«Spirou y Fantasio Integral 8. (1961-1967)»: últimas historietas de Franquin del personaje inmortal. Dibbuks.

De entre las muchas buenas noticias acaecidas en el mundo del tebeo en este 2024 y, en especial en lo tocante a obra editada en España, sin duda una de las más celebradas fue la vuelta de dos personajes como Spirou y Fantasio a nuestras vidas. Celebramos por todo lo alto la edición al fin de la tercer y cuarta partes de La esperanza pese a todo de Émile Bravo, pero también toca hacerlo y más si cabe con la última joya del personaje que la editorial Dibbuks ha puesto a nuestro alcance y en toda buena tienda de cómics que se precie. Tan esperado como la versión de Bravo, este octavo y último tomo de la serie de integrales dedicadas a Spirou y Fantasio con la firma de Franquin, sin duda uno de los autores más emblemáticos del personaje, es el mejor regalo que cualquier aficionado a autor y personaje puede hacerse. Spirou y Fantasio Integral 8. (1961-1967) recoge cuatro historias verdaderamente únicas: QRN en Bretzelburg, un formidable relato de acción y aventuras repleto a partes iguales de los momentos cómicos más surrealistas con reflexiones cercanas al tono trágico; Los Bravo Brothers, desenfrenado caos en viñetas donde Franquin llevó a Spirou y Fantasio a la oficina donde vivía otra de sus mejores creaciones: Gastón el Gafe; el muy curioso relato ilustrado Los robinsones del raíl y la despedida por todo lo alto Un bebé en Champignac donde Franquin recupera a Zorglub, el villano por excelencia de la serie, de un modo realmente peculiar.

El magnífico tomo integral en tapa dura editado por Dibbuks, fiel reflejo del editado por la editorial Dupuis en Francia y repleto de extras, infinidad memorables textos que hacen más comprensible la lectura, recoge una de las paradojas que reflejan la grandeza indudable de Franquin como autor. Dibujante de merecido éxito, lo cierto es que la demanda de historias y dibujos le condujo a una situación límite de agotamiento físico y mental. LLegado el punto de la depresión, se vio obligado incluso a interrumpir la notable historia con la que se abre este integral: QRN en Bretzelburg. Pero, cansado de Spirou y a sabiendas de su decisión irrevocable de pasarle el testigo y responsabilidad sobre el personaje a Fournier en 1968, Franquin continuó testarudo y firme hasta el final, elaborando guion y asombrosos dibujos de tres historias finales que verdaderamente marcarán un hito en la serie. Su madurez narrativa llevada a viñetas nos dio una última lección de virtuosismo narrativo y gráfico imposible de olvidar.

Una muestra de los contenidos explicativos que introducen cada aventura del integral.

Si eres de los pocos que aún no ha tenido la suerte de disfrutar de las inolvidables aventuras del botones más popular del cómic franco belga, pero igualmente si eres de los que sigue su pista y festeja cada edición en castellano de sus libros, nos parece especialmente notable la introducción y apreciaciones sobre el personaje y autor que el editor de la obra hace en este integral de Dibbuks: «André Franquin no creó Spirou. Fue el francés Robert Velter (Rob-Vel) quien le dio vida con un toque de su pincel mágico, una pizca de sifon y esa prestidigitación que solo saben hacer los autores de historieta. Y fue el prodigioso Jijé quien le daría como eterno compañero al alocado Fantasio.
No, André Franquin no creó a Spirou, ni a Fantasio, Pero les dio un alma. Una columna vertebral, Un estilo, un trazo, un diseño. Un universo. Hay, claro está, un y un después de Franquin. Pero, sobre todo, hay un Franquin. Un periodo rico, generoso, extremadamente creativo, donde el personaje adquirió el rango de mito. Un periodo profundamente marcado por la evolución de la personalidad de un hombre eternamente insatisfecho con su trabajo, que dudaba de forma incesante, que se cuestionó toda la vida, y que nunca entendió por qué algunos -entre los que nos contamos- lo consideraban uno de los mayores artistas del siglo XX. Y en el supuesto de que alguien lo dude, estamos seguros de que los ocho volúmenes que componen estos integrales cronológicos acabarán convenciéndolo de ello»
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QRN en Pretzelburg

El marsupilami se ha tragado un transistor que, para mala suerte de esta entrañable criatura empieza a causar perturbaciones sonoras en la comunicación entre un rey que es rehén de su primer ministro y un joven radioaficionado, Marcelin Switch. Éste localiza el transmisor QRN que el pobre marsupilami lleva dentro y, al contarles la historia, acaba entrometiendo a Spirou y Fantasio en otra inolvidable aventura. Dos espías confundirán a Fantasio con Marcelin y lo secuestrarán y llevarán a Bretzelburg. En su búsqueda y, sin saber aún todas las implicaciones y consecuencias, Spirou partirá con Marcelin, seguido de lejos por el marsupilami para salvar a su amigo de las garras del siniestro Dr. Kosquis y, sin quererlo, quizás liberar un país sumido en un régimen autoritario.

Si casi cualquier narración de Franquin es una montaña rusa repleta de tanta acción como movimiento era capaz de dibujar el autor sin apenas esfuerzo, QRN en Pretzelburg es una vuelta de tuerca al entretenimiento en estado puro: acción y humor a raudales y una cantidad de ideas originales por página de la que pocos autores son capaces. Con una dura critica a los regímenes totalitarios, transformada en sátira de la Guerra Fría, como hizo en El prisionero de Buda, fue durante la realización de este álbum que Franquin sufrió una severa depresión que le mantuvo fuera de juego durante un tiempo. El integral incluye precisamente la reproducción de la carta que tuvo que hacer pública la revista Spirou cuando Franquin fue incapaz de seguir con sus entregas, avisando a los lectores del estado de agotamiento del autor y animándole a recuperarse.

Los Bravo Brothers

¿Qué puede salir mal si es Gastón el Gafe el encargado de buscar y preparar el regalo más original posible para celebrar el cumpleaños de Fantasio? Como es de esperar, posiblemente todo… pero por supuesto esa es la gracia de entrometer a una de las creaciones propias de Franquin en el universo de Spirou y Fantasio. Los Bravo Brothers es una aventura de menor extensión y páginas a las habituales pero su contenido concentrado es tan divertido y rompedor de esquemas que se convertirá posiblemente en una de tus favoritas, como lo fue siempre del propio Franquin. Imagina el desenfreno de la redacción de la publicación Spirou en la que habitualmente transcurren las peripecias y desastres de Gastón, amenizadas por su original regalo: un asombroso trío de monos amaestrados que pondrán en jaque a todo el que se ponga por delante. Señal inequívoca y obvia de cómo Franquin alternaba en aquel momento varios personajes al mismo tiempo, pocas veces se ha visto una mezcla de universos diferentes que encajase tan bien y resultase tan tremendamente hilarante.

Los robinsones del raíl

Los robinsones del raíl fue publicada originalmente en las páginas de la publicación Journal de Spirou en 1964. Con un formato completamente diferente a cualquier cómic normal, este capítulo dentro del integral obedece a que, en realidad, esta aventura fue concebida como un serial radiofónico que, posteriormente, fue transcrito y convertido para disfrute de los seguidores del personaje. Prácticamente todo el texto son puros diálogos como resulta evidente, detalle éste que ha dificultado a lo largo de los años la maquetación de tanto texto. En esta edición el esfuerzo ha merecido la pena y, aparte de ser bien legible, resume algo más importante que las propias palabras, ya que Los robinsones del raíl fue una obra creada a seis manos nada menos que por Franquin junto a Delporte y Jidéhem, otros dos grandes nombres de la escudería Dupuis.

Por supuesto el relato está profusamente ilustrado por numerosos y certeros dibujos perfectos de Franquin, pero lo mejor es comprobar, apenas dos años antes de que el autor dejase definitivamente al personaje, como toda la trama resume lo mejor de la forma en que Franquin redefinió el universo de Spirou a su medida: la siempre torpe pero tronchante presencia de Gastón, mezclada con el lado paternal de Fantasio, la inevitable intrepidez de Spirou, el humor sano e inteligente y, por supuesto, aventuras, peligros e infinidad de situaciones de las que nunca sabes cómo logran salir los personajes. Pero todo funciona con la precisión de un reloj suizo.

Los robinsones del raíl comienza con el desastroso Gastón acompañando a Fantasio en un reportaje a bordo de la flamante locomotora nuclear. apenas cinco minutos después de subir a ella, Gastón y su legendaria torpeza ponen en marcha la máquina… cerrando la cabina del conductor. Así que nos queda una locomotora lanzada a toda velocidad por la red ferroviaria europea, sin piloto, con Fantasio, Gastón, un delegado sindical, un director de estación un tanto ingenuo y un ministro amante del champán. Como es de esperar, será Spirou, ayudado por el ingeniero Molette, en quien recaiga la responsabilidad de encontrar cómo liberar a estos improvisados robinsones del raíl.

Un bebé en Champignac

Un bebé en Champignac fue, como ya venimos anunciando, el último Spirou que Franquin produjo como autor. A estas alturas y después de las dificultades para concluir álbumes como QRN en Pretzelburg, el cansancio y su mente pensando ya más en Gastón que en Spirou resulta obvio desde el principio de la aventura, situada nuevamente en la redacción de Spirou con Gastón haciendo de las suyas y con tanto o más protagonismo que el popular botones. De hecho llama poderosamente la atención como el propio ritmo de esta última historia es tan caótica como las de Gastón, cuyos gags transcurren habitualmente a ritmo de desastre imprevisible a desastre mayor. Con una soltura descomunal en el dibujo y dinamismo narrativo, cada viñeta está repleta de un humor que roza lo histriónico y a la vez nos maravilla con la soltura de un trazo capaz de expresarlo todo. A estas alturas de su carrera, indudablemente la genialidad artística de Franquin y su dominio técnico del medio del cómic dejaba el listón muy alto para quien viniese detrás a contar nuevas aventuras de Spirou y Fantasio.

El argumento recupera esta vez al infame villano Zorglub tras el accidente de La sombra de Z. El conde de Champignac logra hacer que éste vuelva a la normalidad… o algo parecido. Y es que, con su cuerpo de hombre de mediana edad, Zorglub está convencido mentalmente de que es un bebé. Spirou y Fantasio están decididos a ayudar en el cuidado de este irreconocible Zorglub cuando uno de sus antiguos esbirros entra en juego y pone patas arriba toda la tranquilidad de Champignac, lanzándonos inevitablemente a otra divertidísima y entretenida peripecia de unos personajes por los que, releyendo todas las maravillas contenidas en este preciado integral, queda claro que el tiempo no pasa por obras creadas por una maestría como la de Franquin. Un cierre a una época de Spirou realmente memorable al fin disponible en castellano en maravilloso formato integral. Más que recomendable, imprescindible si eres amante del personaje y admirador de su autor.

SOBRE EL AUTOR

ANDRÉ FRANQUIN

Nacido en Etterbeek el 3 de enero de 1924, André Franquin dibujó desde muy joven. Después de aburrirse en la escuela Saint-Luc de Saint-Gilles, se convirtió, en 1944, en aprendiz de animador en la efímera compañía CBA, donde sus compañeros eran Eddy Paape, un veterano del estudio, el joven Morris y, poco después, después, el debutante Peyo. Morris entrega dibujos animados a MOUSTIC, se ve arrastrado por su amigo a Éditions Dupuis, donde Jijé los toma bajo su protección y les presenta a su alumno Will. Al alojarse con la familia Gillain en Waterloo, esta alegre tropa formará “la banda de los cuatro”.

El padre de Valhardi le propuso asumir el personaje de Spirou, lo que hizo dibujando Le Tank, una historia completa publicada en el Almanaque Spirou 1947, y luego continuando desde la sexta página una aventura en curso, Casas prefabricadas. Al mismo tiempo, realizó numerosas ilustraciones para el semanario SPIROU y la revista scout PLEIN-JEU, así como dibujos animados para LE MOUSTIC y portadas para LES BONNES SOIRÉES. De 1948 a 1949 siguió a Jijé y Morris a Estados Unidos y México, pero la nostalgia por su Bruselas natal y su novia le llevaron a acortar el viaje y regresar a Europa antes que sus compañeros. Durante diez años, se dedicó principalmente a la serie Spirou y Fantasio y a la animación del periódico: reportajes especiales completos, animaciones de portadas, ilustraciones diversas. El mundo del pequeño botones se enriquecerá prodigiosamente con magníficos personajes: el conde de Champignac, el increíble Marsupilami (1952), la periodista Seccotine, los formidables Zantafio y Zorglub, etc. A veces colaboran ocasionalmente en su ayuda para una historia: los guionistas Henri Gillain (Hay un brujo en Champignac) y Maurice Rosy (El dictador y el champiñón, Los piratas del silencio), Greg para el Zorglub o el dibujante Will (Los piratas del silencio). Pero el conjunto está enteramente dominado por el talento del brillante perfeccionista. Un breve malentendido con los servicios de la editorial le empujó a lanzar al mismo tiempo la serie de humor Modesto y Pompón en TINTIN en 1955. Sin embargo, la situación rápidamente se aclaró y en 1959 dejó estos personajes en otras manos.

La acogida entusiasta reservada a todo lo que sale de su pluma y su pincel obliga a este hombre que no sabe decir no a una producción frenética. En 1957, hizo una prueba con un «héroe desempleado», el inmortal Gaston, imaginado con Yvan Delporte para animar las páginas editoriales: su éxito fue tal que Franquin se encuentra con varias planchas que crear por semana. Y todo ello sin reducir el ritmo de Spirou. De hecho el diario francés Le Parisien Libéré requiere tres aventuras de este personaje en preedición exclusiva. Se improvisó un pequeño taller de Franquin para satisfacer la demanda. Mientras Jidéhem le ayuda en Gaston, Roba participa en los episodios de Le Parisien y Greg y Marcel Denis le aportan escenarios e ideas.

Sin embargo, Franquin se ve obligado a abandonar una de sus creaciones más recientes, Le Petit Noël, y a luchar para recuperar su salud, debilitada por tanto cansancio. Una depresión le obligó a interrumpir una de sus historias más notables, QRN sur Bretzelburg, pero se propuso continuar con Gaston Lagaffe a pesar de todo. Spirou pesaba sobre él y pasó el testigo a Fournier en 1968 después de una última hazaña paródica, Panade à Champignac, donde buscaba liberarse de las limitaciones de los héroes tradicionales y de las historias clásicas. Pasa a dedicarse entonces por completo al gag de una sola página con Gaston. Creó sus primeras Ideas negras en Le Trombone Illustré, un suplemento de corta duración presentado por Yvan Delporte en 1977 en Spirou, y las continuó en la revista mensual Fluide Glacial. A medida que fue creciendo, su producción se volvió más limitada y Gastón no llegó a los mil gags, para gran consternación de sus millones de admiradores.

Franquin nos dejó el 5 de enero de 1997, poco antes de la renovada edición cronológica de Gaston Lagaffe en diecisiete volúmenes de Éditions Dupuis, a la que conviene adjuntar dos volúmenes complementarios establecidos por Marsu-Productions con los dibujos olvidados o descartados por el autor durante su vida. Hergé se consideraba un «pobre dibujante» en comparación con este gran artista que dejó su huella en la revista Spirou y en lo que llamamos la «Escuela Marcinelle». Su estilo expresivo, cada vez más nervioso con la madurez, aportó vida, humor y dinamismo a la línea clara europea.

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