
1936
Espejitos de mi alma,
que entrecierro mientras baila,
el lucero que derrama,
sus rayos sobre mi espalda.
En el campo con la azada,
poco pan para mi casa.
Madre dura, padre ausente,
rojo por no ser del Frente.
Casa de la Madre Santa,
paredón antes que iglesia.
Sobre la tierra de España,
dónde los disparos suenan.
Sopa fría derramada,
comida que antes abundaba,
timbre de madera hueca,
bala atenta tras la puerta.
Dando el paseo nacional,
rebosan ya las cunetas.
Suda la venda infernal,
manos altas mientras ruega.
Cuadro de Goya reincidente,
empuña enemigo conocido,
vecinos y amigos de siempre,
que a mi padre han vendido.
Espejitos de mi alma,
que con lágrimas salaban,
la sopa que Cristo bendijo
mientras Judas le daba la espalda.
Disparos por corcheas
En clave de Sol suenan,
los disparos por corcheas.
En clave de Fa oigo,
los sacos cogiendo polvo.
Le sigue un silencio sordo,
un compás que ocupa entero,
una figura sin consuelo,
que vive tocando fondo.
Un fondo que siempre es Mi,
en la última cuerda.
De una guitarra parda,
que por dentro es hueca.
Le acompaña el latido tosco,
de la última bala al vuelo,
que nace corchea en fuego,
y muere al cerrar los ojos.
En un tres por tres bailan,
las almas que al cielo escalan.
En un dos por dos oigo,
mil lamentos rogatorios.
Termina con un temblor,
que el músico al pentagrama,
añade para asustar,
y no tocar más la guitarra.
La Tierra por motivo
A modo de saludo y con el brazo erguido,
de la niñez del campo me despido.
Me despido del oro, que en la tierra es trigo,
los dejo en barbecho, mis sueños y cultivos.
En la oscuridad de la noche, somos cochinillos,
que la trinchera ha separado del cariño,
de la Madre Patria, del pueblo unido,
rezando no ser del festín embutido.
La melancolía, y mi pasión por ella,
hacen que del fuego nazcan mil reyertas,
a lo lejos, del cielo, hacia la eternidad,
durmiendo intranquila mi Tierra está.
Se moja mi alma con sangre de perlas,
de perlas porque con mis lágrimas se mezclan,
creando collares que sólo llevarán,
aquellos que nunca quisieron la paz.
Lucho por las eras, que con un rastrillo,
peinan bruscamente los hilos de mi destino.
Lucho por el bosque, del monte el vestido,
por las hojas que caen por haber vivido.
Lucho por ver de nuevo al rocío,
pintar los labios de luz al plantío.
De espejo está el cielo, que devuelve el brillo,
lucho ajeno al bando, solo por mí mismo.
Nupcias sevillanas
Tocan palmas en Triana sin guantes,
son de un cuento las tristes migajas,
que por toda Sevilla se esparcen,
son del tesoro, sin cruz, un mapa.
El Guadalquivir ya quiere casarse,
despacito va camino al altar,
solo le falta un marido elegante,
que con palmas la boda encontrará.
Desde el puente se contempla el arte,
un cuadro con paleta escarlata,
de invitados que no quieren sentarse,
porque en vez de sillas hay barricadas.
Los regalos se conservan aparte,
en la Torre que en su día guardó,
toneladas de oro y diamantes,
y al marcharse el marido se perdió.
Las palmas comienzan a cansarse,
el río ya no baja hacia el mar,
su vestido de navajas punzantes,
se descose si el arroz es metralla.
En Triana ya no pueden besarse,
las parejas que la Luna creó,
En Macarena pasa algo semejante,
pues la Luna va ligada al Sol.