Entrevista con Mikael Ross y reseña de su premiada y aclamada novela gráfica Aprendiendo a caer.
Noel cumple años en plenas fiestas navideñas. Aunque en su caso sus años no se corresponden con su visión del mundo. Tocado por una discapacidad mental que le hace diferente, vive con su madre a la que cariñosamente llama «mamusi», quien cuida de él con la paciencia de quienes lo dan verdaderamente todo por las personas a las que quieren. Sin embargo, en la misma noche en la que madre e hijo se prometen estar siempre juntos, la madre de Noel sufre un infarto que le provoca una caída en el baño. La inocente lógica de Noel en un momento tan terrible, «Mamusi está dormida en el suelo. Pero ¡hay que dormir en la cama!», evidencia las carencias del joven pero a la vez, ya desde ese momento, define su inquebrantable voluntad siempre hacia adelante cuando recuerda lo que le ha enseñado su madre y es capaz de recordar, aunque sea a duras penas, como llamar a Urgencias y darles su dirección para que una ambulancia acuda a atender a su madre.

Aunque el objeto de Aprendiendo a caer y de la historia de Noel en la que nos sumergimos desde ese accidente es otra bien distinta. Al ser menor de edad y dada la gravedad del estado de su madre, en coma inducido, el Estado debe tomar las riendas de la vida de Noel, por mucho que a él no le guste ni lo entienda. El resultado es que el personaje es trasladado a un lugar que sí es real: la comunidad de Neuerkerode. Esta comunidad, que a los efectos funciona como una pequeña población en la Baja Sajonia alemana, fue pionera (desde 1868) al proponer un modelo convivencial y laboral formado en gran proporción por personas con discapacidad intelectual. Allí, como el propio autor de esta novela gráfica, Mikael Ross, quien la frecuentó durante dos años para documentarse y conocer de cerca a sus residentes, trabajadores y familiares, es donde seremos testigos de esa vida a otra velocidad que constituye esta sorprendente novela gráfica.

«El libro nació hace ya diez años -explica Mikael Ross–. Neuerkerode es un lugar donde viven unas ochocientas personas con discapacidad además de otras mil persones entre cuidadores y profesionales de todo tipo. El lugar tiene 150 años de existencia ya y fue el responsable de la institución hasta su fallecimiento hace un par de años, Rüdiger Becker, quien quiso tener un cómic de Neuerkerode. Cuando se acercaba el 150º aniversario de su fundación empezó a buscar artistas. Invitó a dos artistas más para que vieran el lugar junto a mí e hicieran una propuesta, pero los dos se echaron atrás y el tercero al que se lo pidió que fui yo, le dije sí y así fue como empezó todo el proyecto». Durante aproximadamente dos años y medio Mikael Ross estuvo viviendo de manera intermitente en las instalaciones de la institución: «me quedaba allí cuatro o cinco días, después volvía dos o tres semanas a hacer mi vida normal y volvía al centro. Rüdiger me dijo ‘haz lo que quieras, no voy a interferir en tu trabajo. Eres completamente libre’. Él entendió perfectamente cómo funciona un artista, que no se nos puede decir qué tenemos que hacer». Ross empezó su acercamiento como si fuese un periodista, entrevistando sobre todo al personal, pero aquello no le llevó a ninguna parte para acercarse a las personas de las que realmente quería hablar y a las que quería retratar. En ese choque de cultura y pensamiento entre personas normales que trabajaban allí y quienes realmente vivían en la comunidad, Ross cambió de táctica: «después de tres o cuatro visitas cogí los espacios comúnes en los que pasaba más tiempo y la gente con la que más conectaba, que eran sobre todo los que se dedicaban a actividades artísticas y pasé tiempo con ellos, y ellos empezaron a confiar más en mi y empezaron a contarme más historias sobre el lugar».

Precisamente conocer a los verdaderos protagonistas de la vida en Neuerkerode llevó a Mikael Ross a optar por su acertada forma de llevarnos a la vida cotidiana en este lugar tan diferente: «Al principio quería hacer una especie de cómic documental para apostar sobre seguro, con algo realista. Pero después encontré un cómic francés que hacía eso y me pareció muy aburrido. Pensé al leerlo ‘no te has atrevido lo suficiente’. Con este libro tenía que probar algo diferente a apostar sobre seguro. Me di cuenta que transformar en ficción lo que yo había vivido y visto allí podía tener un mayor impacto en las personas que leen el libro. Que de hecho se hacen preguntas al acabarlo y empiezan a investigar sobre el sitio. Lo que descubrí me pareció tan atractivo: empezando por el humor de la gente, la bondad, la curiosidad. El libro no puede quedarse con los hechos secos, sino que la calidad emocional es lo importante y para eso la ficción es mejor por eso opté por la ficción para hacer justicia a todo el espectro de la vida en Neurkrode«.
¿Un lugar necesario o incómodo para la corrección política?
Aprendiendo a caer pretende dar visibilidad a la comunidad única que es Neuerkerode, pero las historias de Noel y todos esos personajes con discapacidades tan diferentes y formas tan distintas de afrontar sus vidas, se convierten en algo más que el testimonio de un lugar. Publicado el libro, Mikael Ross se sentó con sus amigos de Neuerkerode, a los que había convertido en personajes a lo largo de las páginas del libro: «Me senté con la gente que yo conocía más. Nos reunimos, les di el libro, lo leímos juntos y pensé que había disimulado bien los personajes, los rasgos pensando que nunca sabrían quién era quién, pero inmediatamente lo clavaron, supieron identificar a cada uno de ellos».

Sin embargo y, pese a casi dos siglos de probada experiencia, estos tiempos de corrección política no parecen ser los mejores para instituciones o lugares como Neuerkerode: «El concepto mismo de Neuerkerode era muy atacado cuando se publicó el libro. Es un proyecto financiado por el Estado y el Estado quiere acabar con este espacio porque dice que no es inclusivo, que es anti-inclusivo y lo que Rüdiger Becker tenía en mente cuando decidió publicar este libro y contactar conmigo, era mostrar a la gente cómo es este lugar, cómo es este espacio y cuantas facetas tiene. La imagen es muy importante para estos lugares porque si la gente cree que este es un lugar horrible nadie irá y entonces se convierte en un lugar horrible. Y a la inversa si va más gente, el lugar y la imagen serán más positivos. El centro es un pueblo minúsculo a las afueras de la ciudad en que se encuentra. Con el tiempo descubrí que es un espacio complicado porque para algunas personas es fantástico y para otras personas es lo contrario. Pero en Berlín si tienes un centro para personas con discapacidad, las personas no pueden dejar el centro sin estar acompañados por razones obvias como el tráfico, los vecinos y todos los temas de una gran ciudad. En Neurkerode es distinto, porque todas las casas están abiertas, no tienen que preguntar a nadie para salir, por tanto hay muchas más posibilidades de organizar tu propia vida y conectar con un grupo mayor de gente, porque no hay poca gente precisamente, la cifra es bastante alta. Y para las personas que son activas y pueden andar, es un lugar estupendo».

La historia de Aprendiendo a caer deja bien clara la postura de Mikael Ross a partir de su experiencia con esas personas a las que un sitio así les ayuda a remontar sus vidas en un entorno donde resultan tan diferentes. Como Noel, que parece vivir al día, al momento, sin preocupaciones, pero en ningún momento dejará de pensar en su «mamusi» o cómo afrontar y resolver los problemas cotidianos a los que se enfrentan, como cualquier persona, quienes luchan con algún tipo de incapacidad: «Realmente hay mucha gente que no es consciente de la tarea ingente que hacen los padres de personas con discapacidad en sus casas. Y hay muchos padres que tienen mucho miedo de qué pasará cuando ellos no estén. He visto mucha gente luchando: gente con hobbies, con pareja, con actividad, que piensan que igual puedes salir y seguir tu vida. En realidad también es un mensaje para las personas con discapacidad y para los padres, sobre todo para que sepan que cuando ellos no estén allí todo puede ir bien».
La importancia de no olvidar

Cualquier instrumento artístico es igual de válido si sirve para despertar la conciencia. «No sé si el libro puede conseguir algo -apunta Mikael Ross–. Para mi al final es entretenimiento. Y si el libro entretiene a mis lectores ya me siento satisfecho. Y si les llega esa historia y además pueden establecer un vínculo con los personajes y pueden pasar el libro a otras personas o compartirlo con niños ya lo considero suficiente». El autor lo consigue a través de sus páginas, compartiendo vivencias cotidianas y recuerdos que nos llevan a una Alemania mucho más oscura ya que, como es conocido, durante la Alemania nazi no sólo los judíos fueron el blanco de las persecuciones y masacres: cualquier discapacidad era considerada una lacra para la pureza de la raza aria. En palabras de Mikael Ross, «cuando empecé a ir a Neuerkerode de forma regular, también empecé mi investigación sobre el lugar que lleva existiendo 150 años y su historia muestra todas las facetas a las que podemos llegar como sociedad. Empieza con un enfoque muy moderno: una mujer rica y un sacerdote empezaron este proyecto cuando ven a todas las familias que emigran a las ciudades y dejan detrás a las personas con discapacidad sin que nadie se preocupase de ellos. Era un pensamiento muy cristiano al principio. Y cuando Hitler llegó al poder se convirtió en todo lo contrario. La idea fue ‘tenemos que matar a todas las personas que están en este centro’. El Holocausto es un tema del que se ha hablado mucho en Alemania. En la escuela, desde niño aprendes y descubres cosas del Holocausto pero yo no sabía que también había llegado a las personas con discapacidad… No lo sabía. Fue brutal el punto al que se llegó de hacer desaparecer a las personas con discapacidad. Cuando escuchas las historias de que se llevaban a estos niños y desaparecían es realmente implacable y brutal. Pregunté si quedaba alguien de ese período y me dijeron que sí, que quedaba una persona que ahora tiene 96 años y que vivió ese período y que, de forma milagrosa, sobrevivió mientras que sus hermanos fueron asesinados. La encontré aquí, una persona mayor pero muy lúcida. Inicialmente ella no confiaba en mí porque era alguien de fuera y eso era algo que la perturbaba. Me llevó tiempo conseguir su confianza y en un momento dado ella aceptó que habláramos de ese período junto a su cuidadora y me contó precisamente cómo sobrevivió básicamente escondiéndose en un bosque pequeño cercano al centro. Incumplió las normas y así se salvó».

«Se llevaban a la gente en autobuses con las ventanas pintadas de gris -recuerda el autor-, para que no se pudiera ver dentro y ella sobrevivió a ese período y la pregunta que yo me planteaba era si lo ponía en el libro o no porque no encajaba, era como un capítulo aislado. Sigo pensando en convertir esa historia en un libro independiente de pleno derecho, pero este es un libro sobre Neuerkerode y ahora mismo con los partidos de extrema derecha en Alemania no sabemos qué va a pasar y es importante mostrar a la gente de qué somos capaces si vamos por el camino erróneo, de modo que al final pensé que aunque no encaje de manera perfecta en el libro está bien que esté».
Ser dibujante en Alemania y sobrevivir al intento

Al talento no lo detienen las fronteras pero, salvo contadas excepciones, el cómic europeo no suele asociarse tanto a autores alemanes, a diferencia de franceses, españoles o italianos. Por suerte para Mikael Ross y todos los lectores que agradecemos la existencia de sus obras y en particular Aprendiendo a caer, insistir en el camino de las viñetas le llevó a dónde está ahora, por mucho que sus inicios fuesen como diseñador de vestuario en la Ópera Estatal de Baviera: «ese es un poco el drama de un artista alemán, porque este medio en Alemania tiene un papel muy muy menor. Antes del fascismo si que teníamos una escena gráfica, pero tras dos Guerras Mundiales la cultura del cómic no va muy lejos. Ahora las cosas están empezando a cambiar pero yo cuando tenía 20-22 años era imposible pensar en una carrea como artista de cómic en Alemania. Pensé qué voy a hacer, así que me convertí en diseñador de vestuario y eso me ayudó a financiar mi trabajo, ya que los diseños me ayudaban a avanzar en el mundo del cómic. Es decir que, de forma curiosa, al final pude seguir mi sueño. Empecé a estudiar Diseño en Berlín y en un momento dado como Erasmus pude ir a Bruselas donde tienen un departamento de Diseño en el Instituto Saint-Luc. Y allí, en la clase, conocí a Nicolas Wouter, éramos compañeros de clase, conectamos muy bien y empezamos a trabajar juntos en el proyecto Lespieds dans le béton publicado por un editor francés en el año 2013 y a través de ese libro mi editor alemán actual dijo ‘ahora que esto se ha publicado en Francia a lo mejor podemos traducirlo y editarlo’. Y así empezó todo».

Con un estilo fresco, un dibujo curioso pero meditado y una técnica narrativa ágil, que hace avanzar una historia reivindicativa como ésta como la mejor de las novelas gráficas, tampoco resulta fácil saber qué género o autores son capaces de influir a un autor alemán más allá de fenómenos conocidos a nivel mundial como el éxito de Ralf König, sobre el que Mikael Ross apunta, explicando sus influencias: «para nosotros en Alemania es realmente un pionero en el ámbito porque en una etapa muy temprana consiguió éxito. Pero en mi caso siempre he tenido un ojo mirando al manga y con el otro al cómic francés. Por un lado los clásicos del manga como Akira de Katsuhiro Otomo, Shirow Masamune, Tayo Matsumoto, tienen mucho que ver con cómo organizo el montaje de mis páginas. Con el trabajo artístico yo creo que mis influencias son bastante claras: Christophe Blain, Blutch, Lewis Trondheim, Sfar«.

Aprendiendo a caer es capaz de aportarnos como lectores tanto como los personajes reales que se ocultan después de cada dibujo creado por Mikael Ross para esta emotiva y necesaria novela gráfica. Tras el éxito que ya obtuvo con su siguiente libro, El Joven Ludwig, editado aquí también por Reservoir Books, Aprendiendo a caer ha obtenido los premios Rudolph Dirks Award y el Max und Moritz al mejor cómic alemán en el Festival del Cómic de Erlangen, probablemente el premio más prestigioso del país. Finalista además de los Deutscher Jugendliteraturpreis, el Prix Révelation ADAGP, o el Selección Gold Standard del Junior Library Guild, su autor no duda en reconocer que «para mi este libro es mi hito más importante. Traducido a 10 idiomas, se está convirtiendo también en una película en Alemania. Para mí ha sido un boom después de vivir allí con esas personas. Soy una persona muy introvertida y ellos me mostraron algo: que no tengo que tener miedo del mundo y que puedes lanzarte y hablar con la gente y reírte de ti mismo. Ellos no tienen miedo de reírse o burlarse de ellos mismos y cuando pasas cierto tiempo allí, las personas que habitualmente nos orientamos por lo que piensan de nosotros la gente que nos rodea, cuando estás una semana con gente a la que le importa un comino cómo la gente los percibe, pues te preocupa mucho menos a ti la mirada de los demás y para mi en ese sentido fue toda una transformación, fue todo un aprendizaje».

SOBRE EL AUTOR

MIKAEL ROSS
Mikael Ross (Múnich, 1984) se formó como diseñador de vestuario en la Ópera Estatal de Baviera y luego se trasladó a la Weißensee Kunsthochschule Berlin. Tras finalizar sus estudios en Berlín, ciudad en la que reside actualmente, se especializó en la ESA Saint-Luc de Bruselas, donde conoció al guionista y dibujante belga Nicolas Wouters. Juntos publicaron las novelas gráficas Lespieds dans le béton (2013) y Totem (2016), que fue finalista del Prix Révélation ADAGP en el Festival Quai des bulles de Saint-Malo y obtuvo asimismo el galardón «Pépites» en el Salon du Livre et de la presse Jeunesse de Montreuil. En 2019, Ross publicó su primera novela gráfica en solitario, Der Umfall (que ahora presentamos en Reservoir Books con el título Aprendiendo a caer), que fue nominada al Deutscher Jugendliteraturpreis de la Feria del Libro de Frankfurt y ganó, en 2020, el Max und Moritz-Preis al mejor cómic alemán en el Festival del Cómic de Erlangen, probablemente el premio más prestigioso del país. En el marco de la celebración de los 250 años del nacimiento del genio musical, la prestigiosa Beethoven Society le encargó un pequeño cómic sobre la vida del artista, que fue el germen de El Joven Ludwig (Reservoir Books, 2022; publicado originalmente en 2020), traducido ya a cuatro idiomas y aclamado por la crítica internacional.




