relacionada con el mundo de la pornografía infantil.

«Habían pasado cinco años ya de Presas fáciles -recuerda Miguelanxo Pradoy, cuando me iba a poner a trabajar en la siguiente historia, mis editores de Norma y mis editores franceses me dijeron que era una pena dejar esos personajes que funcionaban muy bien, que había química y que el género del thriller se acomodaba bien a hacer denuncia como a mi me gusta y que por qué no me planteaba una segunda historia. Vi inmediatamente la posibilidad de dar el espacio que no les había dado en la primera y una vez que quedó claro que no iba a ser una serie, para lo que yo me declaro incapaz de hacer una serie por mucho que las admire, me dijeron pues un díptico o un tríptico y dije vale».

Lo cierto es que Presas fáciles. Hienas, es un relato policíaco trepidante y todo ello sin incluir apenas acción, tan sólo una tremenda galería de personajes completamente diferentes que funcionan, que nos creemos, que nos convencen e incluso nos hacen empatizar y tomar partido. «Ahí es donde cuenta la experiencia -explica Miguelanxo Prado. Yo tuve esa suerte. Todas esas cosas te van dando herramientas. Hienas es con diferencia de mis narraciones la más trepidante en cuanto a montaje. Para mi fue muy satisfactoria. Cuando empiezan a matar gente en el libro se me iba a 180 páginas. Si este libro lo hubiese intentado cuando tenía 30 tacos lo hubiese hecho mal porque hubiese medido mal. Y mi policiaco no es de persecuciones, no hay coches patrulla por la ciudad, no hay disparos. Son conversaciones tras conversaciones que para mi era una obsesión que fuese ágil poner diez personajes hablando todo el tiempo, porque en realidad es lo que sucede, y cuando acabé me sentí muy a gusto porque funciona».

«Volviendo a Tabares y Sotillo -retoma el autor al hilo del mayor protagonismo y presencia de los inspectores en el segundo libro- ya sabía que les tenía que brindar un espacio mínimo y además ya lo pensé para que tuviera un valor estructural. La relación de Tabares y Sotillo me sirve, para darle ritmo a la narración por un lado y por otro para darle al lector y también como autor cada x páginas un caramelito. A mi para permitir salirme de una historia que no era un plato de gusto y al lector también porque todos los que contamos historias o comunicamos sabemos que lo peor que podemos hacer es fatigar al que está al otro lado. No puedes exigirle un esfuerzo constante. Y ahí me funcionaba muy bien la relación de ellos dos».

Presas fáciles. Hienas, es un tremendo relato de género negro que nos da pistas apenas comienza, lanzándonos sin aviso al suicidio de una pareja de ancianos a los que la estafa bancaria de las preferentes condujo a la única solución que mucha gente elige antes de perder la propia dignidad. Un año después en la trama de ficción los inspectores Olga Tabares y Carlos Sotillo: enérgica, fría y contundente ella; idealista, extremadamente inteligente y atraído inevitablemente por su jefa directa él, se hacen cargo de un asesinato que, a las pocas páginas se han convertido en seis confluyendo todas las muertes en un único caso al ser todas las víctimas trabajadores de la banca.

Curiosamente, en una de esas situaciones en las que la pasividad de la sociedad y la inexistencia de justicia real da ganas de tomarnos la justicia por nuestra mano, Miguelanxo Prado confiesa cómo, habiendo creado ya la ficción, la triste realidad le supero incluso a él: «Yo descubrí que mis padres estaban entre las víctimas cuando estaba ya a mitad del libro. Estaba ya muy hecho, murió mi padre y de repente un día me llama mi hermana y me dice ‘Miguel, los ahorros de papá y de mamá…’, de una familia modesta que no tenía ni propiedades ni nada… pero lo poco que tenían se han ido en preferentes. ‘¿Pero cómo es posible si papá lleva hospitalizado en proceso de cáncer?, le pregunté… Pues en algún momento hubo una firma. Entonces yo fui a conocer al fulano. Tuvimos una reunión con él donde dijo ‘es que sus padre firmaron’… No se lo dije a él pero lo pensé, que sepas que vas a morir… Tenía ya al personaje y cogí y le puse su cara y su aspecto y me di ese gusto. No voy a la cárcel porque yo no he hecho nada, pero me he dado el gusto. Es otra de las partes magníficas de la ficción. Yo era lo que pretendía, decirle al lector: tío, ¿a que tú piensas como yo? ¿A que si tú estuvieses en un jurado que es la pregunta que le hace Tabares al juez, está usted seguro señoría de que un jurado popular va a declarar culpables a los asesinos de sujetos así?»

Justificando la denuncia a través del cómic

El cómic nació como entretenimiento aunque hoy en día, cuando hasta sus autoras y autores son encarcelados en algunos países por usarlo como medio de denuncia como pueden ser los periódicos, ¿qué sensación queda cuando como autor, artista y sobre todo persona, dos historias como las de Presas fáciles, que visibilizan dos situaciones muy reales, son olvidadas en un suspiro por la avalancha de información, la inmediatez y la globalización?

«Esa es la parte desesperante pero yo creo que nos atañe a todos. Tengo cantidad de amigos que son periodistas que hacen un trabajo de investigación durante 5 meses, se publica, tiene el pico y 6 meses después nadie se acuerda ya del asunto y a veces son tragedias de cosas  gordísimas. En ese sentido no nos queda más remedio que asumirlo. Se que estoy trabajando para una eficacia relativamente efímera pero funciona y el cómic ha demostrado en la madurez del lenguaje precisamente eso, que es un lenguaje: no es un género y por tanto con él puedes contar lo que te de la gana. Puede ser un asunto absolutamente banal, puede ser algo almibaradamente poético, puede ser algo profundamente nostálgico, puede ser una aventura desenfrenada o puede ser, como cuando empezamos a ver los trabajos de Joe Sacco, que era eso: periodismo en viñetas. Él siempre lo reivindicó. No es mi caso. Después de hacer estos dos libros que es lo que más me ha acercado, pero curiosamente yo los pondría en relación con mis trabajos de El Jueves, con las Quotidianía Delirante. Lo que pretendía era lo mismo.

Yo no pretendo hacer ese trabajo notarial que tiene que hacer la prensa, que tiene que ser conocer el dato, contrastarlo y hacerlo objetivo. Yo lo que quiero es manipular ese dato que es justo lo que el periodista no puede hacer pero yo sí que lo puedo manipular para forzar e ir empujando al lector hasta que haga una reflexión no para que juzgue lo que ya pasó sino lo que puede pasar a partir de ahí y a mi es lo que me interesa. Yo cuando contaba lo de las preferentes ya no tenía arreglo, ya se había hecho. Y aún así tuve satisfacciones. Yo firmé libros para gente de la banca. A mi aquello me hizo ver que había servido para algo. No les descubrí nada que no supiesen, pero el hecho de que leyesen el libro le toca, que les haga pensar, esa es la grandeza de la ficción. La ficción puede hacer eso. Desde la prensa podemos denunciar pero no podemos proponer soluciones. Yo tampoco, lo que propongo es el debate. En palabras mayores, que no me pretendo ni comparar como comprenderéis, es lo que hace un Huxley con Un mundo feliz o un Orwell con 1984. No es analizar lo que ya pasó, es decir esto nos puede llevar aquí y ahí es donde es eficaz. Yo ahí es donde me quiero mover. Como autor me quiero mover en la ficción por mucho que me llegue a pegar a la realidad para proponerle al lector ese último giro: si durante un período de tiempo funciona y sirve, genial. A veces suena la flauta.

El año pasado estaba presentando el 30º Aniversario de Trazo de tiza. Jamás pensé que un libro mío estuviese reeditándose ininterrumpidamente 30 años. Si a mi me lo dicen cuando lo estaba haciendo… Bueno, no sabes quién lo va a leer ni cómo va a influir en una persona para que construya algo sobre esas ideas. A mi me parece que siempre es un trabajo justificado y que la tentación de sentir ese desanimo está ahí. Dos años de trabajo para que luego pase tan rápido. Pero no queda otra».

Los colores del pintor convertido en dibujante de cómics

Como en todas las obras de Miguelanxo Prado, resulta inevitable no perderse en la forma única de afrontar sus viñetas, incluso situando ambas historias de Presas fáciles en un escenario tan poco dado a los contrastes que otorga el sol como la ciudad de A Coruña. Y sin embargo, en tantas páginas alumbradas en interiores opacos, tristes, tan grises como las historias que se nos relatan, el autor es capaz de dejar espacio suficiente para disfrutar de su detallado trazo único, incluso retratando paisajes urbanos. Teniendo en cuenta que Presas fáciles. Hienas, fue publicada originalmente en blanco y negro, ¿cómo decidiste los tonos que acabarían unificando, a color, ambas historias en este libro integral?

«Cuando acabé de escribir el guión de la segunda tuve clarísimo que esa la tenía que contar en color, igual que la primera tuve la convicción de que el blanco y negro tenía toda la justificación y todo el sentido, esta segunda la quería hacer en color. No es el color de Ardalén ni el de Trazo de tiza. No quería que sirviese para el goce estético que sí creo que tiene en esas otras obras. En Ardalén hay toda una carga melancólica y nostálgica y no tenía ningún problema con que el lector sintiese como funcionan ocres, verdes en la construcción de paisajes, ya sea en la montaña o el mar. Pero aquí sí quería que el color no sirviese de distracción al lector. Quería que hubiese color pero todo tiene ese tono sombrío general y tiene una relativa reducción de contraste. No tiene la luminosidad de las páginas de Trazo de tiza, que no la quería para nada, ni tiene la estética de Ardalén, donde todos los colores están justo medidos para crear esa sensación de digamos de belleza. Yo aquí quería que el color fuese estrictamente funcional, que ayudase contando la historia, el blanco y negro de la primera le da un toque atemporal, digamos a cosa pasada, en cambio esto quería que se viese vívido, real. Y quería que esas páginas que reservé para Tabares y Sotillo, porque si os fijáis todas las páginas transcurren en interiores, pero las páginas de ellos son en las que salen al exterior y nos dejan respirar en todos los sentidos. Ahí quería, ya que no iba a tener ni la luz del Mediterráneo ni la luz de Andalucía, pero sí quería que esa luz tamizada que tiene el Atlántico y el norte y que sirviesen de contrapunto a la luz artificial del resto de la historia y básicamente fueron los criterios con los que trabajé cromáticamente.

Siempre explico: yo llego al cómic tarde cuando ya estoy estudiando Arquitectura, cuando ya he realizado dos o tres exposiciones en galerías de arte profesionales. Yo llego sin que eso suponga ningún titulo de nobleza, sólo para explicar el por qué. Yo llego como pintor. A nivel de imagen yo manejo ya el color y la composición cuando hago alguna viñeta, cuando la construyo no puedo dejar mi faceta de pintor de lado y construyo con volúmenes, no simplemente con eficacia narrativa, sino con una formación pictórica por detrás y claro, cuando trabajo el color de manera natural e intuitiva me sale hacerlo así. No soy colorista, que los admiro y hay gente que hace trabajos soberbios, pero  no soy iluminador, soy pintor. Veo cromáticamente y me esfuerzo por aquellas cosas que decían Degas o Klimt: pintas cuando das una pincelada de violeta y el espectador lo que está viendo es un rojo. Un colorista no hace eso. Yo no me puedo separarme de ese fulano que lleva acompañándome toda la vida y que funciona de manera automática en las historias. Yo estoy trabajando con esto e inmediatamente mi código de color se recoloca y se transforma.

Página del Presas fáciles en blanco y negro de 2016 y de la versión coloreada en 2024.

El hacer el color de la primera me obligó más a hacer más un trabajo de colorista. La obra ya estaba hecha en medios naturales en blanco y negro y grises entonces el color que yo aporto digital lo que intenta es imitar el otro. Estoy contento con el resultado que creo que es más que aceptable, no chirría. Tú ves las historias y no dices esto es digital y esto son medios naturales pero ya no se pareció en nada. Ahí no trabajaba el pintor más que en los conocimientos teóricos. Saber las cantidades de saturación, de contraste, de luminosidad, pero ya era un trabajo técnico, infinitamente más aburrido porque ya sabes lo que va a salir.

Miguelanxo Prado es un autor constante, detallista y asombrosamente modesto para una trayectoria que le ha logrado infinidad de premios y nominaciones tanto dentro como fuera de este país, así como colaboraciones que a ningún aficionado a los cómics le pasan por alto como esa gigantesca historia corta en la que recreo incluso una historia de Sandman. Aunque como autor completo, artífice de sus guiones, sus dibujos al completo e incluso el reconocible color que pinta de suaves tonos pastel sus historias, a Miguelanxo Prado le sobran personajes genuinos a los que ha dotado de verdadera vida, como los de este libro, donde cada página devuelve el eco del esfuerzo y tiempo empleados para ofrecernos otra lección magistral narrativa.

«El cómic es de todos los lenguajes el más lento. Yo que he trabajado en audiovisual y en tele es todo mucho más rápido, puede llevar tiempo construir las bases financieras de un proyecto pero luego el rodaje es cuestión de equipo y en cuatro meses tienes una película. Mientras que cada proyecto de cómic a mí lo mínimo que me lleva son dos años. Escribirlo, planificarlo, dibujarlo y pintarlo son dos años. Entonces echo cuentas y quiero contar esta historia, más esta y esta. Que dentro de diez años se me haya olvidado el vértigo, puede, pero ahora aunque me de pena por ellos -los inspectores Olga Tabares y Carlos Sotillo-, por mucho cariño que les haya cogido, ahora necesito perderlos de vista una buena temporada y tal vez definitivamente».

Doble razón para acercarse, leer y disfrutar de dos historias tan redondas, pese a su dureza, como son las de Presas fáciles. Entre otras cosas porque además, como remarcó también el autor, los peligros de la Inteligencia Artificial, que no deja de cobrarse víctimas en el mundo artístico en su continúo robo de obras sin pudor. Para acabar una extensa e intensa charla que el artista ofreció a un selecto número de medios en Madrid, Miguelanxo Prado no cree que nuestra sociedad actual llegue a considerar víctimas de la IA a los artistas:

Estudio de personajes incluido en el Cuaderno Gráfico al final del libro.

«Serían unas presas fáciles con las que es más difícil empatizar, porque de salida el ciudadano medio no ve la debilidad, lo que ve es en realidad una tipología privilegiada que nosotros mismos hemos favorecido. Cualquiera que se dedica al arte vive «bien». No se suelen contar historias de gente mediocre ni de fracasados, se habla, por ejemplo, de Pollock. Nosotros mismos huimos de eso: publica uno un libro del que se venden 300 ejemplares y sale el autor diciendo que está muy contento y que «está siendo muy bien acogido por el público». Es la idea que queda. Con lo cual como presa fácil va a ser difícil convencer al lector. Que es una presa con las capacidades muy limitadas de autodefensa, evidentemente. Pero no hace falta que pasen ni 5 ni 10 años. Ahora mismo podría hacer una lista de gente que ya está fuera del sistema. Gente que hacía un trabajo honesto y que ya no están. Si introducimos IA y similares perdemos de vista lo que es el camino central y se van quedando víctimas colaterales. «¿Qué sabes de fulano?, te preguntan, «pues hace tiempo que lo dejó porque ya no vendía lo suficiente». Sólo tienes que ver el trabajo de los traductores, que quizás no hacen un trabajo para Premio Pullitzer, pero hoy en día ya se decide que su trabajo lo haga una IA».

SOBRE EL AUTOR

MIGUELANXO PRADO

El, hoy internacional, autor Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) comenzó su carrera artística publicando sus primeras historietas a finales de los años 70 en diversos fanzines gallegos. A partir de 1980, coincidiendo con su traslado a Barcelona, colaboró de manera asidua con la influyente cabecera Zero, que había logrado reunir a un grupo de autores convertidos en referentes actuales. En estos momentos, entra en contacto con el editor Toutain quien publicó algunas de sus primeras historias, en las que ya se dejan ver algunos de los rasgos de su personalidad artística. Desde estos inicios hasta la actualidad, su obra ha evolucionado del relato de ciencia-ficción a otro más costumbrista e interesado por el individuo, con un poso melancólico y poético.

Durante la segunda mitad de los años 80, el autor da salida a un nuevo registro que también demostró dominar, la comedia, con Crónicas Incongruentes (Norma Editorial, 1990) y, sobre todo, con Quotidianía Delirante, recopilada por Norma Editorial en un solo tomo integral. Editorial con la que había empezado a trabajar en 1988, con la publicación de Manuel Montano, con guiones de Fernando Luna. Pocos años después, en 1992, aparece su primera historia larga, la multipremiada Trazo de tiza. Le sigue en 1993, Pedro y el lobo, y, posteriormente, la recopilación de historias cortas, Tangencias (1995). En los años siguientes el autor desarrolla su faceta como ilustrador para libros y revistas, además de realizar importantes trabajos en publicidad y animación. Hasta que en 2004 publica La mansión de los Pamplín, que recibió los premios a la Mejor Obra y al Mejor Guión, en el Salón del Cómic de Barcelona, de 2005.

Prado volvió a dedicarse durante los años siguientes a su nuevo proyecto, que salió a la luz bajo el nombre de De Profundis, como película de animación (2006) y libro ilustrado (Norma Editorial, 2008). Posteriormente, en 2012, publica la que será su novela gráfica más ambiciosa, la multipremiada Ardalén, una poética reflexión sobre la memoria que fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic de 2013. La curiosidad de este autor por la realidad que le rodea y su relación con el individuo continúa presente en sus últimas obras, como en Presas fáciles (Norma Editorial, 2016), donde Prado crea un policíaco a partir de la realidad social y económica que atravesaba la España sacudida por la crisis. También podemos encontrar esta mirada incisiva en El pacto del letargo, proyecto en el que anda involucrado y que abrirá la Trilogía del Trisquel, que ha definido como una gran fábula contemporánea sobre el bien, el mal y la culpabilidad.

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