“Laberintos 2” de Charles Burns. Edita Reservoir Books

Reconocible artesano del trazo en su más pura esencia, Charles Burns vuelve a hipnotizarnos con la segunda entrega de su nueva trilogía Laberintos. En ella Burns nos deja asomarnos a la vida de Brian, uno de esos adolescentes a los que les cuesta seguir y formar parte de la masa imperante. Aficionado al cine de serie B y de terror del que las viñetas de Burns son un reflejo apabullante, como todo adolescente, Brian se enfrenta a una continua lucha entre aceptación de su propia identidad y convivencia con la realidad. Ya en el primer tomo los rutinarios esquemas del joven se ven alterados por la presencia y la atención de Laurie, quien es capaz de ver e incluso trata de seguir las ideas, gustos y aficiones de Brian. Una de las más importantes, su pasión por el cine, hasta el punto de querer rodar su propia película, nos llevan a este segundo tomo, donde la obsesión de Brian de ser capaz de filmar la historia de alienígenas que imagina se alterna con su inevitable atracción por Laurie. El resultado es tan inquietante y adictivo como el primer libro o cualquier otro libro de Charles Burns. Porque hasta en la más normal de las situaciones, como un encuentro o una cena entre adolescentes reales, resulta impredecible saber qué nuevo giro tomarán los acontecimientos.

Hay quien ha comparado esta nueva trilogía de Burns con el libro Retrato del artista adolescente de James Joyce. Y lo cierto es que el tono oscuro seguido por Burns hace pensar bastante no sólo en la implicación personal del autor en su obra sino en los posible toques autobiográficos que parecen adivinarse en el carácter del protagonista, quien necesita anteponer aspectos de su cruda realidad (como el alcoholismo de su madre) antes que poder pensar en estar con Laurie.

Mezclando lo que se cuece en la desbordante imaginación del protagonista con los encuentros con sus amigos, mundos tan opuestos se solapan al punto de que hay viñetas que es difícil saber si son soñadas o vividas. Con su estilo limpio, pulcro e impecable de desgranar en viñetas sus dibujos, Burns consigue nuevamente en Laberintos 2 un sentimiento de calma, de contar las cosas despacio y con los recursos que sean necesarios. Es la curiosa paradoja en que un norteamericano es capaz de dibujar cómics como si dirigiese una película europea pero sin abandonar todos los temas y tópicos de la serie B norteamericana: el afán por rodar películas caseras, las relaciones problemáticas entre adolescentes centrados en su egoísmo, los paísajes urbanos y naturales, con cabaña perdida en mitad de un bosque incluida, los extraterrestres estilo años 60 con forma de cerebro y tentáculos… Este es uno de los motivos inevitables por los que Burns es tan realmente querido en Europa y sus novelas gráficas y su obra, expuesta y vendida en galerías de arte, son objeto de culto. Eso y que algunas de las ilustraciones a página completa de este nuevo libro son sencillamente obras de arte por si solas. El resultado: leer Laberintos 2 es disfrutar de una forma de dibujar inigualable a través de una narración hipnótica. Charles Burns nos habla de mundos fantásticos que están en realidad dentro del nuestro, gracias al cine, al arte, a este cómic y la credibilidad de sus personajes nos hace darnos cuenta de ese y muchos otros detalles de los que esperamos impacientes su conclusión en el tomo final de esta trilogía que esperamos no tarde demasiado en llegar.

SOBRE EL AUTOR

Charles Burns nació en Washington D.C. en 1955 y creció en Seattle. En los años ochenta, su trabajo comenzó a destacar por sus colaboraciones en Raw, la mítica revista de Françoise Mouly y Art Spiegelman. Desde entonces ha participado en una variada gama de proyectos que incluye portadas de discos, publicidad, escenografía teatral y animación. Sus dibujos han llenado las cubiertas de revistas como The New Yorker, Time o The Believer. Con la novela gráfica Agujero negro, una historia épica que le llevó diez años terminar y que se publicó en volumen recopilatorio en 2005, obtuvo los más prestigiosos premios internacionales: los Eisner, Harvey e Ignatz en Estados Unidos, y la Fauve d’Or del Festival de Angulema, en Francia.
En 2010, Burns presentó Tóxico, la primera parte de un nuevo tríptico, a la que siguieron La colmena y Cráneo de azúcar; la trilogía fue reunida en un solo volumen bajo el título Vista final (2016). Sus trabajos han sido expuestos en la galería Adam Baumgold en Nueva York y la galería Martel de París. En la actualidad Burns reside en Philadelphia junto a su esposa y su gato.

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