Existen pocos abismos tan escalofriantes para un creador como la falta de ideas: la eterna y temible página en blanco, el primer paso en la concepción de cada nuevo inicio creativo. Pues justo ahí, en ese momento, es donde comienza el lisérgico viaje que llevó al autor Manu Larcenet a firmar nada menos que toda una trilogía titulada Terapia de grupo que ahora Norma Editorial edita en un gran tomo integral de gran tamaño que celebra la notoria presencia de este artista que parece va a tener “su año” por la cantidad de sus obras que van a llegarnos este año gracias a Norma Editorial. Sin ir más lejos, esta semana será posible acercarse al fin a uno de los títulos de cómic europeo más esperados de la temporada: la versión de La Carretera de Cormac McCarthy que Larcenet se ha atrevido a convertir en prometedora aventura gráfica.
Manu Larcenet cruzó la línea de ser un incansable creador más de viñetas desde sus tiempos en la revista Fluide Glacial, cuando en 2004 logró con su obra y lectura imprescindible Los combates Cotidianos (editada también por Norma en forma de integral), el Premio al Mejor Álbum del Salón de Angoulême. Desde entonces su nombre, aunque lejos de la exageración personaje de Terapia de grupo, pasó a ser una referencia a la que mirar con cada nueva publicación. De hecho, autor completo de obras de cierta oscuridad temática y menos optimismo existencial que Los combates cotidianos, como fueron Blast y El informe Brodeck, los seguidores de Larcenet agrademos que con Terapia de grupo recuperase al menos su indudable sentido del humor.
Repitiendo una argucia creativa con la que este autor parece sentirse más cómodo, en Terapia de grupo recurre una vez más a un alter ego que, por momentos y para parte de la trama, representa al propio autor. En Le Retour à la terre, con guión de Jean-Yves Ferri fue Manu Larssinet; en Los combates cotidianos, Marco; en Blast, Polza; incluso en El informe Brodeck, Larcenet se desdobló como Anderer; y ahora, caricaturizado hasta lo surreal, Jean-Eudes de Cageot-Goujon, ejerce de “artista acabado” que ha perdido la esperanza de encontrar una nueva “idea del siglo” que le mantenga como el autor de cómics más influyente de Francia. Manu Larcenet, el de verdad, confiesa que “es díficil lanzarse a dibujar algo nuevo con cada nueva historia. Por eso trato de usar siempre puntos de referencia y, a menudo, el único punto de referencia que se mantiene inamovible soy yo mismo”.
De la mano de Jean-Eudes de Cageot Goujon y a la búsqueda no ya de su “idea del siglo” sino de cualquier idea en realidad que le saque del vacío creativo, Larcenet nos adentra en un viaje que, por si solo, nos mantiene literalmente pegados a cada nueva página e intento del autor ficticio por dar vida a una historia con pies y cabeza mezclando absolutamente toda referencia de la cultura popular imaginable. Larcenet reconoce que esta mezcla absoluta y absurda de todo en una misma historia es su homenaje e intento de imitar y continuar algo parecido creado por otro gran autor francés como lo fue Gotlib en su Rubrique-à-brac, ideado nada menos que en 1968 y donde Gotlib mezclaba personajes propios al lado de Newton, Tarzán o Caperucita Roja. Larcenet hace lo propio recurriendo a “los consejillos de” Leonardo Da Vinci, las musas, el manga, Snoopy, o encuentros pugilísticos con el pintor Paul Cézanne. Y todo esto sólo en el primer tomo…
Inevitablemente, los encuentros con personajes no reales acaba conduciendo al protagonista a Los Pajaritos Felices, una “clínica psiquiátrica para locos (de atar y no tanto)” donde someterse a terapia para recuperar al menos parte de su cordura para volver con su familia es la única salida. No demasiado lejos del Larcenet real, hay una parte verdadera que nos acerca aún más al relato, por exagerado que Larcenet sea capaz de dibujarlo: “llevo treinta años en terapia –reconoce el autor-. Me han diagnosticado bipolaridad dos veces. Ser bipolar es clínico, es visible. Estoy en tratamiento y se lo cuento a la gente. Cuando me hice mayor, entré en razón y el tratamiento me salvó”. Un poco como su personaje, reconoce el efecto indudablemente terapéutico del arte: “la pintura es una forma de terapia. Hay un cuadro de Cézanne en Orsay que vi cuando tenía 13 o 14 años y me pasé horas sentado delante de él. Es poderoso, es como una sensación de bienestar, la impresión de haber encontrado a alguien que sólo me hablaba a mí”.
Creativamente, Terapia de grupo crece a cada página, viñeta y propuesta y Larcenet lleva hasta los últimos límites una idea que comenzó a experimentar en Blast: prescindir en algunos casos de planificación para ceder la creación a la improvisación. “Mi desafío era hacer un libro que finalmente refleje mi psique caótica -explica Larcenet–. Mi psique es todo menos lineal y equilibrada. En Blast comencé a permitirme una ligera improvisación en la escritura. Terapia de grupo es pura improvisación, aunque sé exactamente hasta donde llega cada capítulo”.
Su segunda mayor preocupación técnica, superada con creces en el que fuera primer tomo de la serie, es su capacidad para integran influencias y estilos tan diferentes sin perder en ningún momento el hilo narrativo. En el segundo tomo, Quien bien concibe, hay momentos verdaderamente inolvidables como su creación de Albatrosman, “el indolente compañero de viaje mutante”, al que llegará a enfrentar en una megalópolis portuaria a personajes universales del cómic que merece la pena descubras por ti mismo/a. Su interpretación e integración de las miniaturas medievales para explicar la locura o la inclusión de varias páginas de puro Western es pura genialidad, incluso cuando “en el cómic es sabido -afirma Jean-Eudes de Cageot Goujon-... que cuando no tienes nada que decir basta hacer un western… para tíos, ¿eh? Para tías hay que hacer biografías de feministas muertas”.
El que aquí resulta tercer capítulo, La tristeza durará para siempre, no sólo mantiene el listón igual de alto, sino que Larcenet sigue enfrentando a su narizuda versión cómica con todo tipo de clichés que nos regalan portentosas páginas, esta vez de manga apocalíptico mezcladas con grandes pensadores, encuentros sin precedentes con Van Gogh o dobles páginas de puro cubismo sinsentido, siempre a la búsqueda de algo que contar, que nunca será tan divertido como las estrambóticas situaciones en las que Larcenet coloca a su personaje y a su familia a lo largo de un título que recomendamos sin dudarlo en esta versión integral, que permite disfrutar con su gran formato de un dibujante desatado especialmente a nivel gráfico en un libro que supuso además el paso definitivo, como en el caso de tantos otros grandes autores, del papel al uso de medios digitales. “Con el ordenador es tan fácil -confirma Larcenet–, que ya no dejo pasar una imagen hasta que estoy feliz. Encontré la paciencia con la computadora que había perdido con el papel”. Lo que es seguro es que vas a divertirte y reírte bastante leyendo y descubriendo referencias de toda clase en este recomendable tomo integral de Terapia de grupo.
SOBRE EL AUTOR
MANU LARCENET
Nacido el 6 de mayo de 1969 en Issy-les-Moulineaux (Francia), tras estudiar Artes Aplicadas debuta profesionalmente en 1994 en las páginas de la revista Fluide Glacial, donde crea diversas historietas. Dos años más tarde la editorial Audie le publica su primer álbum, que recopila el material aparecido en la revista. Más adelante pasa a colaborar para el semanario Spirou, creando historias que serán recogidas en tres álbumes. En 1997 funda, con Nicolas Lebedel, su propia editorial: Les Rêveurs de Runes, en la que se autoedita sus proyectos más personales y experimentales. En el 2000 colabora con Lewis Trondheim en su célebre saga La Mazmorra, ilustrando diversos álbumes. El mismo año entra en la editorial Dargaud, para cuya colección Poisson Pilote produce Los mundos intermedios (2000), Les cosmonautes du futur (2001, guión de Trondheim), Le retour a la Terre (2002, guión de Jean-Yves Ferri) y La légende de Robin des Bois (2003). La publicación de Los combates cotidianos (2003) le vale el Premio al Mejor Álbum del Salón de Angoulême de 2004. Su último título publicado en NORMA es Terapia de grupo.