Ideas geniales por suerte nacen en todas partes sin importar condición, raza , género o país de origen. Y el mundo del cómic siempre ha sido un hervidero de experimentación y originalidad que, especialmente hoy en día, es prácticamente la fuente mayoritaria para campos de consumo tan masivo como el cine o la televisión. Sin embargo es posible que ya haya escrito en este rincón virtual antes mi particular devoción y atención por los autores en especial japoneses a través del infinito género que resulta ser el manga. Posiblemente la clave del furor con el que parece ser el único género que aún es capaz de atraer y renovar al público lector de cómics, sea su inabarcable variedad de temas. Personajes como Goku, Naruto o Luffy son ya universales a todos los niveles. Pero por cada manga de éxito conocido hay cien más donde todo es posible: desde los dedicados a la cocina, a CUALQUIER deporte (tenis, baloncesto, balompié), a cualquier profesión… sólo saca un tema y encontrarás seguro un manga sobre ello. Aunque a donde quería llegar en particular es al tema de la originalidad. Estando como vivimos ahora en una época de autoritaria corrección política, creo que los autores nipones fueron en muchos casos más lejos que nadie, atreviéndose a tratar temas y traspasar límites que posiblemente norteamericanos o europeos no rebasarían. Este maravilloso título que os recomiendo hoy, Mademoiselle Mozart, es uno de esos casos en que un autor te sorprende con una loca revisión de la historia que conocemos en la que caes enganchado a cada página sin poder dejar el libro hasta el final.
El planteamiento de Yōji Fukuyama es sencillo y directo: imaginémonos por un momento en pleno siglo XVIII. Por mucho que, por suerte, siempre ha habido mujeres que han demostrado su valía por encima de muchos hombres mediocres, lo cierto es que las posibilidades para una mujer de destacar o de conseguir un lugar destacado en cualquier mínimo espacio histórico eran mínimas. Basta con recordar la propia historia: Wolfgang Amadeus tuvo una hermana, Maria Anna o «Nannerl», no tan virtuosa musicalmente como él pero sí especialmente dotada para la música. El padre de ambos, Leopold Mozart, los condujo a ambos en lo que hoy sería el equivalente a una gira de conciertos por media Europa, exhibiendo el talento de hija e hijo en las cortes más importantes. Y bien, ¿quién recuerda hoy en día a «Nannerl» salvo los historiadores musicales?
Injusticias tan habituales hasta hace tan poco, debieron calar especialmente en Yōji Fukuyama, un autor para quien la música y, muy concretamente la de Mozart, ha estado presente en todas sus intrincadas y curiosas obras. De hecho, Sonata en si bemol y su Don Giovanni son bien anteriores al libro del que hablamos hoy. El caso es que al final todo desembocó en la que los aficionados consideran su obra maestra, Mademoiselle Mozart, obra en la que Fukuyama imagina qué habría pasado si Leopold Mozart hubiese tenido dos hijas en lugar de un hijo y una hija. Y sobre todo si, como en la historia real que conocemos, una de las dos hermanas hubiese sido capaz de leer e incluso componer partituras desde los cuatro años. En pleno siglo XVIII la decisión se tornaría obvia: si quería que su hija Elisa -en esta historia- fuese algo más que una mera profesora de piano, sólo cabía una decisión: hacer pasar a Elisa por Wolfgang y dedicar su vida a que el mundo reconociese el talento innato de su sucesora, aunque supusiese un continuo engaño.
Con una introducción en la que asistimos a tan rocambolesca escena, plagada de detalles en los que Fukuyama va del humor escatológico al surrealismo, nos adentramos en una obra extensa que Planeta ha recuperado para los amantes del mejor manga en un tomo integral con tapa dura y formato algo mayor que cualquier manga habitual. Hablamos de un libro con 550 intensas páginas que fueron publicadas de forma ininterrumpida y originalmente a lo largo de 26 capítulos en la revista Comic Morning, de Kodansha, entre 1989 y 1990. Teniendo en cuenta que Fukuyama debutó nada menos que en 1970, Mademoiselle Mozart fue la obra en la que este dibujante y original guionista volcó sus enseñanzas de media vida en el medio.
Adelantado a su tiempo, Fukuyama fue pionero pese a su larga trayectoria como mangaka en utilizar toda herramienta digital para la difusión de su obra: desde el dibujo digital al envío online de sus obras a las editoriales con las que colaboraba. En parte Mademoiselle Mozart como testamento caligráfico de un virtuoso de la pluma, la tinta y el dibujo en general. Ferviente admirador toda su vida de la obra de Osamu Tezuka, de estilo tan diferente al suyo, Fukuyama siempre exprimió al máximo los límites de cada página en sus obras : el tamaño de las viñetas, el uso de onomatopeyas y la estudiada colocación de cada dibujo en su sitio exacto. Pocos autores actuales, aún creyéndose innovadores a nivel gráfico, serían capaces de dotar a su obra del dinamismo narrativo que impregna completamente este libro y que hace que más de 500 páginas, perdidos en su historia, nos parezcan apenas un único y corto capítulo.
Y es que la historia de Elisa/Wolfgang es tremendamente intensa. Ambientada a partir del momento en que Mozart ya tiene 25 años y trabaja con éxito como músico en Viena, seguimos las andanzas de quien, en esta versión de la historia, era lo más parecido a una estrella del rock actual: perseguido por las damas de la época que le persiguen como si de un Beatle se tratara. A ese ambiente distendido, lúdico y humorístico Fukuyama va añadiendo personajes que fueron reales adaptados al hecho de que debajo de Wolfgang en realidad habitaba Elisa. Imagina las situaciones con la que acabó siendo su esposa, Constanze Weber, en especial en la noche de bodas… o su relación con su acérrimo némesis, el mucho más mediocre compositor local Antonio Salieri, quien se debate entre pensar que se siente atraído por un hombre en pleno siglo XVIII o bien llegar a sospechar que Mozart en realidad era una mujer.
Como el mejor folletín decimonónico, Mademoiselle Mozart es una agitada montaña rusa de emociones donde Fukuyama nos hace realmente creer en su personaje con todas las consecuencias. Y lo cierto es que los mil y un temas y conflictos que plantea esta obra, por encima de la supuesta ligereza que suponen el uso del humor o incluso un tímido e inocente erotismo, destilan tal naturalidad a lo largo de todo el relato que en ningún momento decae la fuerza de la narración o el interés por la historia. Completada esta sorprendente, recomendable e imprescindible integral, el libro lo completa un más que interesante análisis de la obra de Fukuyama a cargo de Nobuhiko Saitō, experto en manga que pone aún más luz en las sombras de un autor del que esperamos el éxito total y completo de Mademoiselle Mozart para que el resto de sus obras, ampliamente traducidas desde hace tiempo en Europa, lleguen aquí igualmente, a ser posible de la mano de ediciones como ésta de Planeta, sencillamente impecable.
SOBRE EL AUTOR
YOJI FUKUYAMA
Nace en 1950 en la prefectura de Fukuoka. Debuta en 1970 con Naya no naka. Entre 1995 y 1996 publica los siete volúmenes de La antología de Yoji Fukuyama. En 2001 recibe el primer premio en la categoría de manga de la quinta edición del Festival de Artes Multimedia de Japón por F-shiteki nichijo. Entre sus obras destacan Sonata en si bemol; El dia del lobo, donde imagina el viaje de una adolescente transformándose en lobo; Don Giovanni, donde ya se interesó por Mozart revisitando su famosa ópera convirtiendo a Doña Elvira en travesti y Gamurakan. En 1991 la compañía de teatro Ongakuza hace un musical de Mademoiselle Mozart, publicada de 1989 a 1990, que desde entonces se ha vuelto a representar en múltiples ocasiones. Siempre le gustó trabajar en temas ambiciosos y mezclar acción y fantasía.