Los que tienen el don de saber contar, son capaces de ponerse en la piel de sus personajes y hacernos creer que, más allá del papel, las palabras o los dibujos, respiran su propia vida. Como si más allá del momento en que nos cruzamos con lo que tienen que decirnos, fuesen en parte tan reales como los que les leemos o miramos desde este lado. El juego de la creación, cuando quien escribe o dibuja consigue el reconocimiento a su obra, puede convertirse en el mayor ejercicio de igualdad del ser humano. Hombres dotando de alma a personajes femeninos y mujeres del otro lado vistiendo de vida a personajes masculinos. En ambos casos, las mejores historias dependen sobre todo de las dotes de observación de quien luego decide convertir retazos de realidad en relato imaginado. El caso de Una mujer de espaldas de Yamada Murasaki va aún más allá de toda esta idílica visión teórica. Porque solo una mujer como Murasaki, tan entera, honesta y decidida a cambiar la temática de los shôjo, los manga habitualmente dirigidos al público femenino, sería capaz de escribir e ilustrar un libro tan imprescindible para conocer muchas verdades de la idealizada sociedad japonesa desde su propia experiencia.
Como cualquier aficionado a las viñetas, trato de leer todo libro aquí recomendado como lo hace cualquiera: abierto a reconocer virtudes y defectos de cada lectura, pero disfrutando a la vez de lo que nos mueve a la mayoría a buscar en un cómic o en una novela gráfica. Escribir sobre ello me lleva inevitablemente en la mayoría de los casos a la relectura, porque adentrarse en el proceso de creación de un cómic, en lo que públicamente han explicado sus autores, o en el contexto en que fue dibujado suele cambias tu visión de lo que acabas de presenciar. En este caso Una mujer de espaldas es una chocante experiencia cuando entras al mundo del personaje de Chiharu por primera vez. Ambientada en un complejo de apartamentos de las afueras de Tokio, esta novela gráfica retrata la vida cotidiana de un ama de casa japonesa a principios de los años 80 del siglo pasado. 40 años de progreso después, Una mujer de espaldas evidencia por suerte la realidad de todo lo verdaderamente ganado por la mujer en las últimas décadas. Y es que el inocente reflejo del día a día de Chiharu, una madre cuya única ocupación consiste en cuidar de sus dos hijas, de su marido y de su hogar más como una empleada doméstica que como una mujer con opción de elegir otra cosa, puede llegar a ser claustrofóbico y asfixiante para cualquier mujer o hombre de nuestros días. Pero precisamente ahí es donde radica la vital importancia de Una mujer de espaldas en el manga contemporáneo.
Una mujer de espaldas se serializó en la publicación Garo en dos fases: entre febrero y marzo de 1981 y entre septiembre y diciembre de 1982 además de octubre de 1984. Recopilado varias veces en forma de libro, nos llega ahora en un único tomo impecable gracias a Salamandra Graphic. Poder leer completa la historia de Chiharu supone asistir a la sorprendente evolución del personaje: de sumisa ama de casa condenada a esperar a sus hijas y marido pasa, según crecen sus hijas, a mujer que anhela su propia independencia consiguiendo primero un trabajo a media jornada fuera del hogar hasta el punto de plantearse posteriormente la idea de establecer un negocio propio. La soledad de su encierro obligado se convierte en pensamientos en voz alta analizando su vida y su equivocada idealización de su frustrante matrimonio. El mayor choque de todos es asistir a un delicado despliegue visual de Yamada, dibujando con una extrema limpieza en el trazo escenas casi minimalistas, donde los personajes llegan a carecer de expresión y detalle y, sin embargo, expresan toda la emoción y sentimientos que se convierten también en nuestros.
Es aquí donde se condensa la revolución gráfica e importancia de Yamada como autora. Por un ladofue de las primeras creadoras que huyó del romanticismo idealizado del manga shôjo y utilizó la libertad expresiva del género para abordar la vida doméstica y la feminidad de una manera realista, crítica y sostenida. Consumada veterana con una larguísima trayectoria ya como dibujante cuando se publica Una mujer de espaldas, en este libro la autora reconocía posteriormente que, tratando de disimular sus carencias pictóricas, intentaba compensarlo “con más líneas, pero con eso solo conseguía enmarañar mi trabajo. Así que siempre andaba a la búsqueda de técnicas enfocadas a reducir el número de líneas”. El resultado la llevó en realidad a una madurez total en su solución original de simplificar para centrarse en la narración. Tal es la importancia de este sutil detalle que el mismísimo Hayao Miyazaki, en una entrevista de 1986, citaba Una mujer de espaldas como “ejemplo de las posibilidades que abre llevar al extremo las tendencias históricas del cómic y la animación a la abstracción no naturalista y a la inexpresividad emocional, forzando así al lector/espectador a que recurra a su imaginación”.
Sobre su particular forma de entender el manga para mujeres, un notable crítico japonés como ArikawaYu fue de los pocos que reconoció elindudable papel pionero de Yamada ya en 1981 cuando escribía: “en vez de manga shôjou obras para fans acérrimos, [Yamada] ya dibujaba manga para mujeres desde su mismísimo debut. Se tratara de su abuela, de su madre o de su hermana mayor, describía las vidas de las mujeres con las que tenía vínculos con una maestría cuidada y honesta. Deberíamos haber reconocido antes su importancia”.
Una mujer de espaldas fue etiquetada incluso como obra dentro del manga shufu, haciendo uso de una palabra que suele ser traducida como “ama de casa”, aunque su sentido se transmite mejor con la paráfrasis “cabeza de familia femenina”. Este término evoca en primer lugar el concepto de “amas de casa profesionales” (sengyõ shufu), mujeres que dedican la mayor parte de su tiempo y energía a las tareas del hogar, al cuidado de los niños y a apuntalar el compromiso casi total que sus maridos adquieren con sus trabajos y con su ocio fuera del hogar y la familia. No es de extrañar que a las pretendidas lectoras de este subgénero les provoque sensaciones ambivalentes y que muchos hombres lo utilicen con desdén. Y es aquí donde entra la segunda lectura necesaria de Una mujer de espaldas.
La sociedad japonesa, en su inquebrantable sentido de la disciplina e incluso el honor, es en realidad un entorno completamente férreo con la mujer y su supuesto lugar en el orden social. Llegados a un mundo como el del manga, donde su infinidad de temas encasilló las temáticas femeninas en géneros como el manga shôjo, es en realidad la larga historia de un mundo dominado por hombres donde los abusos de poder y el menosprecio a la labor de la inmensa creatividad femenina se convirtió en la lucha paralela de infinidad de autoras. Tan importante en la edición de Una mujer de espaldas de Salamandra Graphic es el manga en sí como el impresionante ensayo de 38 páginas posterior a su lectura, firmado por Ryan Holmberg, respetado historiador, traductor, crítico, editor y agente centrado en el cómic y el arte. Su extensa e intensa colaboración en este libro supone una reivindicación del todo efectiva tanto de la figura de Yamada como del papel de las mujeres en el fenómeno del manga japonés que ahora mismo es de las formas de expresión en viñetas más universales jamás alcanzada.
Es leyendo las extensas e ilustradas páginas magistralmente ordenadas por Ryan Holmberg cuando descubrimos asombrados que, a la ardua tarea que encumbró a Yamada como nombre imprescindible del manga más allá del género que trataba de encasillar a las mujeres, su vida es en si misma es una historia de superación y, por suerte y sobre todo, liberación de gran parte de los yugos de la sociedad japonesa. Cuenta Holmberg que “en octubre de 1971, cuando tenía veinticuatro años, Yamada contrajo matrimonio con uno de los miembros del grupo de folk del que había formado parte en su adolescencia. Como se esperaba de la mujer en Japón, renunció a su carrera profesional y enfocó su vida en el hogar. Ella y su marido se mudaron a un pequeño apartamento a las afueras del noreste de Tokio. Se ubicaba en la planta treinta de los gigantescos Apartamentos Nishidai, uno de los múltiples bloques de viviendas de hormigón armado llamados danchi que brotaron en las ciudades japonesas entre finales de los cincuenta y los setenta como promesas fabricadas en cadena del sueño familiar nuclear suburbano de clase media. Su primera hija, Momo, nació en agosto de 1973, y la segunda, Yu, en noviembre de 1974. «Estaba muy comprometida con la idea del matrimonio -recordaba Yamada en 1989, hablando como su personaje de Una mujer de espaldas–, así que dejé de trabajar poco después de casarme, invertí toda mi energía en las niñas y en las tareas domésticas, y entonces empecé a sentirme como un burro de carga». En otra ocasión se explicó con más detalle en estos términos: «albergaba grandes sueños sobre el matrimonio. Me crie en un hogar sin padre, por lo que me moría de celos por las demás familias: limpiar la casa, hacer la colada, fregar los platos en una casa decente. No podía pensar en una vida mejor. Pero cuando empiezas a hacer precisamente eso, te das cuenta de lo antinatural que llega a ser».
En un libro publicado en 2019, diez años después de la muerte de la artista, la pareja de Yamada, el editor de la publicación Garo, Shiratori Chikao, llevó el relato de la vida de Yamada mucho más lejos. La autora, incluso en Una mujer de espaldas relata con total tranquilidad, sin acritud ni sensación de odio alguno momentos que, a sabiendas de lo que ella sufrió, evidencian el triunfo de la inteligencia y la resiliencia por encima de tragedias como la terrible violencia doméstica: “se casó en octubre de 1971 -rememoraba en ese libro Shiratori Chikao-y, el mismo día en que empezó a vivir con su marido, este se emborrachó sin más y empezó a comportarse de forma violenta, «A partir de ahora, te callas y haces lo que yo te diga, i¿queda claro?!». Cuando ella intentaba trabajar en su presencia, la acusaba de burlarse de él y le daba golpes y patadas. Aunque hizo todo lo posible por aguantar la situación, cuando ya no pudo soportarlo más se fue a ver a los padres de él y les prequntó si podían hacer algo con esos ataques de ira. Sin embargo, lo único que hicieron fue prequntarle con una fría risita si estaba segura de que la culpa no era suya. Cuando al marido se le pasaba la borrachera, entonces veía sus moratones y se postraba ante ella para pedirle perdón y jurarle que nunca lo volvería a hacer. Pero esa misma noche empezaba a beber de nuevo. En una ocasión le machacó la cabeza una y otra vez contra una pesada cómoda, con tanta fiereza que la madera se resquebrajó. Ella empezó a sangrar con profusión y huyó de la casa corriendo, presa del pánico. Irrumpió en el puesto de policía que había en la rotonda de delante del gran edificio en el que vivía. Y lo único que hizo el agente fue reírse con sorna y decirle: «Oh, ¿ha sido tu marido? Vaya, en ese caso no podemos hacer nada»”.
La narración de Ryan Holmberg, que tanta información útil nos aporta sobre el conjunto de la impecable carrera de Yamada Murasaki, nos abre así los ojos a una segunda lectura de Una mujer de espaldas, moderado reflejo idealizado del camino que la autora superó con una entereza capaz de transformar dolor en verdadero arte de la paciencia, como la que demuestra el personaje de Chiharu en su viaje de la sumisión a la liberación. Con final por suerte igualmente feliz, Yamada se separó de su marido en 1981 y éste se marchó del apartamento familiar. El divorcio se consumó en 1983. Ella solo pidió la custodia de sus dos hijas y el apartamento y es todo lo que obtuvo. “¿Sabes ese momento en el que abres los ojos por la mañana? -le dijo a su pareja, Shiratori-. En mi caso, daba las gracias al sol matutino por saber que aquel día nadie me pegaría”.
Sin duda un manga y una sutil obra maestra a descubrir en sus mil detalles, reconociendo en su relectura la importancia de todo lo que cuenta y todo lo que su autora vivió para ser capaz de escribirla y dibujarla.
SOBRE LA AUTORA
YAMADA MURASAKI
Yamada Murasaki (1948-2009) fue mangaka , poeta y ensayista. En 1969 debutó como autora con sus publicaciones en la influyente revista Garo. Su vida como madre soltera y como mujer independiente marcó toda su obra, en la que refleja sus experiencias y preocupaciones. Publicó en casi todos los números de Garo desde 1978 hasta 1986, y es considerada la primera dibujante de carácter explícitamente feminista, que trataba de denunciar las desigualdades y dificultades de la vida de las mujeres en una sociedad patriarcal y cerrada como la japonesa. Entre sus publicaciones de poesía y ensayo se encuentran Una vez contemplé el firmamento estrellado (1985), El gato que observa sobre un árbol (1990) y Tokyo Nostalgia (1991). Como mangaka, publicó Showaru-Neko (1980), Blue Sky (1992-1993), Ai no Katachi (2004) y Shinkirari (1981-1984), su obra más reconocida a nivel internacional.