Tremenda sorpresa y recomendación absoluta de la semana la lectura de El dibujante de Estambul de Ersin Karabulut, que constituye un revelador recorrido en viñetas por la vida y país de este respetado dibujante de cómics de origen turco. En ese interesante recodo creativo del género de la novela gráfica en el que se encuentran entretenimiento, libro de viajes y experiencias vitales, El dibujante de Estambul es tan bueno, ameno y revelador como la lectura del Persépolis de Marjane Satrapi, El árabe del futuro de Riad Sattouf o el K.O. en Tel Aviv de Asaf Hanuka. Y recordamos estas tres obras porque igual que en ellas, en El dibujante de Estambul su autor no se limita a contarnos una buena historia: lo que hace es contarnos la suya propia con el aún más interesante trasfondo de la sociedad turca a lo largo de las últimas y convulsas décadas.
Que el oficio de dibujante es universal puede parecer obvio, pero lo que resulta realmente interesante de El dibujante de Estambul es el descubrimiento que supone adentrarse en la cultura de uno de esos países incluso más cercanos que Irán o Israel como lo es Turquía, a través de la mirada de un niño que, como cualquier otro en cualquier otro punto del planeta, cedió al sueño de convertirse en un creador de sueños como aquellos que le acompañaron en su niñez y modelaron su forma de ser y ver el mundo.
Ersin Karabulut creció en un barrio humilde donde la mayoría de sus vecinos profesaban devoción al Islám y al nacionalismo incluso por encima de las preocupaciones de sus miserias. Hijo de profesores, no obstante, tuvo la suerte de crecer con ideas de democracia más cercanas a las que convivían, opuestas, en el lado europeo de la maravillosa Estambul. Sin duda ese apoyo y el laicismo que practicaba su familia le llevó a tomar algunas de las decisiones más importantes de su vida. Con un estilo autobiográfico especialmente dinámico y entretenido, Ersin intercala la vida de su familia y la suya propia con todos los episodios oscuros de la historia reciente de Turquía, desde la división política que regó de sangre las calles del país a finales de la década de los 70 del siglo pasado, pasando por la toma del poder por las fuerzas armadas en septiembre de 1980 o la sibilina y calculada llegada al poder de Erdogan, desde sus inicios como alcalde de Estambul hasta llegar ser el carismático líder autoritario de un país cada día más radicalizado.
El resultado es un retrato certero que nos atrapa página a página queriendo conocer el desenlace, tanto de la vida del artista como de la situación en Turquía. El secreto aquí reside en un refinado sentido del humor, ácido y acorde a la sociedad polarizada en la que Ersin se crió y formó, aderezado con un original estilo de dibujo único, fruto de mil influencias pero capaz de transmitir toda la fuerza de este relato. Con razón afirma en alguna de sus muchas entrevistas que “me encantan los cómics autobiográficos, me gusta leer sobre la vida de otros artistas y aprender qué los pone donde están. Solo estoy tratando de hacer libros que me gustaría leer”. Desde los curiosos juegos en las calles, donde usaban los tebeos como superficie para lanzar monedas y quien la colocaba en el libro se quedaba con moneda y cómic, hasta sus esfuerzos estudiando para una ingeniería a la que nunca llegó, Ersin fue fiel a sus convicciones en un determinado momento en el que, después de haber logrado empezar a colaborar con pequeñas viñetas y tiras en diferentes semanarios de humor y satíricos, tuvo la oportunidad de dedicarse plenamente a ello.
Inevitablemente haciéndose más interesante a cada paso vital del dibujante, cuando llega el momento en que Ersin afronta ser dibujante lo hacemos en la mitad de un conflicto que supuso un pulso inédito de los humoristas de todo el país contra el creciente recorte de libertades en Turquía. Y es que varios dibujantes se atrevieron a ridiculizar al mismísimo Erdogan en la portada de sus publicaciones. La respuesta de éste fue pretender llevarle ante los tribunales e incluso a la cárcel. En ese apasionante momento, dejamos atrás al niño soñador para asistir al nacimiento del artista que defiende su libertad de expresión y la libertad de prensa. Y esta es en realidad la línea maestra que se desarrolla a lo largo de todo el libro. Como los mejores humoristas, Ersin Karabulut es consciente de la importancia de seguir adelante y mantenerse firme, dando ánimos con humor inteligente a todo intento de censura. Reconociendo que “siempre ha sido un peligro señalar a personas poderosas en Turquía y hacer bromas sobre ellas, especialmente ahora”, Ersin se posicionó, no obstante, del lado de todos sus compañeros, valientes en un país tan cambiado que uno de los regalos básicos para sobrevivir en momentos difíciles, el humor, supone una profesión de riesgo hoy en día: “no le tengo miedo. Si ese es mi papel, lo aceptaré. Solo quiero comunicarme con la gente, con lo que tengo, porque de lo contrario las cosas no saldrán bien para ninguno de nosotros. Si puedo hacer entender a un occidental que la democracia, que él da por sentada, puede ser fácilmente robada, entonces considero que he hecho mi trabajo”.
A este lado de la realidad, el reconocido talento de Ersin fue reconocido más allá de las estrechas fronteras de Turquía cuando sus tiras cómicas empezaron a aparecer en una publicación francófona tan popular como la satírica Fluide Glaciel. Editoriales francesas publicaron posteriormente nuevas historias suyas en forma de libro, incluso con más razón después de los trágicos eventos en torno a los atentados contra la publicación Charlie Hebdo. Es en esa época cuando Ersin ha empezado a ser otro nombre a recordar no sólo como creador de cómics sino como defensor de una forma de entender la vida, criado en ese país del que afirma con cierta nostalgia: “Turquía sigue siendo… Turquía. Un país complejo, con gente desorientada y perdida. Un lugar interesante, intercalado entre Occidente y Oriente. Los turcos están cansados y, en su mayor parte, desesperados. La situación económica es muy mala. La política realmente ya no funciona. Puede resultar complicado vivir allí, pero siempre amaré a mi país, incluso si no estoy seguro de que lo contrario siga siendo cierto”.
Una novela gráfica apasionante y más que recomendable. Bien contada y mejor dibujada, que demuestra una vez más el valor del humor gráfico y de los cómics como importante herramienta a través de la cual conocer este mundo, tan diferente en culturas como en formas de expresarse a través de las mil y una formas de dibujar trazos sobre el papel.
SOBRE EL AUTOR
Ersin Karabulut (Estambul, Turquía, 1981) empezó su carrera a los dieciséis años en Estambul, colaborando con varias revistas y empresas, mientras estudiaba Diseño Gráfico en la Universidad de Bellas Artes Mimar Sinan en Estambul. En 2007, cofundó la galardonada Uykusuz, una de las revistas semanales de humor más prestigiosas de Turquía. Es autor de siete libros de recopilaciones de cómics y novelas gráficas, entre los que destaca Contes ordinaires d’une société résignée (2018). Considerado uno de los artistas de cómic más respetados de Turquía, Karabulut ha expuesto su obra y con frecuencia imparte clases y conferencias sobre cómic y narrativa en universidades, institutos y conferencias en toda Turquía y Europa. Actualmente reside en Los Ángeles y sigue siendo uno de los editores y colaboradores de Uykusuz.