La influencia del cómic y sus personajes, por mucho que antes tratase de considerarse a las viñetas un arte menor, es a la cultura popular lo que al ser humano respirar para seguir vivo. Sólo piensa en los íconos y la invasión mediática de las últimas dos décadas, cuando la artillería pesada de universos completos nacidos en las páginas de tebeos como Marvel o DC los encontrabas mirases donde mirases: cine, televisión, figuritas, videojuegos, juguetes… hasta ropa interior. Pero si viajas más atrás el resultado es el mismo, por mucho que las costumbres o hábitos sociales fuesen diferentes. Sólo piensa en ejemplos a uno y otro lado del océano: Tintín, Astérix, los Pitufos, Conan, el Príncipe Valiente, Spirou… A fin de cuentas, de entre las muchas funciones que definen a los cómics desde que comenzaron a ser un producto de consumo a principios del siglo XX, la de entretener a un precio económico siempre fue la más básica. Antes de las grapas, del auge de las revistas pulp y todo tipo de publicaciones ya especializadas en contar con historias dibujadas, al cobijo de tiempos impensables hoy en día, aquellos dorados años en los que en todo el mundo se vendían millones de ejemplares de esos casi desaparecidos periódicos de papel, supusieron un escaparate y refugio para decenas de dibujantes modelados en delgadas páginas de papel de periódico. El modelo de las historietas por entregas adquirió tal calibre, sobre todo en Estados Unidos, que autores como Al Capp o George McManus, cuyas historietas ha editado por vez primera en castellano Diábolo Ediciones, vivían de su profesión de un modo en que cualquier dibujante actual es incapaz casi de imaginar. E.C. Segar fue otro de esos autores, nacido nada menos que en 1894, autor que gracias a su trabajo continuado logró tanto éxito como ser recordado aún hoy en día por crear uno de esos personajes cuya presencia sigue entre nosotros: Popeye, quien curiosamente justo en enero de 2025 ha pasado al dominio público en Estados Unidos.
En uno de los brillantes textos teóricos que preceden al puro disfrute de las tiras cómicas de E.C. Segar en nuestro libro recomendado de hoy, Timble Theater, el escritor, artista e historiador especializado en cómics Paul C. Tumey evoca el nacimiento casual del personaje que colocó en el mundo al dibujante salido de un pequeño pueblo Illinois: «Popeye el marino llegó al mundo en el invierno de 1928, un día en que E.C. Segar estuvo a punto de no ir a trabajar. Su mujer le había pedido que se quedara en casa debido a un fuerte resfriado. Como quería seguir trabajando, Segar se arrastró hasta su estudio en el centro de Santa Mónica, dibujó a un tuerto feísimo con traje de marinero y el resto es historia». Sin embargo la inspiración nunca llega sola o no suele hacerlo de modo fortuito. Y esa es la explicación y excusa para Timble Theater, una obra imprescindible del mundo del cómic clásico norteamericano y universal en la que Segar dibujó y trabajó durante más de una década antes de la llegada de su gran creación. Tumey lo resume y explica de modo tajante: «La llegada de ese icono de la cultura pop se produjo de repente, pero estuvo precedida por una docena de años de duro trabajo de Segar para desarrollar su singular estilo visual y dominar el arte de desplegar una extensa narrativa serial en forma de cómic».
La respetable Randolph Society norteamericana, administrada por la Randolph Society Foundation, es una organización sin ánimo de lucro dedicada al reconocimiento de personas destacadas que han vivido y contribuido a que el condado de Randolph, en Illinois, sea conocido por los personajes ilustres salidos de allí. Por supuesto E.C. Segar fue uno de ellos, de modo que han recogido momentos de su biografía clave para entender mucho del autor. Recuerdan en sus páginas que el éxito y, sobre todo las enormes sumas de dinero que ganaban los dibujantes de historietas norteamericanos a principios del siglo XX eran tan del dominio público que llegaron a oídos de un virtuoso y polifacético Elzie Crisler Segar: «había oído hablar de los grandes salarios que se pagaban a los dibujantes populares y trató de entrar en el negocio él mismo. Dibujó una caricatura, una muy buena y la envió a un periódico de St. Louis. Se la devolvieron inmediatamente. Impertérrito, Elzie buscó formas de mejorar. Con un préstamo de 20 dólares de Bill Schuchert y más de un año de esfuerzo, terminó un curso por correspondencia de dibujos animados. Diploma en mano, Elzie se dirigió a Chicago, en busca de un trabajo en un periódico».
A partir de ese momento y haciéndose hueco en un competitivo mundo repleto de grandes talentos y muchos dibujantes, E.C. Segar inició su búsqueda de un lugar en el mundo de las tiras dominicales y diarias. Cuando se mudo a Chicago, Segar tuvo la gran fortuna de conocer a Richard Felton Outcault, creador de The Yellow Kid y Buster Brown, quien le animó en su propósito y presentándolo en el Chicago Herald, donde publicó su primer cómic: Charlie Chaplin’s Comedy Capers. Entre los textos teóricos con los que entramos al universo, vida y obra de Segar, en este portentoso libro editado por Diábolo Ediciones en gigantesco gran formato (cartoné de 29 x 38 cm.), acorde al tamaño que siempre tuvieron los casi olvidados periódicos, se suceden planchas e imágenes de esa primera aportación así como otras aportaciones tempranas como Looping the Loop hasta llegar a la serie Timble Theater.
Paul C. Tumey nos relata y recuerda que «el primer Thimble Theatre apareció en los periódicos el 19 de diciembre de 1919. La tira comenzó como una adaptación de obras de teatro y de películas. Sin embargo, la habilidad de Segar para la comedia de personajes se destapó rápidamente, y la serie abandonó su concepto original. Olivia Oyl aparece desde el principio. Ham Gravy aparece poco después, y en pocas semanas su hermano Castor Oyl se une al reparto, con un coeficiente intelectual tan bajo como larga es la nariz de Ham Gravy«. Junto a ellos y durante más de una década, Segar imaginó y llevó al papel infinidad de personajes más en una alarde de creatividad solo comparable a su gran sentido del humor que, una vez empiezas a leer esta selección de sus mejores planchas dominicales, descubres que se mantiene vigente, deslumbrante e hilarante cien años después de haber sido imaginado por su autor.
La cuidada edición de Diábolo Ediciones de Timble Theater (calidad del papel, rotulación y maquetación, traducción) divide su selección de planchas dominicales en tres capítulos a cual más divertido: de 1925 a 1927, 1928 y de 1928 a 1930. Como en la carrera de cualquier dibujante, pero de forma completamente visible gracias a los muchos ejemplos de las primeras tiras de Segar que podemos contemplar en los capítulos iniciales del libro, asistimos página tras página a la indudable mejora progresiva en el arte del dibujante. Como señala Paul C. Tumey, mejoran «sus imágenes, sus trazos, la rotulación y los bocadillos, los detalles del fondo y el uso de convenciones del cómic, como las onomatopeyas, se hicieron más sofisticados. Sus personajes y objetos adquirieron poco a poco el aspecto familiar y humorístico de sus obras de madurez. Segar también mejoró como escritor y narrador, experimentando con historias más largas».
Esa confianza en su propia capacidad y en la de sus personajes de llegar cada vez más lejos se materializa sobre todo en la loca epopeya de dos años en la que los personajes de Castor Oyl y Ham Gravy vagan locamente por el vasto desierto americano, encontrándose con vaqueros, indios, dinosaurios y una productora cinematográfica. No en vano el libro incluye un extenso artículo titulado «Las tiras de prensa descubren el Oeste», firmado por el escritor Michael Tisserand, autor de Krazy: George Herriman, a Life in Black and White, biografía ganadora del Premio Eisner. En este artículo habla de otro autores que desarrollaron sus historias en ese tópico pero sobre todo alude a la saga del desierto de 1928-1930 de Segar, verdadero hallazgo creativo en el que, mientras luchan contra la locura del desierto y todo tipo de situaciones que ponen en peligro sus vidas, Castor y Ham se vuelven cada vez más graciosos. Paul C. Tumey recupera al respecto una frase de Segar en la que afirmó que «el patetismo es el mejor trasfondo para el humor. La tragedia y la comedia están tan estrechamente relacionadas que solo hay un paso de la una a la otra. Cuanto más profunda es la trama, más posibilidades hay para el humor».
A este respecto de la calidad cada vez mayor de contenido y trazo de Segar, Tumey afirma convencido que «las páginas dominicales de los años anteriores a la llegada de Popeye son casi tan buenas como las páginas de la época del famoso marinero. (Aunque apareció en las tiras diarias a partir de enero de 1929, su primera aparición en las dominicales tuvo lugar el 2 de marzo de 1930)». Así, según este estudioso de la obra de Segar, la saga del desierto «habría sido aclamada casi con toda seguridad como un clásico de la comedia si no hubiera languidecido en las largas sombras proyectadas por su aún mayor obra posterior». Y pese a todo, y antes de ser aún más conocido, a fines de la década de 1930, 500 periódicos publicaban las historietas de Thimble Theatre en Estados Unidos y la popularidad de la tira cómica explotó en todo el mundo. En 1937, los lectores de Fortune votaron la tira de Segar como su segundo cómic favorito, solo detrás del igualmente legendario Little Orphan Annie.
De modo que verdaderamente la edición en castellano de Timble Theater gracias a Diábolo Ediciones marca un indudable hito al que cualquier aficionado a la historieta debería asomarse al menos una vez en su vida. No te arrepentirás y Segar te hará recordar lo que es disfrutar de un momento de evasión lejos de todo, rodeado tan solo por personajes entrañables a los que, una vez te acostumbras, resulta difícil cerrar el libro para volver a rodearte de realidad. A medida que te adentras en el estilo de E.C. Segar y la inolvidable experiencia que supone la lectura de este libro, entiendes el afán reivindicativo de Paul C. Tumey que, enérgico, concluye su artículo con un último recordatorio: «las historietas de Thimble Theatre de los años treinta han visto múltiples ediciones a lo largo de las décadas, pero las primeras dominicales que aparecen en este volumen se reimprimen por primera vez en casi noventa años. Díganselo a todo el mundo: ¡Segar hizo más cómics además de Popeye!» Dicho queda. Búscalo.
SOBRE EL AUTOR
E.C. SEGAR
Elzie Crisler Segar (8 de diciembre de 1894 – 13 de octubre de 1938) fue un dibujante estadounidense, más conocido como el creador de Popeye, que apareció por primera vez en la tira cómica de periódico Thimble Theatre en 1929. También fue el autor de la tira Sappo. Segar nació y se crió en Chester, Illinois, un pequeño pueblo junto al río Mississippi. Hijo de un manitas, sus primeras experiencias laborales incluyeron ayudar a su padre a pintar casas y colgar papel. Hábil para tocar la batería, también brindó acompañamiento musical a películas y actos de vodevil en el teatro local, donde finalmente se le asignó el trabajo de proyeccionista de películas. Durante este tiempo, a los 18 años, decidió convertirse en dibujante. Trabajó duro en un curso por correspondencia de dibujos animados de W.L. Evans, de Cleveland, Ohio, en el que había invertido 20 dólares. Segar se mudó a Chicago donde conoció a Richard Felton Outcault, creador de The Yellow Kid y Buster Brown, y Outcault lo animó y lo presentó en el Chicago Herald. El 12 de marzo de 1916, el Herald publicó el primer cómic de Segar, Charlie Chaplin’s Comedy Capers, que duró poco más de un año. En 1918, se trasladó al Chicago Evening American de Hearst, donde creó Looping the Loop. Segar se casó con Myrtle Johnson el mismo año; tuvieron dos hijos.
El editor en jefe William Curley pensó que Segar podría tener éxito en Nueva York, por lo que lo envió a King Features Syndicate, donde Segar trabajó durante muchos años. Comenzó dibujando Thimble Theatre para el New York Journal. La tira hizo su debut el 19 de diciembre de 1919 y contó con los personajes Olive Oyl, Castor Oyl y Ham Gravy, quienes fueron los protagonistas del cómic durante aproximadamente una década. En enero de 1929, cuando Castor Oyl necesitaba un marinero para navegar su barco a Dice Island, Castor recogió un viejo en los muelles llamado Popeye. El personaje de Popeye robó protagonismo al resto y se convirtió en el personaje destacado permanente. Habitualmente firmaba su trabajo simplemente como «Segar» o «E. Segar» sobre un cigarro dibujado (en ese momento, la palabra «cigar» (español: cigarro) a menudo se pronunciaba en la jerga «SII-gar» en lugar del más apropiado «sih-GAR»). Después de una larga convalecencia, Segar murió de una enfermedad hepática a la edad de 43 años. Eventualmente, el asistente de mucho tiempo de Segar, Bud Sagendorf, se haría cargo de la tira de Popeye y continuaría durante décadas. La Sociedad Nacional de Caricaturistas norteamericana creó el Premio Elzie Segar en su honor.
