La aventura contada en línea clara: “La doble vida de Max Fridman. Rapsodia húngara / La puerta de Oriente” de Vittorio Giardino. Norma Editorial.

Norma Editorial nos ofrece nuevamente la oportunidad de redescubrir en estos meses con tiempo sobrado para la lectura, dos títulos reunidos en un completísimo Integral que, siendo éxitos inesperados a principios de la década de los 80 del siglo pasado, se mantienen hoy en día más interesantes y vigentes que nunca. Rapsodia húngara y La puerta de Oriente son los dos primeros álbumes que este maestro de la línea clara europea nacido en Bolonia dedicó a su personaje más emblemático y conocido: Max Fridman. Antihéroe incluso en su apariencia física, el aparentemente inofensivo director de una pequeña empresa que comercia con tabaco y que opera desde Ginebra, en realidad tiene un curioso pasado ligado a “la Firma”, es decir, a los servicios secretos de espionaje franceses. Decidido a contarnos una historia de espías que nos convence y sumerge desde la primera página en el mundo que rodea a Fridman, su autor, Vittorio Giardino, reflexiona sobre su particular y querido héroe: “en la vida real, sucede a menudo que los personajes que muestran una valentía incluso excepcional son bajitos, rellenos y calvos. En el caso concreto de Max Fridman, quise imaginar a un protagonista de unos cuarenta años, más bien bajo, con una barba que no ayuda nada a que parezca más joven. Una especie de anti 007, por decirlo de algún modo”.

Quizás por eso mismo resulta tan fácil identificarse con las peripecias de un protagonista al que parecen superar en todo momento las circunstancias y que, sin embargo, parece conseguir siempre hasta de los peores momentos, empezando por los que afronta en Rapsodia húngara, primero de los dos títulos incluidos en un Integral que de verdad merece la pena porque, aparte de rescatar dos obras imprescindibles que siempre merece la pena releer o descubrir por vez primera, incluye de sus 232 páginas nada menos que 62 de extras que son una verdadera delicia y hallazgo para los aficionados al arte de Giardino: empezando por una interesante sección de documentos que nos ayudan a identificar el detalle con el que el autor es capaz de reproducir los escenarios reales de sus libros. Le sigue un despliegue de ilustraciones espléndidas, algunas de las cuales fueron las portadas originales en sus sucesivas ediciones, para pasar después a bocetos y dibujos en blanco y negro aún más interesantes. El recorrido se completa con una inesperada y muy reveladora entrevista con texto y fotografías de Gabriele Ferraresi, periodista y escritor que conversó con un muy amable Vittorio Giardino sobre el personaje de Max Fridman, dándonos tantas pistas que, acabando de leer sus palabras, nos dan ganas de volver a comenzar la lectura de sus relatos para ninguno de los detalles de los que habla.

El álbum que inicia este tomo en tapa dura de tamaño algo inferior al que nos tiene acostumbrados Norma con sus recientes novedades de europeo (19×26 cm.) es Rapsodia húngara, frenética historia de espías que nos deja sin respiración desde las primeras páginas, donde asistimos al sangriento motivo por el que “la Firma”, el servicio secreto francés, se ve en la necesidad de sacar de su idílico retiro de normalidad a Max Fridman desde Ginebra, donde vive con su hija pequeña, a la convulsa ciudad de Budapest en los años que, como todos sabemos, fueron previos a la cruenta II Guerra Mundial.

En semejante escenario que, aún a día de hoy, mantiene intactas las heridas que la Historia marcó a sangre y fuego en los muros de sus edificios, Giardino idea un asombroso plantel de personajes principales y secundarios alrededor de la figura de Fridman, quien se mueve en el tambaleante escenario en el que espías rusos, húngaros, nazis y franceses, con el interés de media Europa en el resultado, nos hacen viajar por los detallados decorados de 1939 para los que Giardino se documentó hasta los extremos. “Existen muchos restos materiales -añade el autor-, en casi todas las ciudades hay calles, esquinas, plazas que están igual. Hay investigación histórica más que suficiente”.

Imposible de no devorar en una única lectura, una de las cosas más curiosas que se descubren tras la lectura de esta edición Integral es la propia historia que rodeó su publicación. Antes de 1981, Giardino era, según sus propias palabras, “un debutante con escasísimo éxito. Publicaba las historias de Sam Pezzo (detective duro pero integro en las calles de una Bolonia negra y cruel plagada de criminales) en Il Mago, pero nunca tenía páginas suficientes para explicar una historia como yo quería”. Quizás esa necesidad de expresar del todo las historias que le bullían dentro le llevó a lo que, en aquella época donde la edición, impresión y tiradas de libros no tenían nada que ver con las de ahora, tomase la decisión que para él marcó la diferencia: “en 1981 me embarqué en una historia en color, por tanto, cara de imprimir, de 90 páginas; para un debutante era un suicidio. Porque fuera, y sobre todo en Francia, donde estas historias tenían cierto mercado, había un estándar para los cómics, que eran 46 páginas. En Italia, la primera edición de Rapsodia húngara la publicó Bernandi en su Isola Trovata. Si no me equivoco, la tirada fue de mil copias. Después el libro se ofreció a Francia”.

Y así fue como Giardino se atrevió a probar suerte en el crucial mercado franco-belga, donde gracias a la visión de Jacques Glénat, “un gran apasionado del cómic, con quien ya había publicado un álbum con algunas historias de Sam Mezzo, recuerda Giardino, Rapsodia húngara se convirtió en parte en el título histórico que hoy tenemos la suerte de recuperar, volver a disfrutar y recomendaros sin ninguna duda: “con aún más inconsciencia -recuerda Giardinoyo era totalmente desconocido en Francia, presentaba un libro largo, el doble de uno normal, y a color. (…) Y sin embargo, aunque suene raro, Rapsodia húngara se vendió en 1982, y en 1983 , y el año siguiente y el siguiente hasta ahora. Supuso el verdadero punto de inflexión de mi vida. Rapsodia húngara hizo que yo siguiera haciendo cómics”.

Como todo pequeño o gran éxito editorial que se precie en el mundo de las viñetas, especialmente en unos años en los que las ventas de cómics en Francia alcanzaban cifras de verdadero vértigo, Rapsodia húngara y las aventuras de Max Fridman tuvieron su continuación en la segunda historia contenida en esta edición Integral. Así nació La puerta de Oriente, un álbum mejor si cabe, más maduro aunque igual de bien planificado que Rapsodia húngara, y es que Vittorio Giardino demuestra sus orígenes profesionales y estudios como ingeniero electrónico como persona con mentalidad de ciencias a la hora de elaborar el esqueleto creativo de lo que quiere contarnos: “nunca empiezo una historia sin saber cómo va a terminar. No pasa que empiece y después vaya inventando: siempre sé el principio y el final, mientras que en medio las cosas nacen a medida que las hago. Porque lo difícil no es explicar una historia, lo difícil es cerrarla”.

La puerta de Oriente traslada a Max Fridman a un escenario tan increíble e importante para el futuro de la Europa de Entreguerras como fue Estambul, esa legendaria ciudad que fue capital de tres imperios y que, aún en la época en que Giardino la retrata, como bien podría ser hoy en día, sigue siendo una urbe universal donde confluyen ríos de culturas tan diferentes que resulta imposible no caer ante sus encantos como escenario ideal de otra historia de espías aún más complicada, donde nuevamente el doble juego de no saber en quien se puede confiar sitúa a Fridman en una complicada encrucijada en la que, ya sin tener ninguna misión como agente secreto francés, su pasado le persigue y todos los bandos habidos y por haber (a cuál más cruel e implacable, empezando por los rusos), acabarán queriendo matarle por algo en lo que, esta vez, no tiene absolutamente nada que ver hasta que decide involucrarse por salvar su propia vida.

Fridman volverá a vivir sus peripecias rodeado de impenetrables enemigos rusos, alemanes e incluso turcos de objetivos fijos mientras que los personajes femeninos, pese a cierto e inevitable sabor ochentero donde los roles de hombres y mujeres obedecían aún a ciertos estereotipos hoy mal vistos, son en realidad mujeres fuertes, decididas a formar por méritos propios de tramas donde Giardino no muestra piedad cuando toca hacer recuento de víctimas de sus historias. Así, el inolvidable papel de la agente Cleo o la inocente Etel en Rapsodia húngara lo llena en La puerta de Oriente la misteriosa y enigmática Magda Witnitz quien, parejo a su complejo personaje imprescindible en el conjunto de la trama, es también excusa para la forma en que Giardino se recrea en el dibujo de mujeres con un toque tan único e inconfundible como el que Milo Manara lleva a sus protagonistas femeninas aunque marcando las diferencias: “yo siento una gran estima por Manara, que es un retratista extraordinario, pero cuando inventa un personaje femenino, cambia el peinado, el maquillaje, pero siempre es el mismo. A mi me gustaría evitar eso. Porque en la vida real no es así. A menudo hay mujeres muy fascinantes que ni siquiera se corresponden con el canon de belleza clásico y aceptado. Marlene Dietrich, en realidad, no era muy guapa, pero era extraordinariamente fascinante. Yo intento encontrar los rasgos que expresen o sugieran a mis ojos la psicología del personaje y logren transmitírsela al lector. Aunque no siempre se logra”.

La doble vida de Max Fridman. Rapsodia húngara / La puerta de Oriente es toda una celebración incluso cuando has leído ya estas historias de Giardino. Primero como Integral por su ingente cantidad de extras, muchos de los cuales no te esperas y suponen una más que agradable sorpresa. Segundo como obra escrita con mayúsculas, la lectura de ambos álbumes, tan bien planificados y mejor dibujados, hace ya la friolera de hace más de 40 años, nos recuerda la importancia de mantener vivo el legado de las mejores historias, lejos de nostálgicos revival ochenteros, por el verdadero valor narrativo e histórico de autores que merecen ser recordados hoy tanto como celebrados todos los que han llegado después, fruto en algunos casos de la buena influencia de maestros como Vittorio Giardino.

SOBRE EL AUTOR

VITTORIO GIARDINO

Nacido en Bolonia el 24 de diciembre de 1946, tras licenciarse como ingeniero electrónico y trabajar nueve años en esta profesión, la abandona para consagrarse al cómic. En 1978 aparecen sus primeras historietas, recogidas bajo el título genérico de Storie da dimenticare en el semanario La città futura. En 1979 pasa a la revista Il mago, donde crea su primer personaje de importancia, el investigador privado Sam Pezzo, que más tarde se trasladará a las páginas de Orient Express. Para dicha publicación, Giardino crea en 1982 otro personaje detectivesco: el ex-agente del servicio secreto francés Max Fridman. Su primera aventura, Rapsodia húngara, supondrá para su autor la consagración internacional, y quedará superada en las siguientes entregas: La puerta de Oriente y ¡No pasarán!, esta última ambientada en la guerra civil española. En 1983 cambia de registro con Little Ego, revisión del Little Nemo de Winsor McCay. Giardino ha recibido numerosos premios por su carrera, incluyendo el Yellow Kid del Salón de Lucca en 1982, el Alfred del Salón de AngoulÊme, y el Premio Harvey concedido en la San Diego Comic Con.

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